Uno de los principales problemas retos de mi mente ha sido, desde hace bastante tiempo, la lluvia excesiva de ideas.
Me explico: desde siempre he sido una persona con mucha imaginación e inventiva, siempre con ideas nuevas y alternativas para casi todo. A cada situación, circunstancia o proyecto que se me presenta, voy teniendo ideas, ideas y más ideas durante días.
A priori esto es estupendo. Y sí, lo es. Refleja, entre otras cosas, creatividad. Y me encanta ser una persona tan creativa. El problema La parte no tan buena llega cuando me creo capaz -o pretendo- hacer todas esas imágenes mentales realidad. O al menos las que no son descabelladas. Y no sólo eso, sino que quiero hacerlas estupendamente bien.
Es en estos puntos en los que tengo que estoy tratando de mejorar.
De la trampa de la perfección ya hablé en este post y es algo en lo que me estoy cultivando más. Pero ojo, que no me refiero a hacer las cosas a la ligera justificándonos en que “hecho es mejor que perfecto”. Lo que quiero decir es que, por supuesto, hay que hacer las cosas bien procurando dar lo mejor de nosotros y mejorando en cada paso, pero sin que la perfección se convierta en un lastre.
Sin embargo, lo de interiorizar que las ideas son sólo eso: ideas, pensamientos, conceptos, propuestas, etc. y que no porque se me ocurran quiere decir que tenga que convertirlas en realidad… En eso aún me queda camino por recorrer.
Para mí esa lluvia de ideas constante es, en muchas ocasiones, sinónimo de exigencia, nervios, estrés, inquietud… Inconscientemente mi tendencia natural es prestarles atención y ver de qué manera las puedo llevar a cabo. Y claro, con tanto ir y venir de posibilidades, mi cabeza no para de dar vueltas impidiéndome concentrarme y avanzar en lo que realmente quiero.
Nada fuera de la normalidad y que no le pase a más personas, estoy segura. Pero me resulta muy incómodo. Así que me he propuesto mejorar ese aspecto y aprender a desconectar y relajar la cabecita.
Como decía antes, me queda camino por delante, pero eso sí, voy viendo avances. Poco a poco voy aprendiendo a calmar la mente. Y no sólo en esta circunstancia, sino en muchas más: problemas de trabajo, conversaciones ingratas, recuerdos poco deseables, estrés, compromisos… Aunque como en mi caso mi talón de Aquiles es el exceso de ideas creativas, de momento me he centrado más en este punto.
Estrategias para calmar la mente cuando las ideas me desbordan
Dejar de apuntar las ideas. Creo que es justo lo contrario de lo que suelen recomendar. Pero como estoy cansada de tener libretas y papeles por todas partes recordándome todas esas ideas “maravillosas” que no he llevado a cabo -con todas sus “cosas que hacer” y pasos a seguir para hacerlas realidad-, de un tiempo a esta parte he decidido dejar de hacerlo. Simplemente las dejo ir. Que mi ideas se vayan como mismo han llegado. Al fin y al cabo, creo que si realmente son tan estupendas, volverán a venirme en mente. Es algo así como hacer una especie de “selección natural” de mis ideas. Si vuelven más adelante, cuando sea el momento oportuno, estupendo. Si no vuelven, ojalá lleguen lejos, hasta alguien que esté dispuesto y preparado para hacerla realidad.
Compartir las ideas con alguien que creo que le puede interesar. “Regalar” mi idea a alguien que creo que le vendría bien o que encaja con ella me hace más fácil la tarea de dejarla ir. Es como que, por lo menos, no he dejado que “muera” en el olvido, sino que he sembrado la semilla por si a la otra persona le sirve para darle una vuelta, hacerla suya y aprovecharla. Eso sí, en su mano queda si quiere regarla o no… (Reflexión mientras escribo: ¿es esto un poco egoísta por mi parte? parece como que escurra el bulto y deje la responsabilidad en otra persona… Sea como sea, como estrategia me funciona. Me libera de carga.)
Parar, respirar, relajar. Esta es, sin duda, la estrategia que más beneficios me está aportando. Cuando siento que mi cabeza empieza a ir a mil, saltando de idea en idea y fantaseando sin fin, me “obligo” a parar y dedicarme un tiempo para darme cuenta de lo que está pasando. Aprovecho para respirar un par de veces y para relajar cuerpo y mente, y cuando noto que el torbellino ha bajado de intensidad, vuelvo a lo que estaba haciendo.
A esta última estrategia, además, tengo que agradecerle que me haya aportado tanto como para lanzarme a escribir un libro en el que compartir algunas propuestas para animarnos a dedicarnos un ratito cada día a parar, mirarnos y cuidarnos, y a poner en marcha un proyecto de Inteligencia Emocional con la Asoc. Proyecto Sencillo relacionado con él.
Por supuesto hay muchas estrategias más para calmar la mente cuando sentimos que entra en “modo torbellino” -sea por lluvia descontrolada de ideas, como en mi caso, o por cualquier otro motivo- pero estas tres son las que mejor me funcionan a mí cuando tengo “exceso” de creatividad.
¿Tú también eres de "exceso de ideas" o tu mente entra en "modo torbellino" por otros motivos? ¿Cuáles son tus estrategias para traer la mente de nuevo a la calma?
Por cierto, lo de las palabras tachadas del inicio del texto es otro ejercicio personal para tomar conciencia del lenguaje que utilizo (estoy intentando que no sea tan “dramático” o negativo). Espero que no te haya resultado muy incómodo…
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