La figura del Acompañante Terapéutico (AT) se va formando a partir de la clínica misma, de una necesidad de cubrir espacios vacíos en tratamientos tradicionales. Se presenta como alternativa de atención, en el caso de pacientes con trastornos graves, en crisis, o en internaciones, que se da de una manera más personalizada y acotada a una estrategia específica. Se mueve entre una práctica cotidiana y la posibilidad constante de la emergencia.
No obstante, aunque los contextos en los que trabaja son cotidianos, toda relación terapéutica supone una condición extra- ordinaria y excepcional. Es decir, aunque el contexto sea cotidiano, la situación es excepcional.
El AT es un agente en formación continua, que incursiona en distintas disciplinas para adquirir herramientas, instrumentos y técnicas que le permitan responder de una manera óptima a situaciones que puedan presentarse. Entre algunas de las incumbencias que tradicionalmente se espera del AT, mencionamos:
Intervenir en los casos que es indicado.
Trabajar con patologías graves de la vida de relación, dentro de un equipo interdisciplinario.
Contribuir a la realización del diagnóstico diferencial como auxiliar y colaborador del equipo profesional.
Acompañar al tratamiento de la enfermedad y la relación del paciente y/o su grupo con el tratamiento.
La contención vincular.
Ser capaz de evaluar una emergencia cuando ocurre de modo imprevisible durante un acompañamiento.
Es un AT competente aquel que se forma e informa constantemente. Los tratamientos propuestos deben tener objetivos altos; aplicar de lo que se conoce y 2 lo que está a disposición, lo mejor; elegir el más corto posible dentro de los tratamientos indicados, sin sacrificar la calidad de los resultados a mediano y largo plazo. Por todo esto debe especializarse en "los medios instrumentados" en vez de esperar resultados, evitando limitar las posibilidades de los pacientes a las propias limitaciones del equipo tratante.
Función del Acompañamiento Terapéutico
La función del AT en un tratamiento no se puede definir a priori. Sólo se lo puede hacer en relación a una estrategia de un tratamiento, y se irá delineando en relación a la evolución de éste y a las particularidades de cada caso. Pero, dentro de las funciones más comunes podemos citar:Interpretación lo más técnica posible de los signos que manifiesta el paciente, de la situación, del lugar, del grupo familiar y de amigos que lo frecuentan, de la institución que lo alberga (si se hallase internado), de todo lo que hace a su entorno. Siempre según sea las indicaciones y orientaciones del equipo dentro del cuál trabaja.
Ser un interlocutor preferencial dentro del equipo tratante dado el tiempo y las vivencias compartidas con el paciente. La particularidad de su encuadre de trabajo y el campo patológico donde es convocado.
Manejarse siempre por dos vías simultáneamente: la intervención y la investigación. Incluso las urgencias obligan a actuar de este modo. Nunca debe intervenirse sin saber porque, y no puede saberse, si no se indaga correctamente sobre la situación que se aborda.
Trabajar para que el tratamiento no se interrumpa, ni bruscamente ni por la inercia del acostumbramiento y la dependencia. El tratamiento debe desarrollarse, no sólo durar. Trabajar contra la tendencia del rechazo y la dependencia del tratamiento.
Ser un mediador que posibilite tratamiento conseguir sus objetivos.
Promover la contención de la enfermedad y los efectos de esta en la vida de relación del paciente a lo largo del tratamiento.
Contribuir con su quehacer a que la enfermedad entre en remisión.
El acompañante terapéutico es acompañante de un tratamiento, un terapeuta en la cotidianidad, reaviva principios básicos de la práctica terapéutica. Su fundamentación se encuentra en la practica clínica, en la patología misma, en los modos concretos de su manifestación y no en marcos teóricos abstractos. El rol del acompañante terapéutico tiene su especificidad, encarnada en una multiplicidad de modos heterogéneos que no pueden ser definidos, desde un lugar común, sino a partir del ámbito donde el lugar del acompañante terapéutico es desplegado; parte de la inserción del un campo particular del tratamiento clínico, abriendo en el seno del mismo la posibilidad de incluir dimensiones, perspectivas y posibilidades nuevas, operando como un margen dentro del marco de un plan de trabajo interdisciplinario y multifacético.
El acompañante terapéutico siempre trabaja en equipo. Este es un espacio donde se reciben y se gestan relaciones transferenciales en el interior mismo del grupo, en los atravezamientos y las interrelaciones que supone. La regla y el modelo que mayor eficacia terapeuta demostraron, en este tipo de clínica, es el del abordaje múltiple. La referencia de abordaje múltiple coloca en el centro de los tratamientos la multiplicidad, que convoca como lugar desde donde pensar la especificidad de los procesos transferenciales.
En todo acompañante terapéutico se dan dos movimientos ambos establecidos transferencialmente. La especificidad, lo especifico de las patologías y las transferencias que se ponen en juego, a la par de las dinámicas grupales e institucionales, como así también las del equipo, que implica modos de presencia en el acompañante terapéutico. Este constituye un lazo donde no solo hay un movimiento de ida desde el paciente hacia nosotros, sino que hay un ir desde nosotros hacia el paciente para que algo del orden no constituido pueda emerger, y el paciente pueda empezar a aparecer como sujeto.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.