Aunque no lo parezca, primero se me ocurrió el nombre y después (después de hacer folletos y poner el rótulo en la fachada del centro con ese nombre) tuve la osadía de recurrir al diccionario por si aquello tenía algún significado que, ¡¡oh, horror!!, nada tuviera que ver con mi proyecto.
Analea inicialmente para mí trataba de significar la suerte (alea en latín) de Ana, castellanizado porque seguro que esto no se dice así en latín, pero a mí me gustaba este nombre desde hacía unos cuantos años.
Por otro lado, me recordaba al famoso Alea jacta est (la suerte está echada) de Julio César cuando emprendió el paso del Rubicón y desencadenó los hechos históricos posteriores, no es que yo fuera a hacer semejante hazaña ni nada por el estilo, pero sí se trataba de mi propia salida de la zona de confort en la que llevaba calentita muchos años y esto sí era para mí una auténtica rebelión cercana al paso del Rubicón.
Cuando echo mano del diccionario de la RAE, he aquí lo que encuentro. Alea existe del verbo alear, mover las alas (me encanta la idea, ¡¡bien!!!) Dicho especialmente de un niño: Mover los brazos a modo de alas. Dicho de una persona convaleciente o que se repara de algún afán o trabajo: Cobrar aliento o fuerzas. Aspirar a algo o dirigirse con afán hacia ello, (¡¡miel sobre hojuelas!!).
No podía creerlo, cualquiera de estos significados y todos a la vez, recogían el sentido de la misión de Proyecto Analea: mover las alas, volar, aspirar, cobrar aliento, salir adelante, avanzar. Todo tiene significado afín y cabida en este centro.
Por si esto fuera poco, ana también tiene significado como prefijo de nuevo.
En fin, que todo apuntaba hacia el propósito y misión de este maravilloso centro, fruto de un sueño de un día convertido en forma de vida, como si estuviera previsto que el nombre contendría la esencia misma de lo que hacemos aquí.
De nuevo, la magia de la vida, la sincronicidad y la alquimia que no vemos pero que está ahí para todos, para ser reconocida y apreciada.
Gracias de nuevo una vez más.