Robin Williams
Las últimas semanas están siendo como una tormenta en alta mar.
Cientos de suscriptores nuevos. Decenas de emails. Peticiones.
Cuando te expones a grandes movimientos en tu vida, si no tienes un ancla, te tambaleas. Cuando te expones a la fama, muchas personas te requieren. Muchas quieren un poquito de tu tiempo. Muchas quieren, con buenas intenciones, compartir el suyo contigo para nutrirte.
Quieren pagarte. Quieren cobrarte. Quieren consejos. Quieren simplemente hacerte saber que existen.
Eso es respecto a los demás.
Respecto a uno mismo, es mucho peor, mucho más difícil. Tu ego puede hacerte creer que eres alguien. Que eres importante. Que ya has llegado a donde tenías que llegar.
Y no hay nada más peligroso para el crecimiento infinito, que el creer que has llegado a algún lado.
En la india, Siddhartha, aquel profesor de filosofía, me dijo una vez:
Para crecer muy alto tienes que tener unas profundas raíces.
Si un árbol se eleva al cielo pero sus raíces son débiles, cualquier viento (cualquier marejada), lo derribará.
He visto a personas ganar 9.000 € al mes creyéndose Warren Buffett.
He visto a personas con un músculo de un centímetro mirarse al espejo y en el reflejo ver a Conan.
He visto a personas con dos peticiones de mentoría en un día, creerse Tony Robbins.
Todas esas personas que he visto son muchas, pero también soy yo.
¿Y sabes? Apostaría a que ni Tony Robbins se cree Tony Robbins.
Esto funciona así:
Mi ignorancia, el famoso ego, me hace creer que soy importante. Y al creer erróneamente que he llegado a mi destino, me detengo, no sigo explorando y por lo tanto me pierdo todo lo demás.
Mi entrenamiento en meditación me hace ver que no soy importante. Y al saber que me queda todo aún por recorrer, que esto no ha hecho más que empezar, puedo seguir creciendo de manera indefinida.
La sabiduría es saber que no soy nada. El amor es saber que soy todo. Y entre los dos se mueve mi vida. Nisargadatta Maharaj
Si pones puertas al campo, no podrás subir las montañas y tocar las nubes.
Si construyes una casita baja para tu árbol, nunca sabrás hasta dónde puede llegar sus ramas más altas y el crecimiento de su tronco.
Por eso, cuando en tu vida veas una marejada, cuando en tu vida te creas importante; medita. Como dije hace no mucho, conviértete en un submarinista de tu mente y baja a las profundidades, al subconsciente y, si puedes, más allá.
Ve allí donde todo está en calma. Acércate lo máximo posible a aquel lugar donde nada vibra.
Así, cuando salgas otra vez a la superficie estarás tranquilo aunque todo a tu alrededor sea tempestad. Las tormentas no te tumbarán. Tus pies estarán en la barca pero tu mirada clara estará siempre oteando a la lejanía, al infinito.
Sólo así, descubrirás a lo que has venido, encontrarás tu potencial.