Un día en la vida de un Yogui Integral: El Yoga en Medio de la Vida.

Suena el despertador, son las 6:00 h de la mañana. Lo apago y llevo la atención al interior, en concreto al centro del pecho. La conexión se traduce en dulzura y paz, agradezco el poder vivir un nuevo día y me levanto de la cama.

Tengo dos horas antes de que den las 8 para poder practicar y empezar el día con consciencia y equilibrio. Comienzo con Nauli, es una práctica del Yoga clásico que consiste en realizar unos movimientos circulares con la musculatura abdominal, produce un rápido despertar de la energía vital y una efectiva estimulación del aparato digestivo.

Tras 10 minutos de Nauli sigo con el Suryanamaskar. Al principio la musculatura está rígida, como si nunca hubiera estirado el cuerpo, pero a partir de los primeros cinco minutos todo empieza a funcionar y el cuerpo agradece la apertura que produce esta práctica dinámica. Las últimas vueltas, cuando todo está en su sitio, fluyo con los ojos cerrados y la experiencia se transforma en meditación en movimiento y en realizar el verdadero sentido del Suryanamaskar, subir la tierra al cielo y bajar éste a la tierra.

Hoy voy a realizar una práctica de asana de fuerza, me espera un día lleno de retos y dificultades y tengo que desarrollar la Kali que está en mi interior, es decir, la determinación y el coraje desde el equilibrio. Trabajaré asanas como Virabhadrasana, Utkatasana, Navasana y Chaturanga Dandasana combinadas con transiciones de apertura y estiramiento como Utthita Trikonasana, Parivritta Janu Sirsasana y clásicos como Uttanasana y Paschimotanasana. Por supuesto no pueden faltar invertidas como Sirsasana y Sarvangasana y torsiones como Jatara Parivartanasana. ¡Ah! Y para cerrar con armonía tanto a nivel energético como muscular Adho Mukha Svanasana, quizás el asana más importante del Hatha Yoga.

Tras la tabla de asana una breve Savasana y a culminar la Shadana del día con Pranayama, Kriya y Meditación. Cuando empecé con el Yoga lo que más me hacía disfrutar era la parte física, sobre todo las posturas de fuerza y apertura, pero, desde hace algún tiempo, el momento más esperado es esta última parte.

Kapalabhati, además de un Pranayama también es un Satkarma o práctica de limpieza purificadora, aporta un extra de energía o prana, que permite preparar la meditación y empezar el día centrado y pletórico. Después de tres series de 108 Kapalabhatis canalizo todo este prana con Kriya y elevo la energía vital a los centros energéticos o chakras superiores.

Entro rápidamente en meditación conectando con mi guía interior y confiando en que las decisiones de este día sean guiadas con certeza, justicia y valor. Me abro a lo elevado para tomar consciencia de la inmensidad del universo y siento cómo su fuerza penetra en mi interior, a través del chakra corona o Sahasrara. A esta fuerza universal la llamamos “Mahashakti”.

Danyabad, GRACIAS, siempre me emociona esta palabra en Sánscrito, que utilizo para agradecer todo lo recibido durante la práctica yóguica.

Son las 8:00, tengo que desayunar y salir pitando. Me espera una reunión de trabajo difícil que puede estar llena de tensión. Me dedico al diseño de páginas web, he estado trabajando los últimos 6 meses para un cliente muy importante (es una multinacional) pero que es extremadamente exigente y perfeccionista. Les llevo una propuesta redonda pero tengo que llevar las ideas muy claras y exponerlas de manera certera.

Al salir de casa el tráfico está terrible. Son las 8.45 y tengo que llegar al centro de Madrid a las 9.30, me quedan 10 kilometros intensos. El atasco me permite avanzar 10 metros cada minuto. Me despisto un instante y tengo que frenar precipitadamente para evitar chocar con el coche que me precede, ha frenado “sin avisar”, pienso…

Me han subido las palpitaciones rápidamente, tomo una respiración profunda, llevo la atención al centro del pecho y compacto la atención en el momento presente. El lugar en el que me encuentro en este momento, Paseo de la Castellana de Madrid, abarrotado de coches y conductores estresados es lo único que existe en este momento ¿Qué mejor oportunidad para regalar un Mahamudra o sonrisa yóguica al conductor del coche de al lado que no para de gritar y tocar el claxon? Le sonrío y me mira con cara de “¿y tú de qué te ríes?”

El tráfico fluye y llego a las 9.20 a mi destino. Subo a la planta veinte de un edificio emblemático del centro de la Castellana. Me esperan cinco hombres con traje, de caras largas, frías y distantes. Las vistas que se ven por la ventana son espectaculares, el sol está en lo alto y el cielo se ve de un azul muy intenso. Cada vez que veo Madrid desde la distancia pienso en los miles y miles de personas que están en los edificios y les deseo que encuentren luz en sus vidas y la compartan con todas las personas de su alrededor.

Prueba superada, la negociación ha sido dura, pero me he mantenido sereno y seguro, lo que me ha permitido exponer mi posición con precisión y contundencia. Son las 12.00 del mediodía. Tras tres largas horas de negociación, vuelvo a mi casa en las afueras de Madrid, tengo la suerte de trabajar en ella.

El resto del día es fluido, como me he mantenido en mi centro durante toda la mañana, los acontecimientos se han ido encadenando con facilidad y ligereza.

Hoy para comer me he preparado quinoa con lentejas y una ensalada de pepino y tomate. De postre unas natillas de bebida de arroz, con agar agar y Carobella. Los días en las grandes ciudades son intensos, el psiquismo colectivo es tan fuerte que es importante nutrir al cuerpo de manera limpia y equilibrada después, sin darle mucho trabajo al sistema digestivo.

Son las 18.00 horas, creo que voy a dejar de trabajar por hoy. Cierro los ojos y le entrego a mi guía interior todos los frutos del esfuerzo del día. Me voy a dar un paseo en bici por Madrid Río, las personas con las que me cruzo parecen tristes y cansadas. Juego a desearles que encuentren el propósito de su corazón y la forma de poder realizarlo. Me paro debajo de un Magnolio espectacular y cierro los ojos durante cinco minutos. Escucho el sonido atronador de la ciudad, los olores del tráfico mezclados con el de los tilos que están en flor. Conecto con mi guía interior y me voy a casa.

Me siento en mi rincón de meditación y medito hasta las 21.00. Ceno unas verduritas salteadas con seitán y me voy al dormitorio. Voy a leer unos textos muy inspiradores y bellos de Sri Aurobindo, unos versos de la obra “Síntesis del Yoga”, en concreto un capítulo dedicado al Karma Yoga.

Me entra sueño, cierro los ojos, agradezco el día vivido, conecto con mi guía interior y le ofrezco todos los frutos del día y el esfuerzo realizado. Duermo.

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