En una investigación previa se centraron en saber por qué el oído interno es más sensible que otras regiones al daño inducido por cisplatino y desarrollaron un modelo de ratón que simulaba la pérdida de audición inducida por la quimioterapia. Al observar ahora el tejido del oído interno de los animales después del primer, segundo y tercer tratamiento con este medicamento, los investigadores comprobaron que éste permanecía mucho más tiempo que en otros tejidos, e incluso se iba acumulando con sucesivos tratamientos.
La investigación también ha servido para confirmar que esta peligrosa acumulación de cisplatino es más elevada en niños que en adultos.
Lisa Cunningham, coautora del estudio, reconoce que “nuestros hallazgos sugieren que si podemos evitar que el cisplatino se introduzca en esta parte del oído durante el tratamiento podremos proteger a los pacientes con cáncer de una pérdida de audición posterior”.
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