Ese frenetismo ha llevado a las sociedades actuales al advenimiento de las enfermedades psicológicas relacionadas con la ansiedad, el estrés y la depresión que, la gran mayoría de las veces, se traduce en dificultades a la hora de conciliar el sueño. La falta de sueño, a su vez, empeora los síntomas de esas enfermedades a las que hemos hecho mención en líneas precedentes: estados emocionales negativos, frustración, enfado e irritación, disminución de la concentración, entre otras.
Es muy importante tener presente que pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo; ¿por qué? Porque se trata de una necesidad fisiológica al mismo nivel que la alimentación. Se trata del momento en el que nuestro cuerpo retoma todas esas energías perdidas a lo largo del día y recupera el equilibrio físico y psicológico junto con el bienestar emocional. El descenso de horas dedicadas al sueño se traduce en problemas en nuestra salud y afecta directamente a las funciones de supervivencia de nuestro cuerpo. Según los profesionales de la salud, el descanso considerado óptimo se sitúa en torno a las 8,3 horas de sueño, aunque esta cifra varía atendiendo a cuestiones relacionadas con la edad y el sexo.
Cabe señalar que, en líneas generales, más de un tercio de la población española tiene dificultades relacionadas con la falta de sueño; dificultades que se manifiestan en problemas a la hora de conciliar el sueño, para mantenerlo o en la calidad del sueño. Muchos se levantan y se descubren más cansados que el día anterior, lo que significa que ese sueño no ha sido de calidad y, por lo tanto, no ha sido reparador. Existen múltiples motivos por los que no conseguimos dormir bien, como, por ejemplo, el estrés del que hablábamos previamente; sea cual sea el motivo, no obstante, las consecuencias son igual de perniciosas para la salud.
A continuación, reseñamos las principales consecuencias que se derivan de no dormir bien:
El sistema inmunitario se ve debilitado.
Disminuye la capacidad de memorizar, de manera que no somos capaces de retener apenas información al tiempo que se dificultan los procesos mentales.
Se reduce la producción de la hormona antioxidante de la melatonina, que se encarga de luchar contra diversas enfermedades, entre las que se encuentra el cáncer.
Se produce un pronto envejecimiento generado por la descomposición de la hormona del crecimiento: esta hormona, entre otras cosas, se encarga de hacernos sentir sanos y jóvenes.
Es más probable sufrir ansiedad y de padecer depresión.
Es posible desarrollar dolencias como un estado prediabético que favorece los problemas de obesidad y de sobrepeso.
La irritabilidad aumenta, y con ese estado, los dolores de cabeza, el descenso de la capacidad para ver bien e, incluso, se ven dificultadas la comunicación y el lenguaje, de forma que no podemos expresarnos con normalidad.