Y os preguntareis… Sobre que tratará este artículo?
Hoy en día nuestra sociedad en general impulsa el deseo -sin darnos cuenta- de querer ser perfectos en todos los sentidos. Cuando hablamos de sociedad nos referimos desde lo mas global como los Mass Media hasta lo mas cercano como la familia. Sin ser muy conscientes, nos hemos visto inmersos en la cultura del esfuerzo, hacia uno mismo y nuestro alrededor, proyectando estas ideología a nuestros pequeños.
Pero… que exigimos a los pequeños?
Les transmitimos la idea de que No es suficiente con ser “normal”, es decir, como los demás. Un ejemplo muy visible se da en el ámbito académico, donde aprenden que no basta con ir a clase, aprender y aprobar… si no que tienen que sacar sobresaliente… y mejor si es en todo, todos tienen que estudiar (que es perfecto que estudien… pero no todos tendrán que ser ingenieros…), todos tienen que saber dos idiomas (porque las generaciones mayores tienen el complejo de hablar únicamente su lengua materna), y por eso van a mil extraescolares como si no fuese suficiente con ir al colegio de 9 a 17 horas de lunes a viernes junto con hacer los deberes en casa.
Y si os ha parecido poco… que sean inteligentes, simpáticos, extrovertidos, tengan amigos, sean obedientes, sean responsables, puntuales, hagan algún deporte, recojan en casa, tengan hábito de estudio y sin rechistar… Y un sin fin cualidades que se esperan que sean adquiridas desde bien pequeños.
Ojo que con ello no queremos decir que los niños no deban de tener obligaciones o responsabilidades acorde a la edad, pero no podemos pretender tener al HIJO PERFECTO. Pero, a lo mejor hubieses sido más fácil comprar o crear un robot…
Sería genial que todos nuestros hijos tuvieran todas las cualidades positivas existentes, porque nuestra vida como padres, educadores, y adultos sería mucho mas sencilla… Sin embargo deberíamos de diferenciar los deseos de la realidad. Porque la realidad es que las personas tenemos cualidades positivas y también negativas, y los niños no son una excepción.
Es adecuado tener expectativas sobre nuestros hijos porque esto hará que se marquen prioridades en la educación, pero sin que estas se conviertan en exigencias. Y he aquí el problema, que los deseos y expectativas hacia nuestros hijos se convierten en realidades a conseguir, lo que lleva a padres y niños a vivir en un continuo estrés para lograr la perfección, a veces incluso se plantean antes de que nacer (“yo quiero que me hijo hable inglés… porque yo no pude estudiar y quiero que mi hijo tenga la oportunidad… aunque tenga que dedicar menos tiempo a jugar).
¿Por que impera la necesidad de educar en la competitividad en lugar de la cooperación, en la individualidad en lugar del trabajo en equipo, de tener estudiantes con resultados excelentes sin valorar realmente el esfuerzo del proceso (porque se continua midiendo el aprendizaje a través de exámenes finales)?
Las altas exigencias favorecen el estrés por ser el mejor, por destacar entre la multitud, por no conformarse con las cosas cotidianas y sencillas de nuestro alrededor y con ello fomentándose problemas de autoestima (así como otros problemas psicológicos) cuando no se logran los objetivos, porque en realidad lo propuesto inalcanzable.
No quieras un hijo perfecto… Desea un hijo feliz!
Que opinas? Nos encantaría saber vuestra opinión.
Vótanos en bitácoras
Archivado en: psicología infantil, psicologia juvenil