Cuando estuvimos viviendo juntos un mes y pico allá por enero, todos los días, tras despertar a las 6 y trabajar un par de horas, se iba a pasear a Pepis y a Milka.
¿Paseo corto o paseo largo Peps?
— Depende, ¿quieres hacer algo esta mañana?
Y en función de mi respuesta, Pepe y las chuchas peludas se iban a explorar entre cuarentaicinco minutos y tres o cuatro horas.
Todos los días.
Algunos días fui con ellos, y cada uno era una aventura.
Y no es un decir. No es un jajaja sí vaya aventura y en realidad era un puto día normal y corriente donde todo era exactamente igual.
Cada paseo que da Pepe es un acto de valentía en sí mismo, es un acto de exploración en mayúsculas. Cada día va por un recorrido diferente. Cada día sube a una montaña diferente. Cada día se mete por un camino diferente. Por una calle. Por un barrio. Por una finca.
Tardé sólo dos o tres días de paseo con él en darme cuenta de que, una vez más, llevaba toda mi vida viviendo una vida bastante vacía, insulsa y repetitiva.
Cada día que fui con él me asombraba algo. Cada día descubría algo. Un árbol centenario que no había visto antes. Unas vistas que siempre habían estado ahí esperando a mostrarme un ángulo del campanario o del palacio que creía imposible.
En sólo un par de semanas en mi casa, Pepe pareciera conocer el entorno mil millones (eso sin exagerar) de veces más que yo, que llevaba un par de años aquí.
Y eso me hizo sentir pequeño. Vago. Ignorante.
¿ANTONIO TÚ TE HAS DADO CUENTA EL PARAÍSO EN EL QUE VIVES?
Decía Pepe de vez en cuando tras una larga caminata.
Un día Pepe se fue pero la enseñanza se quedó y desde entonces cada día de mi vida trato de descubrir una parte diferente del lugar donde estoy, ya sea Arenas de San Pedro, Alicante, Madrid, Pozuelo, Orense o Drados.
De manera sistemática tomo caminos diferentes, a veces en círculos concéntricos expandiendo más y más el radio de acción.
Si mis ojos ya han visto ese paisaje, trato de buscar otro.
Si mis pies ya han tocado ese suelo, trato de huir de él.
Y, cada día, aparece algo nuevo ante mí, una nueva información, un aliciente para explorar, una razón más para despertar, un motivo para apagar lo electrónico y prender lo natural.
Nuestra mente siempre quiere tomar los caminos conocidos como una encubierta forma de miedo, de autosabotaje y repetición kármica, en cambio nuestro ser, que pertenece al campo de lo infinito, lo busca y se siente cómodo en él.
¿Y si me meto por un camino que no conozco y me pierdo? Piensa nuestro miedo y nuestro yo pequeño.
¿Y si no busco y exploro y conozco y me muevo y entonces seguro que me pierdo? Expresa nuestro amor y nuestra grandeza.
Deberías ver los ojos de Pedrita, mi chuchilla peluda, cada vez que llegamos a un sitio diferente. Corre tanto que, al girar en una curva, se tumba como las motos de carreras, hace quiebros, pega saltos de cervatillo alegre a lo poing poing poing. Se mete entre las plantas y las flores perdiéndose de mi vista para salir después por el otro extremo con la lengua fuera y los ojos saltones que indican que se lo está pasando bien y yo también y que está realmente viva.
Cuanto más convivo conmigo y con ella, más me doy cuenta de que los perros y su mirada son el resultado de nuestra capacidad de explorar.
A veces, cuando no quiero hacer más que el recorrido de siempre su mirada me dice: ¡Cabronazo vive! Atrévete a vivir.
Y es que, cuántas personas ven el pasear al perro como un acto tedioso y repetitivo. Cuántas llorarían si se dieran cuenta de lo que se están perdiendo cada día. Cuántas sonreirían si comprendieran que aún está en sus manos el volver a la vida.
Que se te quede pequeño.
En serio. Este es uno de mis mejores consejos.Que se te quede pequeña tu calle. Que se te quede pequeño tu barrio. Que se te quede pequeño tu pueblo. No dejes una sola fachada sin mirar. Un camino sin tomar. Un parque o un bosque o una montaña sin pisar.
Kiyosaki cuenta que se hizo rico corriendo cada día por barrios diferentes y viendo carteles de se vende que otros no veían.
Haz lo mismo. Hazte rico en todas las facetas. Explora cada día.
Que cuando llegues a casa tengas una historia que contarte, un email que escribir, una llamada que hacer, una razón de peso para no salir de casa más ese día.
Y como en casi todo… esto es aplicable a todo.
Que cuando cambies de casa sepas que no daba más de sí.
Que cuando cambies de pueblo sepas que ya no había nada que ver.
Que si cambias de país sea porque es demasiado pequeño o tú demasiado grande.
Que si cambias de pareja sea porque ya no se te ocurría más por descubrir.
Y hablando de descubrir…
Exponerte consciente, gradual y voluntariamente a tu propia incomodidad es el único secreto para obtener un crecimiento sin límites e ir ensanchando así tu potencial. Sólo tienes que recordar y tener presente que en la incomodidad está el crecimiento.