No te escondas o no te verán

Aunque mi educación formal ha pasado por un Grado en Psicología de la salud y un máster de Neuropsicología clínica, hoy disfruto mucho de la educación no formal. Mi reino por que estos procesos de reconocimiento de saberes ancestrales y cotidianos sean puestos en valor. Pero la realidad es que soy una mujer negra pobre y, desde que tengo memoria, los estudios formales han sido el eje fundamental del supuesto progreso de nuestra familia.

Se sabía en silencio que llegar a ciertos puestos de poder es una tarea muy compleja y que las posibilidades son mínimas. Sin embargo esas no eran razones suficientes para quebrantar nuestra voluntad. Ahora pienso cómo se formó esa voluntad. Quizá las películas americanas han contribuido a creer que ese sueño es posible,  a pesar de que la realidad dista mucho de la ficción. Y es que la tasa de paro de afroamericanes con título universitario supera a más del doble al del paro en general. Eso no me lo contaron en las pelis. La mayor dificultad de esta situación, ha sido el malestar que me provocó pasar por esos procesos pensados para personas europeas y blancas y, el hecho de que formara mi autoestima en función de los títulos y logros que conseguía, algo muy habitual en la comunidad.



La perspectiva de la psicología

Con la psicología pasa como en toda la academia. La historia misma de la psicología se construye desde una perspectiva racista y colonial. A pesar de que me inicié el oficio dentro de la psicología convencional, al poquito tiempo de empezar tuve que dar un giro a la profesión ya que, tal y como la había aprendido, no terminaba de favorecer a las personas racializadas. Desde entonces sigo trabajos radicales y bonitos decoloniales sobre bienestar, sanación e historia ancestral, que están siendo la formación más bonita que he tenido hasta ahora.

Mi primera paciente fue M, una mujer racializada que contacta conmigo porque había surgido la necesidad de hablar con otra persona racializada. Por primera vez encontró/encontramos alguien con quien partíamos desde el mismo nivel, sin explicaciones, sin justificaciones. Hablábamos el mismo idioma (aunque ella realmente es afroamericana). Y no solo eso: eran las mismas miradas, la misma complicidad, el mismo dolor.

Las primeras veces han sido las más importantes de mi corta experiencia. Me han permitido escuchar más activamente, ya que creo que gran parte del trabajo de terapia precisamente está ahí, en la escucha activa y en el reconocimiento de nuestras emociones. Reconocer el profundo malestar emocional que nos imponen las estructuras, relaciones y entornos tóxicos, racistas y discriminatorios es muy importante.

Con malestar me refiero al estrés, la ansiedad, sentimientos de tristeza, etc., que a menudo se manifiesta con dolores de estómago, de cabeza, erupciones en la piel, insomnio, fobia social, reexperimentación de procesos de trauma. Además, pensamientos rumiantes, sentimientos de infelicidad, de incomprensión, de falta de control, de indefensión, de soledad, de desarraigo, que pueden venir de relaciones afectivo/amorosas tóxicas, del entorno laboral, del exceso de actividades, también se puede recibir de la violencia del sistema migratorio, de la socialización como personas racializadas, del racismo cotidiano, de una cosas, de varias o de todo a la vez.

Las persecuciones por los pasillos de los supermercados o tiendas. La mala atención al cliente muy habitual hacia las personas racializadas. Redadas por perfil étnico y más situaciones, que te pueden ocurrir varias veces en una semana, incluso varias veces al día. Imaginemos un momento esta situación.  Vivir de esta manera no te da tiempo a sanar.  Vas acumulando malestar hasta que no puedes más. Las consecuencias son importantes y nuestras emociones, todo lo que sentimos, lo que lloramos, lo que padecemos, importan.

Hace unos meses me escribió otra compañera. Para ella la situación se había vuelto insostenible. No podía apenas salir de casa, ya que recibía miradas y comentarios increpantes acerca del hiyab constantemente. Cuando se quejaba recibía comentarios de tipo “¿y por qué no te vas a tu país?”, estás imponiendo tu religión”, etc. Una situación que para muchas personas no tiene mayor relevancia, como dar un paso a la calle, para otras racializadas se convierte en un calvario, se convierte en una fobia social. Si has vivido alguna de esas situaciones sabes perfectamente a lo que me refiero, en ocasiones puede resultar un reto simplemente ir a comprar, porque a veces no tenemos el cuerpo para aguantar toda esa violencia.

¿Y entonces qué?

Una amiga me invitó a la presentación de su librito sobre relatos de mujeres afroespañolas. Agradezco enormemente la invitación a estos eventos porque aprendo mucho. Me quedo días reflexionando sobre los comentarios de las compañeras, que luego me vienen súper bien.

Recuerdo a varias chicas. Una de ellas, cuando mencioné algunos de los síntomas del estrés, como dolores de estómago, cefaleas, etc.,  agarró fuertemente de la mano a la persona que tenía al lado mientras me miraba esperando una respuesta, una salida. Hubo también otra chica. Llevaba un rato tratando de intervenir. Me preguntó directamente cómo podía aliviar esa situación. Me di cuenta de la enorme responsabilidad de la psicología moderna en nuestras comunidades. Queremos respuestas. Las cosas no nos cuadran y las queremos ya. Alguna chica también comentó que eran necesarios los espacios de confianza.

Creo que la comunidad, las reuniones, charlas, mesas de trabajo, etc., hacen un gran trabajo en nuestra autoestima. Gran parte de los espacios están destinados a problemáticas como el feminismo, la comunicación, ocio, cuestiones legales, que son de gran importancia y urgencia, por lo que es importante tenerlos en nuestras agendas, aunque también es cierto que las dificultades del día a día, a veces son los que se convierten en nuestra auténtica lucha. Existe una necesidad de gestionar situaciones en lo cotidiano, en el día a día.

Para mí la autoestima es una de las cuestiones más importante con las que hay que trabajar. Creo que no debemos dejar de trabajar en nuestros cuidados, en nuestra salud mental y en nuestro bienestar, fuera y dentro de las comunidades. Por autocuidados son muy necesarios, pero quizá no suficientes, desde un punto de vista decolonial la justicia y el reconocimiento son también muy necesarios. Trabajar la autoestima es quizá más efectivo que trabajar solo los autocuidados.

Autoestima y cuidados

Los estudios sobre autoestima dicen que las mujeres cis, personas trans, desidentes de género, llevamos la peor parte. Aunque estos estudios suelen ser muy sesgados ya que no incluyen a todes y no suelen ser estudios ni de raza, ni de origen, etc, vamos a ver algunas conclusiones.

Los estudios dicen que la autoestima empieza a decaer vertiginosamente cuando se aproxima la edad adulta. Esto es en la adolescencia. Es curioso, porque justo en esta época es en la que se empiezan a establecer los roles de género y aparecen los primeros intentos de identidad, aunque la identidad y la autoestima se empiezan a cocer desde muchísimo antes. Me gusta poner especial atención en la autoestima en niñes, porque es más fácil prevenir que curar. La autoestima es el mejor regalo que podemos hacerle a nuestrxs hijxs y algo con lo que podemos trabajar. Estos estudios también ofrecen varias herramientas para aumentar la autoestima, como ejercicio, buena alimentación, automotivación, etc. Yo lo probé todo. Y aunque estas herramientas favorecen a la percepción de la imagen, no llegan ni a rozar la superficie de la autoestima en las personas racializadas.

Para trabajar la autoestima hace falta poner el cuerpo del revés. Es un trabajo duro, no te voy a engañar. Necesita tiempo que invertirás muy bien. Por ejemplo identificar de dónde proviene el dolor puede ser muy interesante para trabajarlo. Podemos revisar la historia familiar hasta nuestras ancestras, conocer los conflictos que tenemos abiertos, tener un buen conocimiento del cuerpo. Trabajar la compasión y la empatía hacia nosotras mismas y la familia. Todas estas son algunas de las cuestiones que actualmente tengo mucho en cuenta.

Escríbete

Para hacer un seguimiento del cuerpo será necesario realizar registros diarios. Escribirnos. Al fin y al cabo nos enseñan a no tenernos en cuenta, por lo que para tenernos en cuenta hace falta empezar desde cero y descubrirnos. Escribir en general es una gran herramienta, a veces ese ejercicio de escribir, borrar, reflexionar, volver a escribir es muy sanador. Llevar un registro de nuestras emociones también puede ser muy necesario, nos puede avisar de si algo va mal y si hay un patrón más allá de lo a veces percibimos. Empieza registrando cómo te levantas por la mañana, se consciente de ese momento, tomándote uno segundos para saber cómo te has despertado. Este conocimiento es valiosísimo y es poder.

También consigue ser tu propio referente y busca referentes en tu familia. Tu tía que salió adelante lavando ropa. La que se montó una peluquería. La que ayudó a su familia durante un conflicto armado. Ese familiar que recuerdas como mucho cariño y te dijo palabras bonitas Escribe tu historia, de cómo has llegado hasta aquí. Escribe la gente que ha sido importante en tu camino, la que se ha quedado atrás. Esto favorece a encontrar tu propio discurso, tu propia voz.

Escribirte es solo un ejercicio, un músculo que hay que trabajar. No tiene nada que ver con el talento ni la inteligencia como nos han hecho creer. Es practicar. No tengas miedo. Recuerda que, si no quieres, nadie te leerá. Poco a poco encontrarás el valor para publicar en tus redes, enviarle a amigues contar. Si te apetece dibujar tu historia pues también. Quizá quieras bailarla.

La autoestima es muy poderosa y la veo muy necesaria. Tiene un efecto mágico en el entorno. Tiene mucho sentido para la socialización y para establecer objetivos. La autoestima es la confianza de gestionar los desafíos, las emociones. Es confianza en nuestro derecho de ser felices y la responsabilidad de nuestra felicidad, de merecer, de dar, de tener derecho a quejarnos, a equivocarnos, a poner sobre la mesa nuestras necesidades, a amarnos y a disfrutar de lo que hacemos con mucho esfuerzo.

Fuente: este post proviene de Diario de la negra flor, donde puedes consultar el contenido original.
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