En busca del potencial. Mi primer retiro de desarrollo personal

Súbitamente comprendí que yo era el motor de mi vida, que era la fuerza creativa existente en mi interior. Por primera vez comprendí que podía crear todo cuanto quisiera: mi poder creativo estaba más allá de mi comprensión. Entonces supe que yo mismo me limitaba con las ideas y nociones que había aceptado, y reconocí que debía liberar todos mis límites, temores y expectativas. Una profunda fuerza interior me recorrió mientras gritaba dentro de mí: Recordaré esto.
William Bulhman

¿Estás contento? — Me preguntó mi madre cuando la llamé nada más salir del retiro, creo que tratando de impresionarla.

— Mucho. Muchísimo, no sé ni qué decirte.

¿Y a los demás les ha gustado, qué te han dicho?

Mamá, como (también) diría Lorca, no quiero decir, por hombre, las cosas que allí me dijeron, pues la luz del entendimiento me hace ser muy comedido.

Querido lector, querida lectora, hace unos días realicé un sueño que tenía desde hace muchos años. Quizás diez años, quizás quince. Desde que empecé a leer buenos libros de desarrollo personal y comprendí y experimenté que era posible mejorar, pensé que sería increíble que existieran lugares, campamentos, retiros o eventos donde se nos enseñara cómo progresar paso a paso en las distintas áreas de nuestra vida.

Lo que no sabía cuando tenía ese sueño es que era yo quien lo iba a hacer realidad.

Y es que no sé tú, pero yo lo que busco es ser feliz. No feliz con la salud, no feliz con el dinero, no feliz con el amor. No feliz con mis padres, mis hermanos, mis amigos, el trabajo, mis proyectos, la comida, el lugar donde vivo, sino feliz en todos los aspectos, pues ahora sé que yo soy todos los aspectos de mi vida.

¿Y sabes? ahora que ha terminado este primer retiro no sé ni cómo describírtelo para que puedas imaginar cómo fue, o mejor aún, para que quieras venir al siguiente o, incluso mejor, que te plantees el organizarlo tú.

Cómo te lo cuento. En serio, cómo te cuento que un día mientras subía aquella cuesta de tierra bajaba corriendo Miguel persiguiendo a Musgo, un border collie de peluche mitad blanco mitad negro.

Si quieres puedo decirte que Miguel es tan alto y corría tan rápido que golpeaba con fuerza el suelo y levantaba polvo, o que la lengua de Musgo colgaba de una manera muy graciosa para un lado pero, de lo que no puedo hablarte, es de aquella sonrisa que llevaba Miguel moldeada en su cara.

Una sonrisa que consiguió que al verla me entraran ganas de llorar instantáneamente, me quedara parado en mitad de la cuesta, y me pusiera a pensar que todo eso ya tenía sentido.

En mi vida he tenido muchos clics y ese ha sido uno de ellos. Comprendí en ese momento y en ese camino entre pinos y polvareda que una de las razones de vivir era crear momentos para fomentar la felicidad, la de otras personas y la mía.

Justo antes del retiro. Cuanto más doy más tengo

El viernes por la mañana, antes de comenzar el retiro, fui al pueblo a hacer unos recados. Primero pasé por una tienda a ver a una dependienta a la que había dejado un libro dos meses atrás, una mujer que siempre está feliz pero que pareciera que en sus ojitos hay también siempre colgando unas gotas de tristeza.

— Hola, ¿oye te gusta leer?

Sí, bueno.

Genial. Mira este libro se llama Padre Rico Padre Pobre, a muchas personas nos ha ayudado en nuestro camino y quizás a ti también te guste. Vengo a por el en dos semanas y si te lo has leído te traigo más. Dicen que si leemos veinte minutos cada día nos terminamos un libro en poco tiempo sin problema.

Y el viernes del retiro, tras dos meses y tras avisarla el día anterior, fui a por el libro.

— ¿Te ha gustado?

No lo he terminado. Bueno, me he quedado en el principio, no he tenido tiempo.

— No pasa nada, a mí me ha pasado miles de veces. Lo bueno es que ahora sabes que existe y cuando quieras puedes comprarlo. ¿O quieres que te lo vuelva a traer?

No hace falta, pero sí, es verdad, a ver si me lo compro.

Luego fui a una tienda a comprar un bañador, y como llevaba unas galletas en la mochila las saqué y se las ofrecí a la dependienta, a Mariano, un señor de unos ochenta años, y a Chus, la pescadera.

Sus caras se mostraban sorprendidas y agradecidas de que alguien en una tienda de ropa sacara unas galletas de algarroba con pedacitos de chocolate porque sí.

Toma una manzana a cambio de la galleta. Pues muchas gracias.

Luego fui a una tiendecita escondida a comprarme una camiseta blanca, y el dependiente, tras ver que yo miraba desde el exterior con actitud curiosa, salió a buscarme. Pasa, pasa, tío tienes una presencia curiosa.

Busco una camiseta blanca M.

Sólo tengo L, pero ¿sabes? toma, te la regalo que seguro te queda bien, tienes algo, no sé qué es.

— ¿En serio me la regalas?

Sí.

— Tú también tienes algo, yo sí sé qué es.

Y me empezó a hablar de sus padres, de su negocio, del clic de su vida, de por qué volvió al pueblo, de su dolor, de su búsqueda.

— ¿Te puedo contar algo? — le dije — . La vida es increíble. Tú me acabas de regalar una camiseta sin conocerme de nada, y creo que está relacionado con que yo hace unos minutos he sacado unas galletas en una tienda y he invitado a los que estaban ahí.

Puede ser.

Después, tras salir de la tienda me encontré con Dani, el primer alumno que venía al retiro y que había llegado unas horas antes.

Dani me preguntó días atrás si conocía algún lugar donde hospedarse el domingo al finalizar el retiro, pues vivía en Valencia y quería quedarse hasta el final.

— Pues hay hostales, hoteles, y mi casa, donde por supuesto estás invitado, mi casa siempre está abierta. — Le dije.

Recuerdo que cuando fui a responder a Dani pensé que lo que menos me apetecería al terminar dos días de enseñanzas desde las 6:30 de la mañana era hospedar a alguien que no conocía en mi casa.

Y recuerdo que tras ese pensamiento me di cuenta de que ese pensamiento no era mío, y que si era mío hablaba desde el miedo, desde la pequeñez y desde la ignorancia, y recuerdo que, por eso, no le hice caso y que, por eso, le dije:

…y mi casa, donde estás invitado.

Y ¿sabes? Dani llegó a mi casa el viernes a la mañana para comer juntos, y llegó con un maletero lleno donde había una caja gigante con al menos cincuenta pomelos de su árbol, y otra caja más pequeña con al menos veinticinco naranjas, y dos botellas de vino, y un proyector de cine para dejarme en el retiro, y una sonrisa de oreja a oreja, y una historia, y muchas enseñanzas.

Toma Antonio, esto es para ti, gracias por hospedarme en tu casa.

— Pero qué dices Dani, qué bestia eres, dame un abrazo, no sé qué decirte, gracias, gracias.

Querido lector, querida lectora, y más cosas ocurrieron esa sencilla mañana que no te cuento para no aburrirte, como por ejemplo aquel hombre en una tienda que me dejó un ordenador portátil todo el fin de semana, sin conocerme, sin pedirme mis datos, sin querer nada a cambio.

El retiro. Si quieres aprender, enseña

Justo antes de entrar por el reciento de la casa rural caí en la cuenta de que no estaba preparado y de que no sabía qué hacer. ¿Qué les voy a enseñar? Y por eso acudí a mi amigo Fran, aquel yogui que conocí en la India.

— Fran, en el pasado me diste buenos consejos para enfrentarme a mi primera clase de yoga, ¿qué me recomiendas para hacer en mi primer retiro?

Sé tú mismo Antonio. Lo que tú tienes no se puede aprender.

No sabía que esa respuesta sería la llave maestra que abriría todas las puertas del fin de semana.

Fuimos llegando desperdigados, cubriendo todo el ancho y largo de la tarde del viernes.

Es curioso, cuando hice la publicidad en instagram pensé en segmentar sólo a Madrid pues, ¿quién querría venir a un retiro que yo organizaba desde otro lugar más lejos?

Y desde Madrid, Segovia, Valencia y Granada vinieron.

Sólo leí el título y di a reservar, no sabía ni dónde era pero no importaba. — Me dijo un alumno — .

Cuando por fin llegaron todos y se suponía que el retiro oficialmente debía comenzar, aquello de ser yo mismo empezó a latir con fuerza.

¿Qué significa ser yo mismo?

Ser yo mismo significa que lo que sea que hago en la vida desde que me levanto hasta que me acuesto, lo haga de la misma forma allí con las personas que han venido para presenciarlo, sin añadir, sin quitar, sin tratar de impresionar, sin intentar parecer humilde.

Comparte lo que sabes, sea mucho o poco. No te guardes nada por liviano que parezca mientras haya alguien dispuesto a escuchar. Simplemente piensa que si a ti te ha servido lo que has recibido, es posible que a otros también les sirva. Tú no puedes ayudar a nadie pero puedes esforzarte en transmitir las cosas de la manera más sencilla posible para que ellos, si lo entienden, sean capaces de ayudarse a sí mismos. — Me digo — .

¿Que qué quiero decir?

Pues que cuando la lluvia cae sobre las plantas, esta no pretende hacerlas crecer. Cuando el sol expande sus rallos por el universo, este no pretende que lleguen lejos o que calienten nuestros cuerpos.

Del mismo modo que la naturaleza se limita a hacer aquello que sabe, sin expectativas de ningún tipo, también nuestro papel en la vida es el de dar sin preguntarnos para qué, pues dar es un fin en sí mismo.

Da tu energía Antonio, — me digo — , no preguntes, no esperes, no proyectes, sólo concentra tu atención en dar tu energía de la manera más fluida posible.

Y eso, precisamente eso, es lo que aprendí en el retiro, eso es para mí enseñar.

Las enseñanzas

¿Que qué enseñé en el retiro? pues lo mismo sobre lo que escribo en este blog y lo mismo que trato de hacer cada día de mi vida: herramientas y pasos prácticos para ser más felices, descubrir quiénes somos y empezar a comprender nuestra grandeza como seres humanos.

Eso es todo.

En lugar de contarte qué enseño, pues eso ya lo puedes leer aquí, te digo lo que me dijo Fernando: Antonio, antes sospechaba que tenía un potencial, ahora tras tu retiro lo he descubierto.

Y es que yo sólo enseño a descubrir nuestro potencial, pues cada vez estoy más convencido de que es lo único que necesitamos aprender.

Nuestro potencial de amar, de crear, de admirar, de ayudar, de sentir, de reír.

Todo lo demás es ruido.

Buah qué maestro

Hubo una persona que me llamó maestro. Pero no en plan buah tío qué maestro, sino en plan con lágrimas en los ojos mirándome fijamente y tras decirme llevo cuarenta años dando y recibiendo clases de yoga y por aquí han pasado innumerables grupos y puedo decirte de corazón que lo que tú haces es diferente, eres un maestro, ¿sabes a quién me recuerdas? … (esos puntos suspensivos me los reservo para mí).

Eso está bien.

Está muy bien que haya personas que piensen que lo que hago es bueno, o incluso muy bueno, del mismo modo que debe haber otras millones que piensen que lo que hago es malo, o muy malo.

Lo importante aquí Antonio, y digo Antonio porque esto va sólo para mí, es que no te lo creas, pues no hay un camino más recto para dejar de ser un maestro, que el de creer que eres un maestro.

Desde el mismo momento que escuché esas palabras me di cuenta de que una de las mayores trampas para un ser humano es la trampa del éxito.

If you can meet with Triumph and Disaster

And treat those two impostors just the same.

Rudyard Kipling

No sé dónde leí una vez algo como he visto a innumerables personas levantarse tras un fracaso, pero a muy pocas levantarse tras un éxito.

¿Y qué quiere decir eso? Pues que cuando te sientes observado empiezas a caminar diferente. Cuando crees que has dejado de ser un alumno para convertirte en un maestro, es cuando ya no puedes enseñar. Cuando dejas de entender que la vida es una cadena de eslabón a eslabón donde absolutamente todos somos maestros y alumnos al mismo tiempo, rompes el patrón.

Por eso nada más terminar el retiro me he apuntado a mi siguiente Vipassana, he redoblado mis esfuerzos por aprender yoga, y he comprado varios cursos.

Espero que la próxima vez que alguien me diga que soy un maestro yo pueda decir con franqueza: Si crees que soy un maestro, espera a verme cómo soy de buen alumno.

Abriendo el corazón. La clase de yoga final

Para concluir el retiro invité a Harmony Hannigan, una verdadera yoguini mitad inglesa mitad española que vive por Gredos.

Recordad que yo NO soy profesor de yoga o meditación — Les decía cada día a los alumnos — . Yo os puedo quizás transmitir la esencia, la herramienta, pero mi labor aquí es mostraros un camino para que vosotros lo transitéis, nada más.

Y es que desde el día uno que empecé a enseñar yoga siempre he tenido un absoluto respeto por los verdaderos profesores que he conocido en mi vida, pues un yogui conoce tus músculos, tus huesos, tus emociones y tus energías de una forma en la que, me creas o no me creas, puede cambiarte la vida con una sola sesión.

Harmony nos guió durante casi dos horas de una forma maestra hasta que todos los allí presentes estábamos bañados en sudor y lágrimas de felicidad, mirándonos observándonos unos a otros, comprendiéndonos y sintiendo respeto y confianza.

La despedida

Sólo os quiero decir una cosa más: si al finalizar este fin de semana pensáis que yo soy más grande, o que tu compañera o compañero es más grande, pero no piensas que TÚ eres más grande, nada de esto ha tenido sentido.

Si tras estos dos días y al llegar a casa no sabes cómo mejorar, qué practicar, qué senda tomar para crecer, no he cumplido mi propósito.

Sólo si has empezado a comprender tu grandeza y sabes que con esfuerzo y voluntad puedes expandirla, mi árbol está empezando a dar su fruto, mis enseñanzas empiezan a ser valiosas.

Gracias por leerme.

Y a vosotros, Collie, Musgo, Lola, Ana, Pilar, Carolina, Paula, Íñigo, Miguel, Fernando, Dani, Harmony, Paqui, Manuel, Jose, gracias de corazón por haber hecho esto posible.

Oye Dani, no te olvides de tu proyector. — Le dije el lunes, antes de que tomara rumbo a su casa de Valencia — . ¿Mi proyector? Tu proyector, quieres decir. Yo hace tiempo que no lo uso, y tú le vas a dar mucha mejor vida. Antonio, algún día te devolveré lo que me has dado.



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