Psicológicamente, esto se puede explicar a partir de traumas o emociones enquistadas en nuestro subconsciente, crisis existenciales o bien a la repetición de patrones de conducta del pasado que nuestra zona de confort quiere reproducir. En este sentido, el miedo es un aliado de la resistencia, aunque no tiene por qué ser exactamente lo mismo, pues éste suele ser consciente mientras que la resistencia, en principio, no lo suele ser.
El miedo suele ir acompañado de impotencia, pues la persona quiere superar esa situación pero se ve incapaz.
También es importante diferenciar entre lo que son miedos naturales que surgen cuando nos enfrentamos a algo desconocido de lo que son miedos que nos están activando algo más profundo y que, curiosamente, pueden surgir cuando, de repente, sentimos reparo por algo que hemos estado haciendo con normalidad hasta un determinado momento (como estar en espacios cerrados).
Una técnica que puede ayudarnos a superar los miedos es enraizarnos en el aquí y ahora, notando cómo nuestros pies están sobre el suelo y calmándonos. Eso nos puede ayudar a pasar miedos que, en muchas ocasiones, solo son momentáneos. La meditación también es una técnica que puede ayudar al respecto, pues al fijar la atención plena en un punto evitamos dispersarnos y no permitimos que ese sentimiento nos domine. Otra técnica que puede ayudar es inspirar, retener el aire en el abdomen e ir soltándolo poco a poco, con lo que relajaremos el cuerpo.
También es aconsejable que, en la medida de lo posible, ese miedo no nos impida realizar nuestras actividades con normalidad, de manera que el impacto que pueda tener ello en nuestra estabilidad psíquica sea limitado. Una máxima del desarrollo personal es que lo que resistes, persiste.
En terapia se puede localizar este miedo, su causa original y trabajar para sanar la emoción que lo ha causado.
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