Al horno o frita, rellena de jamón y queso, encebolla, con almendras... Este versátil pescado de río, apto para todos los bolsillos, atesora un gran número de virtudes nutricionales.
Un euro el kilo más barata que la pescadilla, la trucha es más rica en proteínas, zinc y vitamina A, tres nutrientes que fortalecen nuestras defensas frente al frío.
Planta cara a la báscula
Una trucha de ración, cocinada de forma sencilla y grasas, sólo aporta 176 kcal. Ligera a la par que saciante, también ejerce una potente acción diurética, motivo por el que ayuda no sólo hacer frente a los kilos de más, sino también a la incómoda sensación de exceso de volumen.
Más ágil y fuerte
La trucha es una de las mejores fuentes de vitamina D. Las personas que sufren debilidad muscular o necesitan reforzar sus huesos (osteoporisis, fracturas óseas, etc.) harán bien en comer este pescado, una vez por semana como mínimo.
Un escudo cardiovascular
Las grasas mayoritarias de este pescado semigraso son de tipo mono y poliinsaturadas (Omega 3 y 6), es decir, cardioprotectoras. Para reducir el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular, cocínalo con verduras de diferente y llamativos colores.
Cerebro en plena forma
También destaca por ser una fuente muy abundante de vitaminas B3, un nutriente que llena los depósitos de energía y regula el humor, el buen funcionamiento cerebral y el sistema nervioso. Con estos objetivos e mente, conviene acompañar la trucha de una guarnición de arroz integral.
Contra la tensión alta
Ser uno de los pescados con más bajo contenido en sodio y más elevado aporte en potasio lo convierten en un alimento de obligada presencia en la dieta de las personas hipertensas.
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