Cada vez que recorro el trayecto de mi casa al centro de actividades donde traalto, paso al lado de un solar sin edificar lleno de plantas y flores que me sobrepasan en altura y que han crecido sin contemplaciones tras las copiosas lluvias y el escaso calor de esta primavera. Pero a todas ellas les da igual, que llueva, que solee, que queden bien o mal, que les echen porquería (mucha, porque no entendemos de espacios limpios de basura) y que sean calificadas de malas hierbas. Una vez más, me sorprende la increíble naturaleza hasta en estos detalles.
La capacidad de aleccionarnos para quien quiere ver y oír es tan impresionante como genuina. La cuestión estriba en que estamos muy ocupados para ver y oír y nos perdemos la mayoría de las lecciones magistrales que nos brindan a diario.
Cuando contemplo tan inmenso vergel de más de 2 metros de altura repleto de malas hierbas y basura, me alcanzan todas estas reflexiones y alguna más que quizá no me salga de tirón:
La naturaleza tiene la capacidad inmediata de embellecerlo todo y mucho, y recalco todo y mucho.
No entiende de propiedad privada ni de ser adecuada o no a los sitios.
No pregunta, sólo es.
Su belleza tiene tal potencia, que el ser humano en su altivez, denomina malas hierbas a las plantas que no controla porque semejante actitud desafiante de hacer lo que quiere como naturaleza que es le resulta insolente e inadmisible.Me parece suficiente y como muestra de belleza, la flor de la foto, ni idea de cómo se llama, ni lo considero necesario, simplemente me fascina, me invita y me seduce.
¡¡Gracias, malas hierbas!!