Mi último día de trabajo por cuenta ajena



Vuelven los posts fresquitos escritos desde la mítica terraza de la casa de playa en la que tomé la firme decisión de dedicarme al coaching. No puedo evitarlo: ha sido sentarme aquí y empezar a recordar mi camino que he andado hasta ahora. No sé cómo llegó a mi mente una situación aún más lejana: mi último día de trabajo por cuenta ajena en una agencia de marketing online en Munich (Alemania). Un artículo lleno de inspiración y muy personal que espero que aporte valor.

Cómo fue mi último día de trabajo por cuenta ajena en una agencia de marketing online.

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El último día en que trabajé por cuenta ajena

Han pasado ya casi 4 años de aquello. Lo recuerdo perfectamente. Era un día de finales de julio: sol y calor inusual en Múnich (Alemania). Los antebrazos se me pegaban a la mesa del despacho de la buhardilla en el que trabajaba, junto a otras 6 personas, entre ellas mi jefa directa. En Alemania no se suele usar –o no se solía usar en aquella época– el aire acondicionado. Debíamos conformarnos con simples ventiladores.

Había pedido la baja voluntaria con dos meses de antelación en aquel trabajo que, a decir verdad, había sido el mejor trabajo de mi vida hasta la fecha: mucho mejor pagado que otros (llegaba a ganar casi 2.000 euros mensuales), me sentía reconocida y era además un trabajo motivante y retador en una agencia de marketing online, concretamente, marketing de afiliación (¡quién me iba a decir que yo misma practicaría este tipo de marketing años después con un proyecto propio!)

María Mikhailova: «Por qué dejé un trabajo por cuenta ajena que estaba bien pagado»

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La mitad de la plantilla éramos extranjeros. Gente joven, con ganas de ganarse una vida mejor, personas de diferentes países como España, Polonia, Francia, Colombia, Holanda.

Después de mi primer trabajo en prácticas en Alemania, cuando me iba a comer en total soledad, encontrar un espacio con personas con las que tenía algo que compartir era maravilloso. Además la oficina estaba en un lugar inmejorable (aunque algunos compañeros dijeran que había ratas, yo nunca las vi): cerca de un bosque con un caudaloso río que en verano se convertía en un remanso de paz. Ahí en varias ocasiones hemos ido a comer los compañeros y en las piedras del río recuerdo haber tenido charlas sobre la vida con una de mis compañeras polacas, que se quedó en mi puesto cuando me marché.

Reconozco que me daba algo de pena dejar aquel lugar porque tenía que trasladarme a Holanda y empezar de cero. Me casaba en poco más de un mes y mi marido ya llevaba meses trabajando en Rotterdam. Nos veíamos cada fin de semana pero obviamente aquel estilo de vida no era fácil. Además con mi sueldo no podría permitirme vivir en nuestro piso de Munich, y tendría que mudarme a un piso compartido, si quisiera permanecer en Alemania.

Y para ser sinceros: por muy bien que estuviera aquel trabajo, comparado con todos los demás que había tenido hasta entonces, no era el trabajo de mi vida...

Fue precisamente en la época alemana cuando empecé a cuestionarme con fuerza el propósito de mi vida. Tenía ya más de 30 años, me había reinventado al dejar mi trabajo en España, pero seguía sin encontrar mi lugar. Cuando llegaba a casa después de trabajar no quería saber más de marketing de afiliación o publicidad, tampoco de las redes sociales... lo que me apasionaba era conocer al ser humano: por qué hacemos lo que hacemos, por qué nos comportamos como nos comportamos, qué emociones nos bloquean, qué significa la vida, el universo, si se puede vivir de otra manera.

Fue trabajando en el extranjero cuando empecé a cuestionarme con fuerza el propósito de mi vida

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No tenía ni idea de si se podía trabajar de algo así. Como mucho pensaba en profesiones como psicología o filosofía.

Volviendo al último día de mi trabajo... Lo recuerdo perfectamente. Fui a comprar helados al mediodía para compartir con compañeros de la oficina. Los guardé en la cocina (sí, teníamos una maravillosa cocina en el chalet donde trabajábamos unas 30 personas, podíamos cocinar, teníamos café nespresso gratis, agua embotellada y hasta fruta por las mañanas... éramos una moderna start-up que no hacía más que crecer).

Al mediodía salí a comer con los compañeros más cercanos. Me regalaron un libro de recetas vegetarianas y un delantal emulando el drindl, vestido típico bávaro, que lucen las chicas en el Oktoberfest.

Nos hicimos una foto del grupo. Y después volvimos a la oficina.

La lata de Aquarius que se convirtió en símbolo de mi libertad profesional

Pero antes sucedió un hecho muy singular. No tenía mayor importancia, pero recuerdo que me dejó alucinada. Aquella mañana de calor, había cogido una lata de Aquarius de la nevera de la buhardilla (nosotros teníamos una cocina pequeña, aparte de la de abajo). Esas latas las traían para mi jefa y hasta el día de hoy nunca las había cogido. De hecho ni siquiera tenía claro si eran para todos o no. El caso es que ese día de calor se había estropeado la garrafa dispensadora de agua, con lo que tenía mucha sed y decidí coger por primera vez una de esas latas.

Por la tarde, después de comer, cuando ya sólo me quedaban un par de horas de terminar mi trabajo e irme para siempre, mi jefa me dijo de repente: «María, esas latas no son para que las tomes tú, son mías y no deberías cogerlas».

Le pedí disculpas y le dije que le pagaría esa lata. Total, eran unos 60 céntimos como mucho y el frigorífico estaba repleto de esas latas. Pero aquel comentario, sin duda, me había dejado un mal sabor de boca. Aunque hubiese cometido una infracción, ¿acaso tenía importancia si era el último día de mi trabajo? ¿Acaso iba a volver a hacer algo así en el futuro? Materialmente era imposible.

La lata de Aquarius que hizo que no quisiera trabajar más por cuenta ajena

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Puede que se debiera al carácter tan alemán de mi jefa, pero también era verdad que ni ella ni su marido, uno de los CEOs de la empresa, se presentaron ese día para despedirse de mí.

No daba crédito. Los esperé y pregunté por ellos a otros compañeros, pero me dijeron que seguramente estarían jugando al voley playa, como a veces hacían por las tardes, ya que la empresa era de ellos y se marcaban sus propios horarios.

Recuerdo este episodio porque me impactó. Porque me di cuenta de que cuando ya no eres alguien importante para la empresa, pueden tratarte así: como un mero número. Ni siquiera se tomarán la molestia de despedirse de ti. No es que me esperara una gran despedida, pero sí al menos un par de palabras hacia mí. Al fin y al cabo era la única persona que había durado más de un año en el departamento. Todos los demás compañeros, alemanes o extranjeros, eran despedidos, por no considerarse competentes. No es que yo fuera un activo sin igual, pero era la única persona que no hablaba un alemán perfecto que mi jefa había decidido conservar en el puesto.

El día que entendí que era un mero número para mi empresa

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Cuando decidí que no trabajaría más por cuenta ajena

No sé si aquel hecho tuvo algo que ver con mi decisión posterior, que me llegó meses después, de no trabajar más para otros. En Rotterdam busqué trabajo sin ganas, acudí a un par de entrevistas que no llegaron a nada y perdí el total interés de levantarme cada mañana para ir a trabajar para otros que no me tendrían en cuenta como persona, que sólo verían en mí un número, un activo, alguien que debe producir sin más.

Sé que afortunadamente no todas las empresas funcionan así, que existen jefes y profesionales maravillosos que tratan de forma humana a sus empleados. Pero algo en mí se rompió. Algo me dijo que no siguiera por este camino, que tomara una nueva dirección en mi vida, que otra vida era posible.

Casi dos meses después de aquel último día de trabajo como empleada, abrí mi blog. Se llamaba mashamikhailova.wordpress.com No tenía ni idea de cómo abrir un blog, pero en 2005 había creado uno que a día de hoy sigue pululando por la red, porque perdí todas las contraseñas. Mi idea era que abrir un blog no podía ser tan complicado.

Obviamente me fui formando por mi propia cuenta a lo largo de meses, para finalmente convertir el precursor de mi blog en lo que es hoy. En aquel entonces hablaba de Los Vedas, una filosofía antigua de la India, cuyo mensaje en esencia es muy similar a Un curso de milagros. Al final la espiritualidad siempre me llama, no puedo evitarlo.

Empecé a contactar con otros bloggers, meses después me formé en coaching, PNL e Inteligencia emocional y así llegamos al día de hoy: mientras escribo este post desde la misma terraza, desde la misma mesa del piso de la playa de Oropesa del Mar, teniendo las mismas vistas ante mí que el otro día clave en mi vida: el día que decidí dedicarme al coaching.

Pero eso será ya otra historia. Puede que te llegue un correo contando esta aventura. Por ahora sólo quiero agradecerte que me leas, que me sigas, que confíes en mí. Estos últimos años de mi vida han sido un salto cuántico en toda mi vida. De sentirme despreciada a nivel profesional, desaprovechada, perdida, sin rumbo, un simple número... pasé a convertirme en alguien que se considera referencia en su campo, a la que invitan a numerosos congresos online, a la que mencionan en decenas de blogs, en rankings, a la que piden entrevistas y colaboraciones de manera constante.

Por cierto, no te pierdas el nuevo Congreso de Abundancia, Prosperidad y Bienestar en el que participo estos días junto a grandes como Laín García Calvo o Josepe García. Apuntarse es totalmente gratis y te llevas un enorme valor.

De sentirme desaprovechada a nivel profesional, he pasado a convertirme en referencia en mi campo

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Pero lo más importante es que por fin siento que aporto verdadero valor. Sirvo al mundo. Y el día que me vaya, el mundo será un lugar un poquito mejor. Porque si puedo ayudarle tan sólo a una persona cambiar de vida, habrá merecido la pena.

Y ahora te toca a ti. Es posible que te hayas sentido identificada con algunas de las cosas que he contado en este post. Tal vez te sientas perdido, inseguro, sin rumbo, sintiendo que estás desaprovechando tu vida... Mi consejo es que no te quedes aquí, que hagas algo, que trates de ver otras vías de cambio.

Porque siempre hay una salida. Puede que no seas feliz o no seas bueno en tu trabajo precisamente porque no es lo tuyo, no estás hecho para esto. Pero cuando encuentres tu verdadera vocación, el cambio será impresionante, como me ha sucedido a mí.

Además tienes a tu disposición mi curso MailCoaching para reinventarte y crear la vida que sueñas. Tienes el link aquí. Ojalá yo en aquella época hubiera encontrado un curso así. Porque estoy segura de que daría el salto mucho antes.

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Fuente: este post proviene de Creando felicidad, donde puedes consultar el contenido original.
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