Los abuelos y el cáncer

Hoy es el día de los abuelos en el cole de mis hijas. Y allí estaba su abuela, táper con bizcocho en mano, orgullosa, nerviosa y llorosa recordando a su mitad, que no ha podido acompañarla por culpa del maldito cáncer.

Hoy he estado con Jennifer, quedáos con el nombre que en un futuro no muy lejano os hablaré de ella. Y hemos estado hablando de cómo nos enfrentamos al maldito bicho, y me ha hablado de sus abuelos, pacientes y luchadores los dos, y de cómo lo van superando lo mejor que pueden.

Y unas cosas y las otras me han hecho pensar en, a mis ojos, los dos papeles más importantes de los abuelos y el cáncer.

El abuelo paciente es el que da ejemplo, el que lo asume con la mayor naturalidad porque cree que es algo asociado a su edad, el que no dejará que nadie vea el dolor que le produce la vía, o lo revuelto que se encuentra, o lo incómoda y bochornosa que es la dichosa bolsita que ejerce de colon por el/ella. Un ejemplo a seguir que volverá a “vestirse de domingo” para ir al hospital, asumiendo con toda la paciencia del mundo que su cita se retrase dos horas, de charla con sus compañeros de sala de espera, contando su caso como si hablara de una uña rota.

El que, cuando sabe que todo acaba, no deja que se le note la pena para no verla él en tus ojos. Que sufre y rie al mismo tiempo haciendo una videoconferencia con sus “muchachitas” sin saber que es su última vez.

El abuelo  enfermero, en mi caso, en femenino. Incansable, luchadora, dura, irrompible. Escuchando diagnósticos que no quiere oir, muchas veces endulzados con alguna mentira para que no sean tan amargos. Cocinera, cuidadora, arropadora oficial, personal shopper de frigoríficos.

La pobre mía ha estado ejerciendo sin descanso durante los últimos cuatro años y ahí la tenemos, orgullosa y melancólica a partes iguales. Las Soriano no somos de muchos “tequieros”, pero ella sabe que “nosotras más”. Y solo le pido al cielo que se acabe la lucha y sólo la necesitemos para elegir con ella destinos de viajes, o colores de chaquetas, o comidas de fin de semana, o días de los abuelos muchos, muchos años más.

Si tenéis abuelos/as, que sepáis que sois unos afortunados. Cómo te miran, cómo te hablan, cómo te cuentan….no habrá nunca nadie que lo haga como ellos.

Y si no, como en mi caso, disfrutad mucho del papel de vuestros padres con vuestros hijos. Son capaces de recorrer 200 kms en un día por acompañarles, de pasar toda una tarde viéndolos bailar, o jugar al fútbol, o nadar, sin hacer caso de las inclemencias del tiempo o los cambios de temperatura, de escucharles embelesados sus aventuras. De ir y venir al parque sin descanso.

Tesoros irremplazables cuando se van. Disfrutémoslos.

¿Los tienes? ¿Los añoras? ¿Me lo cuentas?

Os leo!!

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