Título

SOBRE LA ANSIEDAD




¿Qué es y para qué sirve la ansiedad? Debe quedar claro que la ansiedad es un sistema de alerta que todos tenemos como mecanismo de defensa ante situaciones peligrosas (o presuntamente peligrosas).

Su misión es poner en marcha (activar) fisiológicamente el organismo para enfrentarnos al peligro o para salir huyendo. Otra posible respuesta (menos frecuente, pero también archivada en nuestros genes) es la paralización, reflejo de quedarse muy quieto para pasar desapercibido; como el conejo ante el azor.

Es tan sólo una alarma. Una alarma que en algunas personas es muy sensible y sobre todo muy estridente (suena demasiado fuerte y es desagradable).

Pero ¡ojo!, el peligro no está en el timbre de la alarma, sino en el exterior o en nuestra mente (pensamiento perturbador).

Imagina que suena la alarma en un cuartel de bomberos; y todo un equipo de superfuncionarios se pone en marcha y alrededor del timbre de alarma intentando apagarlo o desconectarlo; descuidando así el posible fuego realmente causante de la alarma. Todo un derroche, en balde, de energía y tiempo para tan valeroso cuerpo.

De pronto un bombero descubre que dándole un hachazo (pastillazo) al timbre cesa su sonido. ¡Qué maravilla! ¡Qué tranquilidad!

Desde ahora llevaré el hacha conmigo y, cuando suene la alarma, ¡zas! (dependencia al hacha-pastilla).

Oye, ¿Y qué pasa con el fuego?

¿Qué fuego? Ah, no sé; a mí lo que me molesta es la alarma.Evidentemente se ha perdido el norte en ese cuartel. Cuando lo lógico y eficaz sería comprobar si hay fuego real... o simplemente huele a humo y creo que debe haber fuego.

No debemos, pues, confundir la alarma con el motivo de la alarma. Y los síntomas que sentimos en la ansiedad no son más que el ruido de la alarma, pero no el motivo de la misma.

¿Es normal tener ansiedad? Somos un organismo vivo y, por lo tanto, todo es orgánico y en continuo movimiento.

No podemos separar mente y cuerpo (lo psicológico y lo biológico). Debemos considerar al ser humano como una entidad bio-psico-social-espiritual, donde todo está interrelacionado.

En el sistema nervioso hay una serie de centros y circuitos responsables de la ansiedad; pero continuamente se están remodelando y adaptando.

Hay gente más sensible y otra más perezosa en la respuesta. La química farmacológica corrige bastante, pero sólo mientras actúa. El entrenamiento en afrontar, canalizar y perderle miedo a la ansiedad puede conseguir el mismo efecto a largo plazo.

La función robustece el órgano. Lo mismo que el ejercicio fortalece un músculo, también el cerebro y sus conexiones pueden fortalecerse.

El inconveniente con la ansiedad es que se trata de una emoción normal y necesaria; sólo hay que graduarla, pero no se puede (no se debe) eliminar. La investigación farmacológica moderna también va en esa dirección de especificidad en la acción sin pasarse.

El mayor problema que la ansiedad provoca en el ansioso viene producido precisamente por el MIEDO desarrollado hacia la misma.

Generalmente, estamos mal educados (yo diría deseducados) sobre la ansiedad. La tememos más que a un nublado; cuando es algo inherente al ser humano, al ser vivo en general.

Sin ansiedad seríamos vegetales, seres en coma, sin ansia, ni por lo bueno ni por lo malo.

Mi primera consulta con un ansioso es básicamente psicoeducativa sobre la ansiedad (entendimiento de la ansiedad) y os puedo asegurar que hace más efecto que la más redonda de las pastillas.

Cuando expuse anteriormente que la ansiedad es una emoción normal, me baso en que es un mecanismo natural de adaptación del organismo ante la emergencia o el peligro, sea real o imaginario.

Lo anormal sería su intensidad desproporcionada (exagerada o inoportuna), pero no su manifestación en sí.

El dolor es un indicativo de daño u órgano enfermo (síntoma patológico); pero la ansiedad es indicativo de alerta, no de enfermedad (síntoma normal). La distorsión estaría en la alarma mal elaborada (origen) y mal interpretada (miedo), pero no en su manifestación (emoción ansiosa).

Si la fractura de un hueso nos produce dolor, habrá que centrar la atención médica en la fractura (causa) y no tanto en el dolor (consecuencia normal).

Otra cosa es valorar que la ansiedad sea desagradable y, en este sentido, según como se vivencie. Los parques de atracciones, el cine de terror y los deportes de riesgo traen consigo una gran carga de ansiedad; y, sin embargo, hay gente que lo busca, incluso paga por ello y obtiene su punto de placer. La diferencia está en que, en estos casos, está relativamente controlada: lo hago si quiero y lo dejo cuando me dé la gana. Cosa que no ocurre con el súbito ataque de pánico.

La ansiedad es como una alarma sonora que se dispara ante un incendio. No debemos centrar la atención en la alarma, por muy estridente que sea su sonido, sino en el fuego que la causa, que es lo peligroso.

El problema en la ansiedad y, sobre todo, en los ataques de pánico, es que el afectado se asusta de los síntomas que nota, entrando en la espiral del miedo a los síntomas del miedo (miedo a la alarma, no al fuego); situación que se retroalimenta sin medida ni control.

¿Cómo es una respuesta ansiosa? Generalmente, la respuesta de ansiedad tiene tres componentes:

Respuesta cognitiva... ¿Qué pasa?

Respuesta emocional... ¿Qué siento?

Respuesta conductual (motora)... ¿Qué hago?Son automáticas y programadas en el organismo como defensa ante el peligro.

El problema surge cuando nos centramos en el Qué siento en lugar del Qué pasa; con lo que estamos condicionando el Qué hago en un rumbo equivocado.

Si nos enfrentamos a un peligro real, no hay incertidumbre; su presencia es evidente y no hay duda de Qué pasa; lo que hago es enfrentarme al peligro o salir huyendo.

Si el peligro es imaginario, irreal o inconsciente, no tenemos tan claro el Qué pasa, no lo vemos palpable ante nosotros, y nos centramos en el Qué siento como supuesta causa. ¡Craso error! Lo que hago es salir corriendo, pero hacia las Urgencias Médicas. Obviamente, como el Qué siento no es la causa, sino una consecuencia, nos perdemos por los pasillos de la incertidumbre (y de los hospitales).

Imaginemos una interpretación catastrofista de un simple catarro:

¡Qué horror! ¡Se me está fundiendo el cerebro y sale por mis narices en forma de una sustancia repugnante y viscosa!

No señor, lo que sale por sus narices se llama moco, tiene una función limpiadora de las vías respiratorias altas y se debe al catarro que ha pillado.Pido perdón por el tono sarcástico de mis comentarios. Por nada del mundo pretendo reírme de algo tan fastidioso como la ansiedad y respeto profundamente a todo el que la siente y sufre por ello. Pero lo que también es cierto es que la ironía suaviza la tragedia y distiende la angustia.

Una interpretación catastrofista de los síntomas de ansiedad genera más alarma y, por tanto, más ansiedad.

¿Es lo mismo angustia que ansiedad? En muchos idiomas no se hace distinción entre angustia y ansiedad, considerándolos términos sinónimos.

Yo, particularmente, considero que la lengua española es suficientemente rica como para hacer matices distintivos.

Utilizo el término ansiedad para aquella en la que predominan los síntomas de inquietud, desazón, desasosiego, etc. y la actitud es más de escape, huída o agitación psicomotriz.

En cambio, utilizo el de angustia (de angostura = estrechamiento) cuando predominan los síntomas de constricción, opresión, ahogo, nudo en el estómago, contractura muscular, etc. y la actitud es más de paralización, estupor y sobrecogimiento.

Considero que ambas respuestas son vestigios del instinto de conservación de nuestros ancestros, los animalitos.

En el mundo salvaje, hay animales que al ser amenazados responden con lo que se llama tempestad de movimientos (saltan, gritan, corretean en círculos, etc.) con el fin de espantar y asustar al atacante. Otros, en cambio, reaccionan quedándose muy quietos para no ser vistos o haciéndose el muerto (como el conejo cuando el azor planea sobre él; de ahí el término azorado).La primera respuesta sería más parecida a la ansiedad; la segunda, a la angustia.

¿Cuáles son las sensaciones más frecuentes relacionadas con la ansiedad? Hago un listado de las sensaciones más frecuentes relacionadas con la ansiedad:

Taquicardia y palpitaciones.

Falta de aire y opresión en el pecho.

Jadeo e hiperventilación.

Mareo e inestabilidad postural.

Sudor, sofoco, calor y escalofríos.

Palidez, manos y pies fríos.

Erizamiento del vello y cabello.

Tensión muscular (espalda, cuello, brazos).

Visión borrosa y destellos.

Temblor, pinchazos y hormigueos.

Sequedad de boca y nudo en la garganta.

Necesidad de orinar.

Estómago encogido, náuseas y vómito.

Dolor intestinal, meteorismo (gases) y diarrea.

Bloqueo de la respuesta sexual.

Etc. etc. etc.Todas ellas (para nada peligrosas, aunque sí engorrosas) tienen una finalidad en la ansiedad: activar en algunas funciones y ahorrar en otras cuando hay una situación de alarma, de peligro.

Son vestigios de nuestro instinto de origen animal en la lucha por la supervivencia; que están ahí archivados en el llamado cerebro reptiliano, la parte más antigua de nuestro desarrollo y muy por debajo de la corteza cerebral; por eso escapan al raciocinio.

En su momento (época prehistórica, Cro-Magnon, Neanderthal, etc.) tenían una función esencial en la lucha por la vida. Ahora han perdido bastante el sentido, pero siguen ahí; como los programas antiguos que guardamos en el ordenador, están obsoletos y causan más incordio que otra cosa... hasta que se formatea el disco y se programan nuevos.

La ansiedad es un mecanismo de adaptación y supervivencia, NO de autodestrucción; eso va contra la Naturaleza.

¿Son peligrosos los síntomas físicos de la ansiedad? No somos maquinarias perfectas y, a veces, hay pequeños achaques y cambios en nuestra fisiología. Con los años, cada vez son más y hay que irlos aceptando sin miedo.

Las enfermedades graves no consisten en un simple mareo, una pequeña náusea o un dolor fugaz.

La ansiedad es muy molesta en su manifestación física, porque alborota muchas áreas del organismo y nos hace pensar en la enfermedad orgánica sin que la haya.

Pero lo cierto es que absolutamente todos los síntomas físicos de la ansiedad tienen su explicación lógica y fisiológica (fruto de la activación del sistema nervioso). Y ninguno de ellos es peligroso, salvo para personas ya muy enfermas o delicadas de salud por otras causas.

Por ejemplo: una persona que haya sufrido un infarto, no es aconsejable que alcance altos niveles de ansiedad. Pero la ansiedad NO provoca un infarto a un corazón sano. Si fuera así, el 90 % de la población estaría en el hospital o en la tumba.

Así que... nada de asustarse con las somatizaciones.

A menudo tengo crisis de ansiedad y lo paso fatal, ¿qué me aconseja? Consejos ante las crisis de ansiedad:

La crisis de ansiedad es una reacción normal, aunque desproporcionada e inoportuna.

No tiene que ver con la salud física. Le puede dar a cualquier persona, sea sana o enferma.

Se trata de un proceso fisiológico donde el sistema nervioso se pone en marcha, se activa y carga de energía. Como cuando encendemos el motor de un coche: suena fuerte y acelera sus revoluciones. Se prepara para correr.

Es un mecanismo de defensa que se activa con la alarma y el miedo. Y su misión es preparar el organismo para enfrentarnos a un peligro o salir huyendo.

Ese peligro puede ser real o simplemente imaginado, como pensar: Me estoy muriendo.

Los límites de esa activación los pone la capacidad del propio organismo y no va más allá de lo tolerable por el mismo. El cuerpo no se mata a sí mismo.

Notará que irá subiendo hasta alcanzar un determinado nivel (el suyo) y luego, si no se asusta, volverá a bajar por sí solo.

No encierra, pues, ningún peligro físico para la salud en un organismo más o menos sano.

La ansiedad podrá ser desagradable, pero no peligrosa. Y será más desagradable y duradera cuanto más se asuste de ella.

Y si se asusta, tampoco pasa nada más grave. Simplemente, durará un poco más de tiempo.

Cuando ocurra una crisis de ansiedad, concéntrese en lo que está sintiendo; eso es todo lo que podría suceder. Son sólo ruidos, no hay averías en su cuerpo.

La ansiedad NO es la antesala de algo terrible que sucederá a su organismo. Si cree y piensa que es aniquiladora y peligrosa, se asustará aún más y tardará más en desaparecer.

No luche por hacerla desaparecer; pasará por sí sola en poco tiempo si le pierde el miedo. Recuerde que es una respuesta ante la alarma; entonces, no debe alarmarse.

Es imposible dejar de sentir la ansiedad cuando está activada. Entonces, siéntala, pero no se asuste de lo que sienta, no es peligrosa aunque lo parezca.

Una vez pasada, trate de reanudar lo que estaba haciendo. No paralice su vida ni evite lo que pensaba hacer.

La ansiedad podrá volver a aparecer; pero, como la irá conociendo, cada vez le asustará menos y será más pequeña.

Creo que tener ansiedad es lo peor que me podría pasar; me impide hacer lo que quiero. Lo peor que me podría pasar. ¿Te has parado a pensar en circunstancias o enfermedades mucho más terribles que pueden ocurrir?

Si gradúas tu problema (ansiedad) como lo peor, te vas a sentir desesperado en su grado máximo. Trata de ajustar tus calificaciones con más objetividad y tu disposición emocional tenderá a irse ajustando, también, en la misma proporción.

En determinados momentos de ansiedad te puedes sentir bloqueado y asustado para hacer algunas cosas; pero no por eso debes renunciar a ellas. Plantéate hacerlas con cierta torpeza (no te va la vida en ello), ya se mejorará la destreza.

No es aconsejable huir de las situaciones como causantes de la ansiedad. Si vas renunciando a todo aquello que te perturba, luego te sentirás frustrado y cada vez más inseguro.

Confía en que tienes una capacidad de adaptación (todos la tenemos) y lo que al principio nos asusta, con la costumbre y el afrontamiento se acaba por dominar.

¿Por qué cuando estoy ansioso me dan esas malditas taquicardias? ¿Y por qué malditas taquicardias? Benditas, diría yo. Son señal de que el corazón está en forma (no en-fermo) y capacitado para funcionar a pleno rendimiento.

Un corazón enfermo no tiene fuerzas ni para las taquicardias. Por eso, los enfermos de corazón se cansan cuando hacen esfuerzos y deben pararse al subir cuestas y escaleras; porque su corazón no tiene capacidad para acelerarse (taquicardia) cuando el cuerpo se lo exige con el ejercicio.

Por ello no debemos asustarnos de las taquicardias. ¿Que son inoportunas? Vale, pero no malignas. ¿Que son molestas? Bueno, depende de cómo las interpretes. Más molesto es un dolor de muelas y no vamos corriendo a urgencias (si con un analgésico evito al dentista, mejor que mejor).

Las taquicardias no son peligrosas porque tienen siempre un límite. Jamás el corazón va a latir hasta reventar. Nuestra naturaleza orgánica es tremendamente sabia y existen unos reguladores fisiológicos que nos protegen. Nunca la taquicardia va a alcanzar una cota peligrosa, porque antes los reguladores van a descender el ritmo cardiaco hasta los límites permisibles y aceptables por el corazón.

Propongo un experimento comprobatorio:

Coge una pesa de unos 5 Kg. (también sirve un voluminoso diccionario) con una mano y comienza a hacer flexiones del brazo (como los culturistas ejercitan el bíceps). ¿10 veces... 20 veces...? ¿Crees que podrías hacer flexiones hasta que el músculo (bíceps) se rompiera?

¡¡Imposible!!

Efectivamente; antes de que eso ocurriera, el propio músculo se protege (autorreguladores) y pierde fuerza. Llegaría un momento en el que no podrías hacer una flexión más aunque quisieras.

El corazón es, igualmente, un músculo; y nunca va a latir más deprisa de lo que simplemente pueda (dependiendo del entrenamiento y la capacidad de cada uno). Jamás se va a autolesionar entrando en niveles perjudiciales para su rendimiento. Antes de eso, sencillamente aminora el ritmo él solito.

Debemos confiar en nuestros sabios reguladores musculares que, además, al ser automáticos, no tienen ni siquiera cerebro para enloquecer.

Si las taquicardias consecuentes a la ansiedad fueran dañinas para el corazón, el 70 % de la población estaría en la U.V.I. o en la tumba (y el otro 30 % deberían ser cardiólogos y sepultureros para compensar).

Obviamente estamos hablando de un corazón sano. Un caso de corazón enfermo y delicado, enfrentándose a un impacto psicológico real (amenaza de muerte, por ejemplo) sí puede verse afectado. La subida de adrenalina en ese momento puede ser tremenda y provocar un shock cardiaco en su debilitado corazón. Pero hablamos siempre de un corazón previamente enfermo (con antecedentes de isquemias, infartos, etc.).

Tomemos como ejemplo otro órgano menos peliagudo, como el estómago; y supongamos una comida copiosa y muy condimentada. El estómago sano llevará una digestión pesada, lenta y molesta; pero nada más. En un estómago con úlcera, posiblemente exista el riesgo de un gran dolor y hasta de una posible hemorragia.

Es decir, y volviendo a la ansiedad que es lo nuestro, es necesario que haya una enfermedad previa importante para que la activación ansiosa exagerada perjudique al corazón. De no ser así, las Autoridades Sanitarias tendrían que advertirnos con sus mensajes-esquelas (al igual que el tabaco) a la entrada de parques de atracciones y proyecciones de cine de terror.

¿Cómo puedo evitar sentir los síntomas que me produce la ansiedad? No se trata de que ignores las sensaciones; es muy difícil ignorar lo que realmente se está sintiendo y más difícil evitarlo. Los síntomas de ansiedad son evidentes y están ahí; no son producto de tu imaginación.

Se trata de que los interpretes de una forma más adecuada, sin alarmismos ni tragedia añadida.

La intención es romper el círculo vicioso que se establece con:

Ansiedad >> Síntomas de ansiedad >> Miedo a los síntomas >> Más ansiedad >> Más síntomas de ansiedad...

Y así eternamente autoalimentado. Supongamos que sientes una molestia de garganta. Puedes pensar: ¡Vaya, qué fastidio! Hoy con faringitis y sin poder hablar. Te sentirás frustrado, molesto, airado, etc. Pero no asustado.

O también puedes pensar: ¡¡Qué horror, esto es el inicio de un cáncer de laringe!!. Y te sentirás, consecuentemente, muy asustado.

El síntoma es el mismo, pero la interpretación (el pensamiento) muy distinta; lo que condicionará tu respuesta.

Sentimos según pensamos; y actuamos según sentimos. Y es más fácil cambiar los pensamientos que las emociones; las cuales irán cambiando posteriormente en concordancia con aquellos.

¿La medicación por si misma ayuda a curar la ansiedad? La medicación va a ayudar; pero no se debe delegar toda la solución en la pastilla, porque eso va a restar confianza en uno mismo.

Por un lado, va a favorecer el autoetiquetaje como enfermo dependiente de un fármaco, valorando el medicamento como el oxígeno: indispensable para mi supervivencia. Y por otro, se va a tender a atribuir muchos de los éxitos personales al efecto del medicamento; cuando, probablemente, también se obtendrían sin él.

La medicación va a regular los niveles de serotonina útil o el exceso de activación nerviosa, pero nada más. Los pensamientos, sentimientos y actitudes son de la persona (no de la pastilla); y de ello va a depender la calidad de vida.

Se debe valorar siempre el tratamiento farmacológico de la ansiedad como una ayuda, una herramienta más, pero no como un seguro de vida que cubra todos los percances.

Uno se podrá comprar el pincel más caro y las mejores pinturas del mercado; pero, si no se tienen habilidades artísticas, aprendizaje y entrenamiento, no se va a pintar un buen cuadro por el mero hecho de poseer las herramientas óptimas.

¿El llanto es una descarga de ansiedad o está relacionado con la depresión? Ciertamente, el llanto es una descarga para la ansiedad. La ansiedad ahoga y el llanto desahoga.

Debemos quitar esa etiqueta educacional que, habitualmente, nos ponen al llanto: Llorar es ridículo... Sólo lloran los débiles.... Los hombres no lloran... Si lloro es que estoy triste... etc.

Llorar es sano e indicativo de que posees unos sentimientos humanos y sensibilidad en tu persona (que no sensiblería ni ñoñería).

No tiene por qué estar relacionado con la depresión; y la prueba es que te sientes muy bien tras el llanto. Lo único es que habrá gente que no lo entienda (es su problema) y tendrás que buscar el momento y la intimidad para la descarga.

Debe interpretarse de manera positiva: Siento, luego estoy vivo y mis afectos están en forma.

Bastante nos reprime la sociedad en muchas cosas como para que, encima, reprimamos nosotros los propios sentimientos. Así que... a llorar, que es muy sano.

¿La ansiedad es una enfermedad para toda la vida? ¿Quién nos asegura que tenemos los lóbulos cerebrales normales?

¿Quién determina cuál es la tasa ideal de serotonina y demás neurotransmisores?

Obviamente, hay unos mínimos y máximos aceptables, pero como la estatura: Menos de 150 cms. se es enano y más de 220, se es gigante; pero entre ambos parámetros hay 70 posibilidades centrimétricas y 700 milimétricas aceptables.

Además hay que confiar en la organoplastia cerebral. Es decir, que el cerebro y todas sus redes neuronales están en constante proceso de reestructuración y adaptación; compensando deficiencias en todas sus latitudes.

Estos cambios se pueden forzar químicamente (con la medicación); pero también con la conducta y la cognición, por puro entrenamiento, como la musculatura. Y no digamos, si se emplean ambos métodos de una forma integral.

No es saludable, por tanto, asumir los trastornos de ansiedad como cojeras para toda la vida. Esa postura lleva más hacia la resignación que hacia el dominio y la confianza.

¿Nuestras experiencias emocionales responden a la química? Pues sí, resulta que somos pura química (y física). Todas nuestras experiencias emocionales responden a reacciones químicas y fisiológicas del organismo.

¿Cómo sabemos, si no, que estamos ansiosos, preocupados, tristes, alegres, etc.?

Porque tenemos sensaciones fisiológicas: taquicardias, sudores, escalofríos, tiritonas, encogimiento de estómago o nudo en la garganta. Cuando nada de eso sentimos, interpretamos que todo va en orden. Cuando lo sentimos con toda intensidad, interpretamos que algo malo pasa y hay que ponerse en guardia.

Es más, parece ser que incluso los pensamientos son reacciones químicas en la intercomunicación neuronal. Hay experimentos con ratas de laboratorio que demuestran cambios estructurales en su cerebro tras haber recibido un simple adiestramiento; como por ejemplo aprender a recorrer un laberinto. Sin intervención química alguna al respecto.

Sofisticados aparatos de medición que objetivan la función cerebral humana demuestran cambios ante diversos estados emocionales y ante simples pensamientos (imaginando, recordando, creando, etc.).

Una droga (sustancia química) puede provocar alucinaciones (imágenes) y delirios (pensamientos). Un neuroléptico (sustancia química antipsicótica ) los elimina. La química actúa en (y es responsable de) los procesos mentales.

Parece que, con todo ello, deberíamos cuestionarnos la dualidad cartesiana mente-cuerpo, o alma-cuerpo para otros, y concebirnos como un todo interrelacionado e indivisible; donde la mente actúa sobre el cuerpo y éste sobre aquella, buscando constantemente el equilibrio ansiado (no ansioso).

Tal vez no haya tantas fronteras entre lo espiritual y lo corporal y nuestras dudas y elucubraciones no sean más que las burbujas de una reacción química efervescente.

¿Por qué cuando sufro ansiedad me duele la espalda? Determinadas regiones musculares, especialmente de los músculos dorsales: espalda, hombros, base del cuello y posteriores de los brazos, suelen ser los territorios propicios a contracturarse cuando hay ansiedad.

Estos son los músculos de estar en guardia; los que pone en tensión un boxeador a la defensiva o antes de atacar (los músculos dorsales son los que extienden los brazos bruscamente al golpear o sujetar algo que se nos venga encima); es una preparación, en definitiva, para la lucha o la defensa.

El problema es que en la ansiedad sin causa concreta no hay un objeto externo, una amenaza real y objetiva, al que enfrentarse y golpear; y la tensión queda retenida y mantenida.

Cuando esta situación se mantiene durante un tiempo prolongado, llega a molestar; produciendo dolores en la zona contraída.

¿Puedo sentir mareos por culpa de la ansiedad? Cuando estamos ansiosos tiene lugar una contractura muscular que, con frecuencia, afecta a los músculos del cuello y hombros. Y por esa zona pasan arterias que riegan el cerebro. La contractura las presiona un poco, provocando una cierta disminución (nunca interrupción) del flujo arterial que circula por el cuello. Eso es responsable de la sensación de mareo e inestabilidad.

Insisto, nunca es peligroso porque tiene un límite; jamás la contractura llega a interrumpir el flujo sanguíneo cerebral a niveles preocupantes. Mucho antes hay unos mecanismos autorreguladores que detienen la situación cuando llega menos sangre al cerebro. Siempre llegará la suficiente, pero se nota el déficit de presión arterial. Por ello, no debemos asustarnos; es fastidioso o molesto, pero no preocupante.

¿La relajación puede aliviar los dolores de espalda en la ansiedad? No solamente los dolores (consecuentes con la contractura muscular) sino también otros síntomas igualmente desagradables.

Cuando se practica una relajación se trabaja principalmente la contractura muscular y la respiración; las dos únicas funciones físicas de la ansiedad que se pueden manejar voluntariamente y de manera relativamente sencilla. Las otras (ritmo cardiaco, sudoración, alteración digestiva, etc.), también se podría; pero exige un mayor entrenamiento.

La intención de las técnicas de relajación es desconcertar al cerebro instintivo en su automatismo ansioso; al devolverle un feed-back (retroalimentación) de signos de relax contrario al de la ansiedad.

Sería como decirle al aparato emocional en su idioma: calma, no pasa nada; como ves, estoy relajado. Con lo cual, comienza a desconectar la alarma y desactivar funciones innecesarias.

¿A qué se deben las somatizaciones en la ansiedad? Algunas somatizaciones de la ansiedad, como por ejemplo las circulatorias o digestivas, se deben a una sobreactivación del sistema neurovegetativo.

El sistema neurovegetativo (también llamado autónomo) es una parte del sistema nervioso especializado en el control de funciones automáticas, generalmente viscerales. Es decir, que funcionan por sí mismas y sin el control de la voluntad. Funcionan aunque estemos dormidos o inconscientes (digestiones, circulación de la sangre, función de los riñones, etc.). A diferencia, por ejemplo, de los músculos, que podemos moverlos a nuestro antojo.

Voluntariamente no se pueden manejar de forma directa. No puedo dar una orden al corazón para que lata más despacio o al estómago para que se vacíe y deje de encogerse; como haríamos con un brazo o una pierna.

A veces, estas somatizaciones neurovegetativas son tan intensas y molestas que requieren un tratamiento farmacológico específico. Hay que consultarlo con el médico, quien dará información al respecto y actuará en consecuencia. Cada persona es un caso peculiar y requiere un tratamiento particular.

¿La psicoeducación es importante en el tratamiento de la ansiedad? La psicoeducación consiste en educar al paciente en el conocimiento de sus males; y es algo esencial en el abordaje terapéutico. Si conoces al enemigo (con sus fantasmadas y señuelos), más posibilidades tienes de vencerle.

Cuando alguien conoce y ve una lógica en aquellos síntomas que siente, comienza a perderles miedo y los afronta con mayor objetividad.

Desgraciadamente, es algo que nunca se hace en la Medicina Pública, cuando se le dedican diez minutos al paciente.

¿Para que sirven los antidepresivos que me han recetado para la ansiedad? Sería un tanto problemático dar en este apartado una clase de farmacología. En resumen te diría que los ansiolíticos clásicos actúan básicamente a nivel de un neurotransmisor responsable de la ansiedad/sedación, el ácido gammaaminobutírico (vaya nombrecito).

Pero estudios más recientes han descubierto otros mecanismos de la ansiedad regulados también por otro neurotransmisor, la serotonina (ese suena más ¿no?). Pues bien, ahí es donde actúan los antidepresivos más modernos (inhibidores de la recaptación de serotonina).

La tendencia actual es tratar la ansiedad también con este tipo de antidepresivos; aunque no se padezca depresión. Evitando así el efecto indeseable de los ansiolíticos (flojera, somnolencia, torpeza, etc.) cuando se tienen que utilizar a dosis altas.

El efecto sobre la ansiedad no es tan inmediato como con los ansiolíticos, pero funcionan muy bien a medio-largo plazo.

¿Qué es la Desensibilización Sistemática? La Desensibilización Sistemática (imaginaria o en vivo) es un poco complicada de explicar en pocas palabras.

Se trata de establecer con el paciente una jerarquía de dificultad ante el afrontamiento de una situación temida; y, mediante la relajación entrenada y conseguida, se tiene que imaginar esa situación escalonadamente en la jerarquía e irla contrarrestando con la relajación progresivamente. Luego hay que pasarlo a la práctica en vivo y en directo.

Es una técnica que debe estar dirigida por el psicoterapeuta para controlar que se dan los pasos adecuadamente y ganando terreno. Además, dicha jerarquía de dificultad es muy peculiar y propia de cada persona, por lo que no hay una estructuración universal que sirva para todos.

¿Cómo funcionan los psicofármacos en el tratamiento de la ansiedad? Partimos de la base de que en nuestro cerebro más primitivo (áreas centroencefálicas) existen unos mecanismos de alarma que activan el sistema nervioso ante situaciones de amenaza o peligro. Es un instinto de conservación que todos tenemos programado para mantener la supervivencia (y pobre del que no lo tenga o no le funcione).

A veces (las menos), está un tanto mal configurado de nacimiento y se dispara sin motivo, ocasionalmente. Son algunas formas de ataque de pánico, generalmente constitucional y hereditario, donde el fármaco trata de compensar las deficiencias.

Otras veces (la mayoría de ellas), este sistema de alarma está sensibilizado. Es decir, por haberse disparado muchas veces está más sensible de lo habitual y tiende a hacerlo con más frecuencia. Esto determina un nivel de preocupación (no pocas veces obsesiva) que lleva a exagerar el estado de alarma y provocar nuevos chispazos. Se cierra así un círculo vicioso que encadena los ataques y mantiene entre ellos un estado de alerta (ansiedad generalizada).

¿Y qué pinta ahí el psicofármaco?

Unos, los ansiolíticos o tranquilizantes, sedan las conexiones neuronales y actúan como una tapadera para que no salga la ansiedad; como un filtro o un anestésico que atenúa la descarga.

Otros, los antidepresivos (sobre todo los más modernos) actúan a través de la serotonina, un neurotransmisor también de gran protagonismo en los sistemas de alarma, regulando su utilización. Van más a la génesis de la alarma que a su contención (lo que haría un tranquilizante). Por eso son mucho más lentos en la acción y no se nota el efecto inmediatamente como con un ansiolítico.

Pero partiendo de la base de que en la mayoría de los casos no existe una deficiencia genética, hay que valorar los componentes psicológicos que mantienen el estado de alarma (ansiedad >>miedo a la ansiedad >> más ansiedad).

De ahí la gran importancia que tiene la psicoterapia en este sentido y en el manejo de los pensamientos, las emociones y las actitudes (cosa que no modula tanto la medicación).

Por eso, como se ha dicho aquí, lo ideal es el tratamiento combinado (psicofármaco + psicoterapia); estableciendo las mínimas dosis eficaces para controlar los excesos de ansiedad; pero complementando con una labor de encaje y afrontamiento del problema para que baje la alarma y se refuerce la seguridad en uno mismo.

Un deportista que perdiera sus niveles de vitaminas, quedaría exhausto y sin fuerzas. Su reposición de vitaminas volvería a ponerle en forma. Pero de nada servirían grandes dosis de vitaminas si detrás de ello no hay un entrenamiento y un trabajo que fortalezca sus músculos y sus habilidades para el deporte.

¿Para los ansiolíticos es necesaria la receta médica? Así es, para cualquier ansiolítico habitualmente van a pedirte receta en la farmacia.

Teóricamente, debería pedirse receta para todo medicamento, Pero se hace más hincapié en los psicofármacos por su influencia en los niveles de conciencia y el peligro que supone una inadecuada administración. Los tratamientos farmacológicos deben llevar un control médico y evitar, así, la automedicación o el uso inoportuno.

Cuando la ansiedad ya no es tan fuerte o tan frecuente, puede llegar a atenuarse con sustancias de herbolario, tipo valeriana o pasiflora, que no requieren receta. A lo mejor hay que tomar dosis altas, pero son bastante inofensivas.

¿Por qué una vez pasada la crisis de ansiedad me he puesto a llorar desconsoladamente? Nuestro cerebro es una especie de trastero o desván donde almacenamos de todo.

Las personas metódicas, controladitas y muy equilibradas (más robóticas que humanas) tienen todos sus trastos ordenados: Lo racional en un sitio (prioritario); lo emocional, en otro (en la trastienda); lo instintivo bien guardado (envuelto), lo impulsivo, bajo llave; etc.

El resto de personas solemos tenerlo bastante más revuelto: Pensamientos junto a emociones, recuerdos en el mismo cajón de los sentimientos, los miedos apoyados junto a la puerta, los sufrimientos colgando del techo, etc.

En este común, habitual y normal desorden es fácil que, cuando sacamos un trasto a relucir, se nos caigan unos cuantos más que estaban sobre él apoyado.

¿No te ha pasado nunca? Intento sacar los adornos navideños y se me cae encima la sillita de playa que compré hace dos veranos, el scalextric de Julito que ya no funciona pero a lo mejor tiene arreglo, un zapato de montaña sin pareja y una caja precintada que sabe Dios lo que tiene dentro.

Pues algo similar ocurre en nuestro cerebro. Cuando tenemos una experiencia emocional importante, a veces se arrastran otras emociones que tenemos atrapadas y sin colocar. Se descolocan, pero por sí mismas tienden a recolocarse más establemente; quizás en otro plano más adaptativo.

Nos pueden sorprender recuerdos emocionales, pequeños o grandes traumas enterrados en el subconsciente (o en el cerebro reptiliano de los biologicistas) y que de pronto resuenan en nuestro interior. No pasa nada, hay que dejar que lo que tiene que ocurrir ocurra. Se ha caído un trasto al sacar otro y ha rodado dos estantes más abajo. Bueno ahí se queda o de ahí ya no pasa. A lo mejor está más estable en esa nueva posición.

Por eso te sorprendiste llorando, de pronto, sin aparente motivo y cuando ya había pasado la crisis de ansiedad. En ese momento estabas recolocando alguno de tus trastos que se había movido con la experiencia. Son autoajustes beneficiosos que no deben asustarte y ni siquiera preocuparte.

¿Por qué pienso que todo va a salir mal en mi embarazo por culpa de la ansiedad? ¿Y qué va a ser de mi futuro hijo con una madre ansiosa? Esas cosas terribles que piensas se llaman anticipaciones catastróficas.

Consisten en planteamientos negativos y pesimistas sobre un futuro incierto. Cuando, realmente, nadie sabe a ciencia cierta lo que va a ocurrir en el futuro.

Lo primero que debe calmarte es saber que, durante el embarazo, el cuerpo de la mujer produce una especie de endorfinas; como unas drogas naturales que tranquilizan y suplen a los ansiolíticos artificiales. La Naturaleza es muy sabia y protege la perpetuidad de las especies.

Lo segundo es que la ansiedad, cuando hay un motivo real y objetivo que la provoca, se descarga precisamente al enfrentarnos a él (se consume y agota).

Por tanto, si alguna vez (que no tiene que ser tan probable como anticipas) tuvieras que ir corriendo al médico con tu hijo, o tuvieras que protegerle de algún mal, esa ansiedad se transformaría en energía para hacerlo o para buscar la ayuda necesaria.

Por otro lado, precisamente por haber tenido ansiedad muchas veces, ya la conoces y debería asustarte menos. De todas tus crisis has salido y ahí estás; temerosa y esperando la próxima, eso sí. Pero deberías añadir que confiada porque nunca te ha aniquilado ni podido contigo.

Si decides tener un hijo (y es el primero) ten por seguro que cambiará tu vida. Pero ¿por qué para peor? Sencillamente es un capítulo nuevo y creo que debes cerrar los anteriores para darle paso.

Confía en tus capacidades; sin duda eres más fuerte de lo que crees.

¿La medicación para la ansiedad cambia la personalidad? Creo que desde que tomo tranquilizantes soy distinto. Yo, sinceramente, pienso que la medicación no cambia la personalidad. Salvo, lógicamente, la personalidad enferma y, aún así, con sus limitaciones. Pero éste no es el caso de la ansiedad y las depresiones que habitualmente vemos.

Sí es cierto que se notan cambios cuando se está tomando una medicación ansiolítica; pero porque se están eliminando una serie de síntomas que antes distorsionaban la actitud ante la vida. Pero uno sigue siendo el mismo, con sus principios, ideología y forma de ser.

Cambia el estado, no la esencia (yo estoy tranquilo o yo estoy nervioso; pero sigo siendo yo).

Te puede parecer que eres más frío y distante o te importan menos las cosas; pero porque lo comparas con un estado emocional previo más sensible y, a veces, exagerado. Pero lo que antes te importaba, te sigue importando igual; lo que ocurre es que te perturba menos (lo cuál no quiere decir pasotismo).

Hay un estado intermedio entre la ansiedad desmesurada y desagradable y la frialdad absoluta y distante. Precisamente esa entereza (que no indiferencia) te puede ayudar a ver los problemas con más equilibrio y descubrir las soluciones más adecuadas.

¿Qué es la serotonina? Es un neurotransmisor que tiene que ver con la ansiedad y la depresión, entre otras emociones. No es el único, pero sería muy complejo disertar sobre este tema.

Por eso son útiles, en el tratamiento farmacológico de la ansiedad, los nuevos antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina; que modulan la respuesta de ansiedad aunque no haya depresión.

En el tratamiento de la ansiedad, ¿es efectivo el psicoanálisis que utilizo o debería cambiar a otro? Uno de los problemas que tiene el Psicoanálisis es su eterna prolongación en el tiempo; que sumado a la frecuencia de sesiones, supone un coste considerable y difícil de sobrellevar.

Científicamente está comprobado que una psicoterapia de orientación Cognitivo-Conductual es más eficiente en el tratamiento de la ansiedad, los miedos y las fobias (entre otros muchos trastornos más) que el Psicoanálisis.

Yo valoro éste muy bien como estudio personal (voy a conocerme mejor e investigar sobre mí mismo para arreglar mi interior); pero no como ayuda en momentos de crisis. Es decir, me parece más una filosofía (muy interesante, eso sí) que va actuando a largo plazo, pero no tanto un arma terapéutica que me sirva en una situación crítica. Tiene principios muy válidos, pero en cambio tiene otros un poco anclados y obsoletos. Los buenos psicoanalistas están realizando una suavización más realista de esa ortodoxia.

El haber pasado por una intervención psicoanalítica no va a interferir con que adoptes otra orientación ahora; puedes descubrir nuevas perspectivas que te ayudarán mucho sin duda.

Cuando tengo un problema me siento fatal, ¿eso significa que soy un ansioso? El mundo no es un mar de rosas y, a veces, las circunstancias son desgracias reales, no imaginarias.

Pero yo preguntaría: ¿lo que siento, entonces, es ansiedad?

Tal vez, por costumbre, llamamos ansiedad a toda emoción desagradable; y no es así. Puedo sentir pena, dolor, lástima, miedo, frustración, rabia, ira, coraje, etc.

Clásicamente se ha definido la ansiedad como miedo sin objeto; luego, si hay objeto (causa), ya no es ansiedad, es temor o miedo.

¿Que se manifiesta de forma parecida? Es posible. Pero ya no la vivo interiorizada como una angustia que forma parte de mí. Hay un motivo al que culpabilizo de mis males. No es lo mismo, es algo reactivo.

Se podría escribir un diccionario de emociones y que habitualmente no usamos. Acostumbramos a decir: estoy bien o estoy mal; y eso es muy genérico. Yo veo esencial que le demos un nombre a la emoción sentida; precisamente para que no nos despiste en otras direcciones incorrectas.

¿Por qué en situaciones críticas reales desaparece la ansiedad? Sorprendentemente, en situaciones críticas o de emergencia, o sea, cuando hay que reaccionar, desaparece la ansiedad.

Lógico, la ansiedad es una forma de energía muy útil cuando hay que enfrentarse a algo. En esos casos se utiliza y se descarga.

Cuando nos enfrentamos a algo exterior, nuestras fuerzas están en paralelo y a nuestro favor, no en contra.

Si triunfamos en la lucha... satisfacción. Si perdemos o fracasamos... frustración y desolación. Otras emociones, pero no son ansiedad. Esa energía-ansiedad, en ese caso, cumple su función adaptativa.

¿Se sale de una crisis de ansiedad? Ten por seguro que de eso se sale; aunque la cuesta sea muy empinada a veces.

¿Que hay recurrencias? Probablemente; pero también suponen experiencias sobre las que debemos reflexionar, y eso trae consigo un entrenamiento. Al menos, sabremos que la crisis de ansiedad no es mortal ni dañina, como solemos creer en las primeras; y por tanto, menos temerosa.

Cada vez que nos parece pasar por el mismo trance, debemos fijarnos en eso: se parece, pero no es lo mismo. Yo lo comparo con las vueltas de una escalera de caracol o un tornillo; pasan por el mismo sitio, pero a un nivel más alto. Siempre hay un avance y debemos resaltarlo para seguir motivados en el progreso.

Si nos fijamos en la gráfica del balance económico de una empresa, veremos una línea quebrada, con altibajos. Pero lo que cuenta es la línea recta media y si es ascendente.

No podemos fijar la atención sólo en los picos descendentes; eso desmotiva a cualquiera, porque sólo percibimos las pérdidas. Hay que ser equitativo; el libro de ingresos también cuenta, no sólo el de gastos. Cuando se supera un trance, no tienes por qué ser la persona de antes, sino otra más fuerte y más sabia por tus experiencias. Y el futuro déjaselo a los futurólogos y adivinos para que sigan elucubrando; de algo tienen que vivir.

¿El estrés puede producir depresión? Las situaciones de estrés mantenidas, al cabo de un tiempo relativo, acaban produciendo depresiones. Pero no sólo por la frustración que produce la impotencia y el soporte diario de la ansiedad; sino por afectación biológica.

Cuando hay un estado de alerta, se segrega en el organismo una gran cantidad de cortisol. Esto es una sustancia química propia, cuya misión ancestral sería su efecto antiinflamatorio y protector frente a las heridas. Es de suponer que nuestros antepasados estaban en estado de alerta cuando iban a luchar o eran atacados; y consecuentemente habría heridas (y entonces carecían de médicos y hospitales).

Lo mismo que tiene lugar una vasoconstricción periférica (estrechamiento de las arterias que riegan las zonas más alejadas del corazón para prevenir hemorragias en dichas heridas); de ahí la palidez del rostro y las manos y pies fríos cuando hay ansiedad.

Pues bien; el cortisol antes mencionado, cuando pulula por el sistema nervioso sin sentido y sin objeto (puesto que no hay tales heridas) acaba destruyendo algunas neuronas del hipocampo (área situada en la parte interna del cerebro) y esto provoca depresión al hacer que todo el entramado de la zona funcione más despacio y a trompicones. Es un área delicada donde se modulan emociones y sentimientos.

Cuando se llega a este punto, da lo mismo la causa ambiental que nos llevó al estrés; el sistema no responde por deterioro en sus circuitos y funciona de forma deprimida.

Afortunadamente, el organismo tiene una asombrosa capacidad regenerativa y, se supone, que al eliminar el estrés (medicación, cambio de vida, psicoterapia que cambie la actitud e interpretación de los acontecimientos, etc.) las cosas tienden a reconstruirse y equilibrarse.

Pero esto a veces no es tan sencillo o lleva su tiempo. Y ahí está la misión del medicamento: favorecer esta reconstrucción y desatascar los circuitos.

Por ello, actualmente se tiende a tratar la ansiedad con antidepresivos; porque actúan en estos lugares aunque, de momento, no haya depresión.

Los tratamientos farmacológicos no son sólo negocios de la Medicina y los laboratorios; sino que tienen un fundamento.

La ropa (por poner un ejemplo) es un gran negocio para la industria textil; pero, indudablemente, nos protege del frío.

Últimamente no hago lo que debería hacer y eso me produce ansiedad. Un aspecto que creo que está influyendo en este tema es el educativo. Todo ese conjunto de mensajitos que arrastramos desde la infancia y procedente de progenitores, educadores y profesores: Tienes que estudiar... tienes que trabajar... tienes que ser de provecho... tienes que cumplir... tienes que... tienes que....

Y el único tienes que válido es que tienes que ser persona y, a ser posible, equilibrado y feliz contigo mismo.

Luego, como persona, podrás ser lo que te dé la gana o lo que te permitan ser. Pero tu identidad y tu interior son tuyos y nadie tiene derecho a cuestionarlos.

Cuando, teóricamente, no estamos haciendo nada, es falso. No estamos haciendo nada que se ajusta a los mensajitos; pero estamos respondiendo a nuestra necesidad interior.

De vez en cuando, el cuerpo nos pide calma y no actividad; porque necesita autoequilibrarse un poco. Pues dejémosle que lo haga. No pasa nada y a nadie se perjudica con ello.

Si lo importante, esencial y urgente está hecho, lo demás es secundario. Pero ¡ojo! Algunos consideran importante, esencial y urgente todo; y ahí está el error. Todo, menos yo mismo.

Debemos aprender a calificar los deberes; como si fueran notas de un examen:

Esto vale 9, esto 6, esto 1, esto... etc. Lo que vale 8 ó 9 es importante (pongamos los 10 sólo para los casos de vida o muerte). Lo demás va perdiendo importancia; y si no lo hacemos hoy, lo podemos dejar para mañana o pasado mañana.

Y no ocurre nada; ni se hunde el mundo, ni se muere nadie, ni voy a la cárcel por no hacerlo.

Habitualmente, el encuentro con uno mismo lo calificamos con 1 o incluso con 0.Craso error; porque ese yo interior se rebela y protesta (con razón). Y su forma de protestar es la ansiedad, la depresión, las molestias psicosomáticas, etc.

Me aterra pasar por una crisis de ansiedad nuevamente, creo que acabará conmigo. Debo insistir en que la ansiedad no nos debe asustar; puesto que el susto genera más ansiedad y, por tanto, la mantiene.

Ansiedad es activación del sistema nervioso, no destrucción ni deterioro del mismo. En las personas ansiosas, el sistema nervioso no está enfermo, sino sensibilizado por exceso de uso.

La ansiedad siempre tiene un límite, el que cada organismo puede soportar, no más.

¿Cuánta distancia podría uno correr hasta el agotamiento? Depende de la preparación y resistencia de cada uno. Pero, indudablemente, nadie rompería sus músculos corriendo. Antes viene el cansancio y el agotamiento que pararía su funcionamiento. Y posteriormente, una vez descansado, otra vez puede ponerse en marcha.

Pues igual ocurre con la ansiedad. Es un sistema de alarma natural (no patológico) que, cuando no tiene sentido o carece de objeto, se desconecta por sí mismo. Si sigue conectado es porque seguimos alarmados con mensajes internos catastrofistas sobre los propios síntomas de la ansiedad.

Taquicardias, sudores, mareos, nauseas, hiperventilación, sofocos, etc. son manifestaciones desagradables, pero nunca peligrosas. Como decimos coloquialmente, es más el ruido que las nueces.

Y debemos, primero, acostumbrarnos a sentirlas y reconocerlas como habituales. Son las de siempre.

Como el que tiene jaqueca; estará fastidiado cuando viene la crisis, pero no asustado, ni va corriendo a hacerse un escáner cada vez que le duele la cabeza. Ya sabe lo que es, sabe que no encierra peligro y se fastidia (o se toma un analgésico); pero no se asusta.

Ese es el primer paso. Con ello (control del susto) acortamos las crisis de ansiedad y vamos desensibilizando (enfriando los circuitos) nuestro sistema de alarma; con lo que cada vez reducimos las posibilidades de que vuelva a dispararse o atenuamos su intensidad.

Confiemos en nuestro organismo; tenemos más capacidad de autoajuste de la que creemos.

¿El dolor de cabeza se puede deber a la ansiedad? Los dolores de cabeza son muy variopintos y, a veces, peculiares de cada persona.

Hay varios tipos: migrañas, jaquecas, cefaleas, etc.; según áreas afectadas y formas de manifestarse.

Generalmente, el dolor es producido por una vasodilatación (ensanchamiento) de las arterias cerebrales. Las arterias circulan por la parte exterior del cerebro, entre éste y el hueso craneal que lo recubre. Por eso, cuando se dilatan, al no haber espacio de expansión (el cráneo es duro y rígido), comprimen las meninges (membranas que envuelven el cerebro) donde hay centros dolorosos.

Las migrañas y jaquecas tienen mucho de genético y constitucional. Es habitual que haya varias personas en la familia que las padezcan.

Las crisis de dolor, lo mismo que vienen, se van; y normalmente no es más que eso: lo molesto de aguantarlas.

Las situaciones de estrés, cansancio mental, falta de sueño y algunos alimentos las disparan con frecuencia en personas predispuestas a ellas.

En las crisis de ansiedad o en las situaciones de estrés tienen lugar variaciones rápidas de la tensión arterial; lo que provoca dilataciones y contracturas reflejas de las arterias que traen consigo la jaqueca posterior.

Tengo confusión entre los términos adicción y dependencia, y no sé si las pastillas que estoy tomando para la ansiedad pueden crearme alguna de ellas. ¿Son lo mismo? Una cosa es la ADICCIÓN:

Una sustancia crea adicción, cuando requiere cada vez una dosis mayor para conseguir el mismo efecto. Como ocurre con la heroína, la morfina y otras drogas, generalmente llamadas de abuso. Debido a ello, se llegan a alcanzar dosis tóxicas para el organismo.

Eso no suele ocurrir con las benzodiacepinas, que pierden poco efecto con el acostumbramiento. Conozco a bastantes personas que toman dos o tres pastillas durante años y años sin haber tenido que subir la dosis. Con eso, le bastaba para cubrir sus excesos de ansiedad.

Los toxicómanos, acostumbrados a drogas mayores, sí tienden a hacerse adictos a ellas, porque no buscan (no les basta) la relajación que producen. Buscan estar dopados (colocados) y las utilizan como sucedáneo de su droga habitual, por lo que toman dosis exageradas. Conocí a una chica que tomaba con ese fin una caja diaria (30 pastillas) de una benzodiacepina. No buscaba estar tranquila, sino prácticamente anestesiada.

Otra cosa es la DEPENDENCIA:

Una sustancia crea dependencia cuando su retirada provoca un síndrome de abstinencia. Como por ejemplo, el tabaco o el alcohol. La mayoría de fumadores o bebedores mantienen una dosis constante diaria (de cigarros o de copas).

Habitualmente, el consumo empieza siendo progresivo; pero llegado a un punto, no tienen que subir más la dosis; ni pueden tampoco bajarla o dejar su consumo sin sentir la deprivación. Sería una especie de adicción constante, pero no creciente.

Este fenómeno de dependencia, sí puede ocurrir con las benzodiacepinas. Pero habría que hacer sus matices: ¿dependencia o recidiva?

Me explico:

Una persona, por sufrir ansiedad, toma durante un tiempo una benzodiacepina. Decide dejarla y, cuando la retira, rebrota la ansiedad con todo su ímpetu. Suele ocurrir cuando se retira bruscamente tras mantener una dosis relativamente alta.

En el peor de los casos, estará una semana más o menos fastidiado, hasta que la abstinencia va cediendo y se le habrá pasado, todo lo más, en doce o quince días.

Puede llamarse dependencia (relativa). Esto puede evitarse haciendo una retirada gradual y progresivamente decreciente.

Y ¿qué es la RECIDIVA?

Es un fenómeno similar que ocurre en la retirada de la benzodiacepina. Pero no tanto por la abstinencia, sino porque la persona la sigue necesitando para controlar su ansiedad. No es que la ansiedad venga por la retirada, sino porque se sigue generando como antes de tomarla.

Por ejemplo: si tengo una jaqueca que dura 12 horas y me tomo una aspirina, cuyo efecto analgésico dura 3, al cabo de 3 horas vuelve a dolerme la cabeza.

¿Tengo, por eso, dependencia a la aspirina? No. Es que el dolor dura más tiempo que su efecto.

¿Sería adicto a la insulina un diabético que se la pincha todos los días? No. Es que la necesita a diario para controlar sus niveles de glucosa.

Es el problema que surge cuando se trata la ansiedad exclusivamente con pastillas. Que el trastorno sigue estando ahí, enmascarado por el ansiolítico. Y, cuando se quita la máscara, aparece nuevamente la cara que hay detrás. Pero esa cara no la produce la máscara, ya existía antes y nos habíamos olvidado de ella.




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