El título del libro sintetiza perfectamente la narración de un relato contado por una niña llamada Periquita Robles, encargada de contarle al mundo la historia de Pueblo: sus habitantes han sido dueños de aquel lugar en donde crecen los valles, las montañas y los ríos para construir una comunidad guerrera, igualitaria, culta, libertaria y espiritual que no va a rendirse ante la amenaza de la construcción inminente de una presa en el lugar para derivar el agua a la ciudad.
“Esta novela no es histórica en un sentido real. Es una utopía, aunque ciertamente muy posible, y hunde sus raíces en la historia de muchísimas gentes que dijeron no, que se alzaron y se largaron a los montes alejados, a las selvas profundas, a las montañas protectoras. Y allí construyeron sus casas y sus sueños”.
Pueblo es un lugar idílico cimentado en la igualdad entre hombres y mujeres (de hecho, el escritor utiliza indistintamente el género masculino y femenino) en donde las niñas son educadas libremente.
A través de la mirada de la protagonista el lector observa el maravilloso cuadro dibujado al detalle que el escritor pincela con cada una de las descripciones y personajes para enmarcar a una población con idiosincrasia propia basada en la educación, el respeto a la naturaleza, el mestizaje, la construcción de armas, así como gastronomía y vestimenta propias.
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