Quienes acuden a mis seminarios, me leen o me conocen personalmente, saben mi posicionamiento frente al miedo:
El miedo nos debilita, nos hace bajar las defensas, el miedo nos convierte en seres reactivos que ven en el otro al enemigo, nos conduce a la huida, nos baja la vibración…
Y bien, me reafirmo en todo ello.
Sin embargo, es inevitable que en estos momentos donde cualquier atisbo de seguridad, ya sea laboral, social, o de salud, ha desaparecido, es inevitable que los miedos aparezcan.
¿Qué hacemos entonces? Canta, ríe, sal al balcón, sé feliz, no pienses, anestesiate, apaga la tele, disfruta de tu familia…. Si, muy bien…por este tipo de cosas se nos acusa de todo lo que se nos acusa.
¿Y el miedo, qué? ¿Lo metemos debajo de la alfombra?
Amig@s, ha llegado el momento de mirarle a los ojos, porque está ahí y no se va a marchar hasta que le demos su lugar, porque se va a convertir en una ansiedad deslocalizada, igual de nociva y mucho menos accesible a trabajar con ella para poder trascenderla.
Así que sí, es el momento de reconocer todos nuestros miedos, de nombrarlos, de examinarlos, de llorar esas emociones hasta el momento atrapadas en el cajón de los sin nombre, de los no mirar que duele, de los no afrontar que me baja la vibración.
Esta situación nos encuentra en nuestras casas, subidos encima de la alfombra, sin darnos la posibilidad de bajar a la calle a huir de todo lo que nos preocupa. El olor nauseabundo de todo lo sepultado llega a nuestras narices poco acostumbradas a mirar nuestras propias miserias y poner el ojo en las de los demás.
Así que por favor, examina tus miedos que, inevitablemente, este momento está sacando a la luz, nombralos, hazte consciente de que están ahí y luego dialoga con ellos y asume una actitud proactiva.
Para empezar, por doloroso que sea este mensaje toda esa seguridad que creíamos tener siempre fue ficticia, no existe como tal y esta situación no hace más que ponerlo de manifiesto.
La impermanencia es clave en el budismo como lo era para los griegos y para tantas culturas.
Os dejo una recomendación para trabajar con esto.
Tomate un tiempo para ti, medita o escucha una música tranquila para bajar un poco el ritmo de tu mente.
Hazte consciente de tu respiración y de como el hecho de respirar correcta y conscientemente te aporta serenidad al instante.
Coge papel y boli y ponte a escribir tus miedos, en frases cortas y concisas (unos ejemplos):
” Tengo miedo a estar enferm@ y no saberlo”
” Tengo miedo a que me roben las libertades”
” Tengo miedo a no volver a ver a determinadas personas”
” Tengo miedo a perder mi trabajo, mi vivienda…”
(Si os fijáis todas estas cosas podrían ocurrirnos sin necesidad de pandemias)
Conforme vayan saliendo sé consciente de como reacciona tu cuerpo ante esos pensamientos, si tu corazón se acelera, si tienes ganas de llorar…. Dale permiso a tu cuerpo (que es infinitamente más sabio que tu mente) para expresarse, y pon consciencia en cómo lo hace.
Respira, respira profundamente las veces que consideres necesario hasta recuperar un estado de presencia y calma.
Es momento de la proactividad, ¿qué vas a hacer con esto? Quizá quieras llamar a tus familiares y simplemente expresarles tu afecto, quizá quieras realizar un análisis DAFO para ver cómo podrías mejorar en este tiempo tus fortalezas laborales y empezar a formarte, o reforzarte… quizá sea momento de pensar en como has estado gestionando tus recursos económicos y cómo vas a hacerlo a partir de ahora…
¿ Y qué hacemos con los niños?
Me parece importantísimo aplicar esto con nuestros hijos sean niños o adolescentes.
Esta situación está teniendo un alto impacto en ellos, y en nuestro afán por protegerles quizá no estemos siendo conscientes de que ellos, más que nosotros, necesitan entender lo que está pasando, y quizá no sepan ponerles palabras.
Te invito a que les ayudes, sin mentirles, proporcionándoles la información adecuada a su nivel de comprensión, y prestandote a escuchar todo lo que estén sintiendo sin, en ningún momento, menospreciar su sentir.