¿QUÉ ES LA BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN?

Como concepto, la baja tolerancia a la frustración es un término acuñado por el psicólogo Albert Ellis (terapia racional emotiva conductual) a mediados del siglo XX para designar “la búsqueda del placer inmediato o la evitación del dolor a costa del estrés y derrotismo a largo plazo”.

Si esto lo traducimos a comportamientos globales en la personalidad del individuo, quién tiene una baja tolerancia a la frustración evita los eventos frustrantes pero las consecuencias son, justamente, un mayor estrés mental y más frustración. En las últimas décadas, parece ser que la baja tolerancia a la frustración se ha instalado como uno de los rasgos que definen a las nuevas generaciones.

Posibles causas de una baja tolerancia a la frustración

Según la psicóloga uruguaya Mariana Alvez, las raíces de la baja tolerancia a la frustración se encuentran en la niñez. Comienza con una sobreprotección por parte de los padres que genera que el niño crea que siempre puede obtener todo lo que desee.

Este niño crece con la idea equivocada de que la vida debe ser sencilla y sin problemas, que nunca va a perder o fracasar.

El indicador de la baja tolerancia a la frustración según la psicóloga española Ana Muñoz es que estos adultos confunden deseos con necesidades desde la niñez.

Consecuencias de una baja tolerancia a la frustración en la edad adulta

Si tenemos que hablar de consecuencias, hay una que engloba a todas las demás; dificultad para controlar los impulsos. En la sociedad actual, además, se combina esta situación con una tendencia hacia del perfeccionismo multidimensional por parte de los individuos de las nuevas generaciones que está dando como resultado un aumento de los cuadros de ansiedad generalizada jamás visto antes.

Del mismo modo, también puede ser la causa de tricotilomanía (tic nervioso que consiste en arrancarse mechones de pelo) y compra compulsiva.

Y esto en el mejor de los casos ya que el resultado de la BTF puede ser la causa de adicciones, ludopatía, trastorno explosivo intermitente, piromanía, autolesiones y cleptomanía. A este respecto, se ha tratado mucho la comorbilidad de estos trastornos con otros como el trastorno bipolar. Todos ellos son igualmente referidos en el DSM-IV y deben ser tratados.

A este respecto, la baja tolerancia a la frustración suele tratarse después de haber degenerado en uno de los trastornos anteriormente citados. Es habitual que se requiera de un tratamiento medicamentoso (principalmente a base de ansiolíticos) y terapia cognitivo-conductual de corrección de conductas que puedan ser nocivas para el individuo u otros.

Cómo prevenir la BTF en niños

Hay determinadas actitudes en los padres que pueden definir una mejor tolerancia a la frustración en el futuro, enseñar a nuestros hijos que lo que quieren requiere un esfuerzo pero no responsabilizarles absolutamente de todos los componentes de sus fracasos; mostrar que fracasar o perder es una manera de aprender como cualquier otra; enseñarle constancia; implicarle en las tareas domésticas y técnicas desde pequeño; darle ejemplo.

En este último punto debemos pararnos, ya que dar ejemplo es posiblemente lo más importante a la hora de enseñarle a manejar la frustración. Mostrar calma en momentos tensos es fundamental para que los más pequeños sepan que todo va bien, que no hay problema, que va a haber una solución.

Si los propios adultos son incapaces de lograr esto, es muy probable que el niño crezca sintiendo que otros deben resolver sus problemas por él.