La psicología de los colores y las emociones, poseen una gran influencia en nuestros sentidos, afectos y actos de la cotidianidad presentada. Los colores que tenemos a nuestro alrededor pueden cambiar e intervenir en nuestra manera de comportarnos. De hecho, las múltiples metáforas que existen relacionadas con las diferentes tonalidades que podemos encontrar en nuestro mundo, son un claro hecho de que al expresarnos, al pensar y al sentir estamos siendo claramente influidos por los colores.
Éstos, tradicionalmente, han venido desempeñando una labor que hace que hoy se les pueda catalogar con diversos conceptos y formas de actuar. Los colores más fríos del espectro lumínico se adentran en unas características muy profundas y metafísicas de nuestro ser.
Verde: naturaleza viva
Es vivificante, especialmente si tiende más al amarillo que al azul. La naturaleza exhibe con profusión infinidad de variantes del verde, pues éste, según los egipcios y los chinos, es el color de la naturaleza y corresponde a la nota musical Fa de la escala de Do. Es el color de la vegetación y del crecimiento y está asociado al azul de las aguas de los ríos y los mares. Es un tono frío que evoca la humedad, las aguas primordiales (llamadas las grandes verdes, en Egipto), pues es el contrario del rojo.
La oposición que hallamos entre fuego y agua existe entre el rojo y el verde. Es también el color de la regeneración de la naturaleza, de la primavera, de la armonía de los opuestos, de la frescura, de la fertilidad, de la vida eterna y de la salud. La esperanza, la sinceridad, la estabilidad emocional, la protección y el autocontrol son otros de los conceptos que simboliza el verde.
Para Shakespeare es el color del amor, de la unión de las almas gemelas si es verde esmeralda; o el de la envidia y los celos (que el dramaturgo representa como un demonio de ojos verdes), los deseos impuros, la ambición insana, cuando es verde oscuro. Evoca la enfermedad, la cobardía y la discordia cuando es un verde amarillento sucio. En esta faz negativa el verde sugiere la putrefacción y es asociado a Saturno y a la Luna (en los Mosaicos Romanos el Día de la Luna, el Lunes, era representado de color verde). Para personas desequilibradas, el color verde puede ser peligroso: los enfermos mentales se agitan cuando tienen que vivir en el campo o rodeados de verde, es un color que puede llevar a estas personas al suicidio.
Azul: el tono de la calma
Es profundo y místico, evoca serenidad, lejanía y poder calmo (era el símbolo de Osiris, en Egipto y de Zeus, en Grecia). Es el tono de la confidencia y la lealtad, de la armonía celeste, de la sabiduría, la verdad y la estabilidad sin cambios. Calma la mente y el cuerpo, favorece la reflexión profunda, inhibe el apetito y lentifica el metabolismo. Nos hace olvidar nuestras luchas y dolores, sosiega la angustia y la ansiedad, y favorece el desapego con las ataduras del mundo.
Es el color del conocimiento, de la escolástica y en la Edad Media simbolizaba la piedad. El azul celeste está asociado a la comprensión, la salud, la suavidad y a la precisión (usado, por tanto, para representar productos de alta tecnología, y en general, todo lo novedoso que se quiere que inspire confianza). El azul oscuro sugiere elevación, vida interior, profundidad mental, integridad y seriedad. Es el color de la noche y de los místicos anhelos.
Violeta: el color más místico
Es el color de la espiritualidad, con un tinte de melancolía. En la rueda cromática nace del rojo y del azul, el rojo de la violencia y de la pasión es apagado por el azul. Simboliza la mística resurrección, del pasaje del rojo de la vida a la inmortalidad del azul. De ahí, quizás, la importancia de este color en la Semana Santa, fecha en la que los altares se cubren con paños de este color. Representa la modestia, precisamente, el significado de las violetas en el lenguaje de las flores. Está asociado a la sabiduría oculta, a la nobleza, a la dignidad, al sentido ceremonial de la vida, a la cortesía y al protocolo, a la realeza, a la independencia, a la magia y al misterio.
Sucio se asocia a la lujuria. Es, como color, tan raro en la naturaleza que se vincula a la excentricidad y a todo aquello 'que no es de este mundo'. Está vinculado a la influencia de la Luna sobre la vida en la Tierra, el color de los rayos de luz que permanecen durante la noche, y que se van a convertir en rosa al amanecer. Es uno de los tonos preferidos por las adolescentes, por ese misterioso vínculo entre la espiritualidad, la originalidad y la necesidad de identificarse con un ejemplo vivo y también con la sensualidad, la arrogancia, la delicadeza y el sufrimiento por una causa elevada.