La sauna, de origen finlandés, representa una tradición muy arraigada en ese país que responde al hecho de que existan dos millones de saunas para cinco millones de habitantes. Esta práctica se introdujo en el país hace más de 7.000 años, con una ubicación cada vez más frecuente en mansiones de principios del siglo XX, que construían este habitáculo cerca de lagos o ríos.
Este lugar, utilizado para una purificación física, también era asociado a la limpieza espiritual, siendo el lugar donde las mujeres daban a luz o donde se preparaban los cadáveres para ser enterrados. Algo parecido ocurría con el baño turco o hammam, considerado lugar de encuentro social frecuentado por las mujeres del harén del palacio, acompañadas por sus sirvientes.
La construcción era diferente según el sexo al que iba destinado.
Salud a través del calor
El icono de salud finlandés trabaja a una temperatura de entre 80º C y 100º C y con una humedad cercana al 15%. Este pequeño cuarto es de madera e incluye gradas para sentarse, obteniendo la temperatura indicada a través del calentamiento de piedras areniscas que son alimentadas por resistencias eléctricas que llegan a la incandescencia.
Entre sus principales beneficios se señala su capacidad para ejercitar el sistema cardiovascular, incrementando el ritmo cardiaco, al dilatar los vasos capilares por el calor, así como para eliminar toxinas como consecuencia de la apertura de los poros. Todo esto permite desechar impurezas a través de la sudoración. También ayuda a mejorar la respiración despejando las vías respiratorias y haciendo la mucosidad más fluida, e incluso es capaz de aliviar algunas dolencias articulares.
Sus adeptos aseguran que es muy útil contra el dolor provocado por la artritis y que resulta ideal para preparar el cuerpo y la piel para ciertos tratamientos terapéuticos y estéticos. Además de esto, tiene otros beneficios como ayudar a recuperar los músculos y el organismo después del ejercicio, y puede llegar a ser un buen remedio contra la celulitis.
El baño turco
En estos lugares, la temperatura es progresiva en función de la altura. Mientras que a ras del suelo la temperatura suele ser de entre 20º C y 25º C, a metro y medio de altura sube hasta los 40º C, llegando a los 50º C a la altura de la cabeza. Todo ello con una humedad del 90 %, lo que produce el efecto 'niebla'.
Comparte con la sauna muchas características, ofreciendo otras ventajas como la de contribuir a la limpieza de los genitales femeninos y la facilitación de la secreción del flujo vaginal, además de aliviar los dolores de la menstruación debido a la acción del calor. Los expertos afirman que también relaja el sistema nervioso ya que es menos estresante para nuestro cuerpo que la sauna.
Cuestión de diferencias
Pese a cumplir objetivos muy parecidos, existen diferencias entre la sauna y el baño turco, siendo principalmente el sistema de calor utilizado. Mientras que el de la sauna es seco y elevado, el del hamman presenta una temperatura más baja con más humedad.
Independientemente de esto, la reacción de nuestro cuerpo es la misma: cuando la temperatura externa al cuerpo es superior a la de éste, el organismo suda para refrescarse, emitiendo líquido a través de los poros dilatados. Este sudor dispersa el calor al evaporarse. En cambio, en el caso del baño turco, no se suda porque el vapor del agua hace la función de dispersión de calor.