El alcoholismo es uno de los grandes problemas de salud en la actualidad, y afecta tanto a nivel social como a nivel económico a las personas que lo padecen. Esta afección es la principal causa de más de la mitad de los accidentes de tráfico y otros sucesos trágicos.
En general, un gran número de muertes están relacionadas con el alcoholismo, muchas de las cuales se producen por las complicaciones propias de la enfermedad. Actualmente, los programas de tratamiento ofrecen una alternativa a las personas alcohólicas y una esperanza de recuperación, pero lo cierto es que las estadísticas son alarmantes, hasta el punto que la Organización Mundial de la Salud está intentado tomar cartas en el asunto para reducir los efectos del alcohol.
Veneno para el cuerpo
La ingesta de alcohol es una costumbre y un acto social para muchas personas que no implica mucho más que sentarse a hablar con los amigos mientras se toma una copa. El problema es cuando este acto se vuelve repetitivo y abusivo. Con el tiempo puede provocar enfermedades muy peligrosas e incluso mortales. Precisamente, quitarle importancia al tema y no asumir que se trata de una droga tan peligrosa o más que las demás, es lo que hace que aquellos que beben con asiduidad no se den cuenta que están volviéndose adictos y no pidan ayuda a tiempo.
El alcoholismo es una afección crónica y progresiva. No debe confundirse con un síntoma de otras dolencias o con la manifestación de problemas emocionales. En el cerebro, el alcohol interactúa con centros responsables del placer y de otras sensaciones deseables, lo que provoca que después de la exposición prolongada al alcohol, el cerebro se adapte a los cambios producidos por éste y se vuelva dependiente de ellos. Para las personas que padecen alcoholismo, el beber se convierte en algo imprescindible para desarrollar las actividades cotidianas, como puede ser relacionarse con otras personas o acudir al trabajo.
Entre los males más frecuentes que provoca el alcoholismo se encuentran diversos trastornos muy peligrosos como la pancreatitis o la cirrosis hepática, pero además puede empeorar y ser la causa de otras dolencias que van degradando el organismo del afectado y reduciendo su calidad y esperanza de vida. Además, los factores psicológicos que se manifiestan pueden mermar gravemente la forma de relacionarse del enfermo, produciendo un rechazo social.
?Qué provoca el alcohol?
Los síntomas más frecuentes son la pérdida de control con incapacidad de interrumpir o reducir el consumo de alcohol, sufrir episodios de pérdida de memoria o mostrar actitudes violentas asociadas a su consumo. Con frecuencia, las personas que tienen dependencia beben solas en casa o se esconden para hacerlo, poniendo cualquier excusa para demostrar que tienen un motivo para ingerir bebidas alcohólicas. Además, se produce un deterioro en las relaciones sociales y familiares y en la responsabilidad laboral.
En cuanto a las señales puramente físicas, el bebedor habitual presenta náuseas, vómitos, sudores, dolor abdominal y calambres. Pueden aparecer manchas o rojeces causadas por capilares dilatados, especialmente los de la cara. Es muy común también padecer confusión, temblores, cansancio inexplicable, incapacidad inusual para conciliar el sueño y pérdida de apetito, incluso intolerancia a toda la comida. En los casos más graves pueden aparecer alucinaciones, taquicardia, convulsiones y desvanecimiento. Se recomienda acudir a un hospital o llamar a una ambulancia en el caso de que haya hemorragia o pérdida de la conciencia.
Prevención y tratamiento a largo plazo
Para tratar el alcoholismo el primer paso es que el paciente asuma que tiene un problema y que quiere solucionarlo. Como ocurre en la mayor parte de las drogodependencias, lo más difícil precisamente es que el enfermo se de cuenta dé que está poniendo en peligro su salud y que quiera ponerle remedio por sí mismo y no sólo por presiones externas. Esto no quita, evidentemente, que la ayuda de los allegados sea imprescindible. Siempre se le debe apoyar con paciencia y comprensión y sin culparle de su adicción.
El proceso de desintoxicación es difícil y más se sufre mucho con su desarrollo. Como el resto de las drogas, el alcohol produce un terrible síndrome de abstinencia, incluso en aquellos que no son adictos. Por ello, el tratamiento ha de ser paulatino y supervisado por un especialista. En algunos casos, para reducir la ansiedad, se suelen recetar sedación para controlar y aliviar los síntomas de la abstinencia. Esta etapa suele durar alrededor de una semana y pueden producir desórdenes en la alimentación, depresión y otros problemas físicos que deben ser adecuadamente vigilados.
Tras superar esta fase, se suelen recomendar programas de rehabilitación de carácter psicológico para ayudar al paciente a superar la tentación de volver a beber y evitar así una recaída. Suelen ir enfocadas al conocimiento de la enfermedad, que puede realizarse en reuniones de ayuda en grupo. También se puede intentar que el alcohólico supere su dependencia a través de una terapia de aversión que utiliza pequeñas dosis de compuestos químicos para que, a la hora de ingerir alcohol, éste cause repugnancia.