Verás.
Hubo un momento de mi vida, hará unos 8 años que me puse malo.
Pero no malo de un día.
Estuve malo tres meses.
Vamos.
Que todo lo que comía lo devolvía como hace el cajero automático con una tarjeta que no funciona.
Y la verdad que pasé miedo.
Mi cuerpo estaba tan acelerado que dijo basta con una enfermedad.
Y de una semana a otra, todo lo que comía dejé de poder comerlo.
Me diagnosticaron gastritis por estrés.
Entonces, es cuando realmente sentí miedo a perder mi salud para siempre, cuando antes la daba por hecho.
Porque algo tan básico como comer macarrones, un trozo de chocolate o fruta, lo echaba fuera como si de mi boca salieran las cataratas del Niágara.
A ver.
No tan exagerado, pero parecido.
Sin embargo, si miro atrás puedo decirte que ese miedo me cambió la vida.
Porque me alimentaba peor que un náufrago.
Entre bollos, dulces, pizzas, cervezas, más bollos y más dulces de nuevo, llegué a un agujero de no retorno y me asusté de verdad.
Asique el miedo a perder algo valioso para mí, como era alimentarme y tener energía para hacer deporte y cosas que me gustaban, se volvió una prioridad.
Porque cuando encaras tus miedos sin esperar a que te estallen en la cara como una pompa de jabón,
ganas la flexibilidad psicológica suficiente para crecer como persona y vivir como de verdad valores hacerlo.
Aunque pueda ser doloroso al principio.
Y yo me dedico a eso en Sesiones Online
Porque veo que son mucho más efectivas para cambiar de forma real, que leer post de Instagram sobre desarrollo personal de un montón de gurús o coachs de la vida.
Que pases un gran lunes.
Rubén
PD. Para cita conmigo es arriba.