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Mi hermana Diana luchó contra la leucemia con valentía y dignidad, pero su historia no se limita solo a eso. También vivió intensamente, bajo sus propios términos y persiguió sus sueños con gran entusiasmo y decisión.
Esta es la lección que me deja la vida de mi hermana. Si bien es cierto que su partida prematura dejó muchos proyectos inconclusos y sueños sin realizar, también es cierto que logró muchas de las metas que se propuso.
Ella viajó. Fue a Disneylandia, a París, a Nueva York, a Las Vegas, a Australia. Tuvo experiencias inolvidables. Caminó en el Gran Cañón, cantó en la Ópera de Sydney, se lanzó desde un avión, se hizo tatuajes. Estudió. Se graduó. Aprendió a hablar inglés, francés y alemán. Fue diseñadora, fotógrafa y maestra. Conoció al amor de su vida y se casó con él. Tuvo tantas amistades que no cabían en el salón donde la despedimos.
Ella vivió como si no hubiera mañana. Y quizá para ella no lo había, pero eso ella no lo sabía. En un corto tiempo, logró hacer más cosas que mucha gente en una larga vida.
Solo tenemos una vida, que tal vez sea corta o larga, pero hay que aprovecharla. Solo tenemos una sola oportunidad de vivirla. Por eso, hay que vivirla al máximo. Persigue tus sueños y alcánzalos. Realiza todas las metas que puedas antes de que llegue el momento de partir.
Eso es lo que me enseñó mi hermana Diana, y es el mejor consejo que podría recibir en la vida.
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