Lo que el surf me enseñó

El surf tenía muchos significados metafóricos para los antiguos hawaianos. Ho a’e ka ‘ike he’e nalu i ka honua o ka ‘ale – Muestra tus conocimientos sobre el surf en el lomo de una ola. El kaona, o significado interno de este, es que hablar de tu conocimiento o habilidad no es suficiente; tienes que probarlo demostrándolo.
oceanwyseyoga.com

Es como si todo se me olvidara cuando estoy ahí, sin pensamientos, sin presente ni futuro, sólo el mar y yo. Es difícil de explicar pero es como si ahí yo fuera realmente yo, como si surfeando fuera absoluta presencia. No sé, es lo que me da energía, pero energía de verdad Antonio, es mi conexión a tierra tío, lo que me recarga, es como un todo, mi manera de unirme a la naturaleza, de comprenderla, de ser parte de ella. Así me pasé más de dos años, me despertaba frente al mar en la cabaña de madera, cogía la tabla y me pasaba todo el día surfeando. Te juro que muchos días se me olvidaba comer, sólo surfeaba y dormía.

¿Sabes? Eso me contó mi amigo Jose con los ojos brillantes y achispados por la emoción y las cervezas esa vez que quedamos en Santiago de Chile. Y la verdad es que, aunque comprendía sus palabras, no comprendía la envergadura del sentimiento que las proyectaba hacia mí.

Me siento realmente en casa en el océano; el surf es una gran parte de lo que soy.
Easkey Britton

Es curioso cómo a veces recuerdo conversaciones aún después de muchos años, y pienso que si no olvidé esta es porque nos es fácil recordar lo que una persona nos transmite cuando el destello de sus ojos es tan luminoso.

¿Que por qué te cuento esto? pues porque resulta que acabo de volver de uno de esos campamentos para surfistas al sur de Portugal donde fui a probar una cucharadita de café de aquello de lo que me habló Jose y, joder, Jose, creo que ahora empiezo a ver aquello que tus palabras señalaban aquel día.

Querido lector, querida lectora, no me extenderé mucho hoy, pues en lugar de muchas líneas y muchas anécdotas como acostumbro sólo te contaré un par de experiencias por aquí y un par de conversaciones por allá ya que, ahora sé, no importa cuánto te cuente sobre este tema pues esto del surf es como el amor que, si no lo practicas, no lo comprendes.

Tocar el barro

Creo que fue mi amigo Marcos el que me dijo que un ser humano tenía que ensuciarse, tocar el barro de vez en cuando para saber vivir. La meditación, el yoga, las prácticas espirituales, —decía—, esas nos conectan arriba,  pero no te olvides de abajo, no te olvides de ensuciarte, de cubrirte de barro.

Ahora sé lo que Marcos quería decirme con eso de tocar el barro, y creo que lo supe desde el primer momento que logré subirme a la tabla por unos segundos o incluso desde que estallé de risa por primera vez al verme indefenso y arrollado por una gran ola.

Hablaba del Yin y el Yang. Hablaba de la dualidad. Hablaba de experimentar la acción con la misma entrega con la que yo experimento en los últimos años de mi vida la quietud.

¿Cómo si no iba a descubrir el valor de la vida si no conocía las dos caras de su moneda?

Quizás Marcos sin saberlo me trataba de transmitir lo mismo que aquel profesor de filosofía de la India; Para poder elevarte sin caerte, tienes que tener unas profundas raíces.

Creo que de eso va la vida

Estaba hablando con Ben, un alemán que se dedica a trabajar unos pocos meses al año para así poder estar el resto del tiempo en el mar haciendo surf o en la montaña haciendo snowboard.

¿Por qué lo practicas, Ben? —Le pregunté—.

No lo sé Antonio, no sé la respuesta, lo único que te puedo decir es que me siento muy vivo, estoy en la naturaleza, me río sin parar, me esfuerzo, y creo que de eso va la vida.



No luches, fluye

No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear.
John Kabat-Zinn

Mis primeras tres horas de clase fueron una mezcla de alegría y frustración, pues además de la felicidad inmediata que experimentaba en los momentos de dejarme arrastrar por las olas usando mi cuerpo como barco, también me empeñaba en luchar contra la corriente del mar.

No valgo para esto, —me dije—, no soporto enfrentarme constantemente a la fuerza del atlántico, es imposible.

Y cuando casi pensaba en irme a la orilla y abandonar por ese día, me percaté de un sencillo hecho: no luches, Antonio, fluye.

Así que en lugar de tensionar todos mis músculos y así ir avanzando palmo a palmo a través del agua como me decía la razón, empecé a relajarme como me decía la intuición. Simplemente accionaba la energía necesaria para dirigirme sutilmente hacia donde quería, comprendiendo la corriente, parando cuando había que parar, avanzando cuando era el momento y nunca, nunca, nunca, chocando contra ella.

Cuanto más tiempo pasaba con la tabla más me daba cuenta que la mayoría de mis esfuerzos eran infructuosos y que si no ponía plena atención el inmisericorde gasto de mi energía sería constante, y que lo que parecía un simple movimiento de avance podía convertirse en una violenta lucha, una y otra vez, una y otra vez.

Un buen día al salir del mar pensé que si aplicaba ese conocimiento al resto de la vida, a las relaciones, a la salud, al dinero, a los sueños, al esfuerzo, empezaría a deslizarme en olas cada vez mayores y como consecuencia tendría una panorámica mucho más elevada.

Respira

Tras unos días practicando me di cuenta de algo y, al darme cuenta de ello, todo cambió.

Aunque había estado antes cientos de veces en el mar, en esta ocasión todo era diferente pues ahora tenía la posibilidad de juntar lo que había aprendido en estos años sobre mí y sobre mi mente con el hecho de tener que perseguir durante horas unas olas, creándose así un modo distinto de observación y de acción.

Cuando comencé a observarlas a ellas, a las olas, y después empecé a observarme a mí con plena atención, entre nosotros se tendió un puente hasta entonces infranqueable.

Así como en la meditación vuelvo una y otra vez al ahora y a las sensaciones para no perderme en los pensamientos, llegué a la conclusión de que en el agua, en el surf, si verdaderamente pretendes surfear perderte en un lugar que no sea el presente no es una opción.

Cuando no estaba ahí, cuando mis acciones eran automáticas, cuando yo no estaba al timón, casi nunca era capaz de subirme a la tabla y en su lugar las olas me arrastraban, me volteaban y me despojaban de toda posibilidad de mejora, así que por eso me puse como reto seguir mi respiración una y otra vez para volver a la presencia.

Inhalaba y exhalaba profundamente, tranquilo.

Cada ronda de concentración empezaba cuando me dirigía a paso lento caminando hacia el interior del mar, a veces con una mano rozando la superficie y sintiendo la temperatura en las yemas de mis dedos, a veces tratando de percibir el agua en el interior del neopreno, a veces escuchando los sonidos rítmicos del océano, de las risas, de la arena, de las gaviotas.

A menudo se me iba la concentración y empezaba a fantasear, y cuando me daba cuenta inmediatamente volvía a la respiración y seguía mi paso.

El momento decisivo, el momento que requería de mi mayor presencia, era cuando elegía mi próxima ola y me ponía en alerta. Inhala… Sube a la tabla, exhala… empieza a remar. Inhala… mira hacia atrás. Aquí se define todo, aquí viene el momentum. Inhala… manos a los lados del pecho. Exhala… haz fuerza con las manos y levanta el torso. Inhala…

Y así, respirando, inhalando y exhalando como tantas veces había hecho en yoga, iba acompañando los movimientos que nos habían enseñado en surf.

Cuanto más consciente era, es decir, cuanto más me concentraba, es decir, cuando realmente estaba haciendo aquello que estaba haciendo, más descubría lo que en aquel momento yo tenía para ofrecer y lo que aún necesitaba adquirir. Sabía si las manos estaban cerca o lejos del pecho. Sabía si apoyaba el pie dentro o fuera de la tabla. Sabía si en mi boca había sal o si los ojos me escocían.

Si en cambio estaba perdido, es decir, si no era consciente, es decir, si mis pensamientos estaban en el pasado o en el futuro y no en el presente, todo se sucedía de forma mecánica, a menudo torpe, sin dirección y, casi siempre, sólo volvía en mí cuando todo acababa al zambullirme en el mar tras haberme caído.

¡Anda, pero si estoy aquí!

Si me concentraba, entonces recordaba que poseía una recién adquirida técnica esperando a ser puesta en práctica, que estaba sobre una tabla, que me encontraba siendo arrastrado a merced de un inmenso mar en el que, por momentos, yo decidía dónde ir.

¿Sabes? Las veces que fui más presente, que fui más yo, las veces que miré más en mi interior en lugar de mi exterior, progresé con muchísima rapidez. Una tarde, la tarde que lo creas o no lo creas más seguí a mi respiración y a los movimientos, al terminar la clase un profesor vino hacia mí y me dijo: Ey man, you have done a great work today, congratulations. Y lo cierto es que ahí aprendí algo muy valioso, algo que creo me hizo madurar un poco más.

Gracias por leerme.

Amado Surf Camp Antonio


Donar con Paypal.

La experiencia es la madre de la sabiduría.
Desconocido.

Fuente: este post proviene de Ricos y Libres, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?
Esta información nunca debe sustituir a la opinión de un médico. Ante cualquier duda, consulta con profesionales.

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Como siempre digo, ser feliz, realmente feliz, para un ser humano es muy fácil. Lo que no es fácil hoy en día es descubrirlo y menos fácil aún es luchar contra nuestro intento continuo de no serlo, es ...

Etiquetas: Blog

Recomendamos