Se conoce como prolapso uterino o hernia del suelo pélvico a la caída o deslizamiento de la matriz, desde su posición normal hacia el área vaginal pudiendo llegar a ser muy molesto. Según la localización del útero existen dos tipos:
Prolapso uterino leve: cuando el cuello uterino baja hasta la parte inferior de la vagina.
Prolapso uterino moderado: cuando el cuello uterino baja por fuera de la abertura vaginal.
Causas
La causa más común de prolapso uterino es el desgaste o debilitamiento de los músculos que sostienen el útero en la pelvis, lo que provoca que éste se caiga hacia la zona vaginal inferior. Habitualmente eso se presenta mayormente en las mujeres que han pasado por el proceso de haber realizado unos o más partos naturales a causa del esfuerzo utilizado.
Además, existen otros motivos por los que, directa o indirectamente, puede darse un prolapso de este tipo:
Envejecimiento natural de la musculatura y los ligamentos de la zona.
Falta de estrógenos tras la menopausia.
Enfermedades o factores externos que provoquen presión en la zona como la tos crónica o la obesidad.
Tumor pélvico, aunque en muy raras ocasiones.
Por otra parte, aunque no provoca la aparición de esta enfermedad femenina, el estreñimiento crónico y el esfuerzo asociado a este pueden empeorarla.
Síntomas
La mayoría de las mujeres con prolapso uterino leve no tienen síntomas molestos, pero en casos más graves pueden darse algunos como:
Relación sexual difícil o dolorosa.
Aumento de la necesidad de orinar.
Lumbago.
Infecciones vesicales repetitivas.
Sensación de pesadez en la pelvis.
Sangrado vaginal inesperado.
Aumento del flujo vaginal.
Tratamiento
Tras realizar el diagnóstico a través de un examen pélvico, el ginecólogo tomará la decisión de si es necesario o no un tratamiento, y de ser así en qué consistirá. Según la gravedad de la situación existen tres vías posibles: cambios en el estilo de vida, la colocación de un pesario vaginal o la cirugía.
Varios de los sistemas producidos pueden ser controlados o prevenidos por medio de cambios del estilo de vida, ya sea dejar de fumar para prevenir una tos crónica, perder peso o tratar de mantenerlo equilibrado, no levantar objetos muy pesados, entre otro.
Otra alternativa son los pesarios vaginales, unos dispositivos de plástico de forma circular que se colocan en el interior de la vagina y que ayudan a mantener el útero en su lugar. Los hay de muchas formas y tamaños para adaptarse a la forma de cada mujer y pueden ser usados de forma temporal o permanente. Debe mantener un mantenimiento adecuado para asegurarse de que está trabajando perfectamente, por lo que se debe ir continuamente a su médico para realizar esas revisiones.
Lamentablemente, a pesar de sus beneficios también aporta algunos efectos negativos como:
Flujo vaginal maloliente.
Irritación del revestimiento de la vagina.
Úlceras vaginales.
Dificultad para mantener relaciones sexuales con normalidad.
La última opción, es decir, la cirugía, sólo debe darse en los casos más graves como son aquellos en los que los síntomas de la enfermedad son peores que los riesgos de someterse a una operación de este tipo. Además hay que valorar el deseo de la mujer de embarazos futuros así como de preservar su función vaginal.
Existen muchos procedimientos posibles, algunos de ellos no requieren la extirpación del útero, pero todos suponen un riesgo para la salud de la mujer y, aunque tienen resultados excelentes generalmente, en algunos casos requieren de un nuevo tratamiento en el futuro.
Fuente: MedlinePlus
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