La evolución imparable de la humanidad

La evolución imparable de la humanidad


Durante la Edad Media el hombre atribuía todo cuanto ocurría al diablo o a Dios, según el hecho fuera maligno o benevolente. Más tarde, la religión impuso sus dogmas y todo aquel que quería comunicarse con Dios, debía hacerlo a través de los sacerdotes, intermediarios indispensables entre la parte terrenal y la parte espiritual de cada individuo. El miedo al castigo del infierno y la búsqueda del premio prometido, la vida eterna, dominaba todos los aspectos de la vida de los hombres.

Cuando estos clérigos fueron desenmascarados con graves faltas de decencia y grandes actos corruptos, la sociedad comenzó una revolución contra todo lo que suponía ese dominio y sin apenas darse cuenta perdió la conexión con su espiritualidad, entendiendo que solo los ignorantes podían seguir creyendo en tan falsas suposiciones.

En el año 1600, los astrónomos descuben que la Tierra no es el centro del Universo como se les había hecho creer, esto contribuye definitivamente a la decadencia de la confianza en los dogmas establecidos por la iglesia, que se resiste a admitir tal realidad, pues entienden que la humanidad perdería su lugar privilegiado en el Universo de Dios si así lo hicieran.

Y así comienza la Edad Moderna, donde la ciencia toma relevancia y trata de dar respuesta a las inquietudes del hombre, intentando vislumbrar cuál es el proposito de la existencia humana, de donde venimos y a donde nos dirijimos. Mientras se buscan respuestas, los avances y descubrimientos llevan a acomodar la vida en el Planeta dominando los elementos, la naturaleza, el confor y la seguridad. La incognita de que era lo que estaba sucediendo desde un punto de vista espirítual, queda apartada, reprimida y olvidada para la gran mayoría, aunque antiguas enseñanzas sobre un Dios totalmente distinto, una Energía de Amor que todo lo engloba, que es la esencia de cada ser y que nunca castigaría a una parte suya, permanece latente y escondida bajo la superficie.

Durante los siguientes 400 años el ser humano continua lo que cree, su progreso, pero para conseguirlo, contamina los sistemas naturales del Planeta poniéndolo al borde de la destrucción. El hombre ha ido creando una carcel para si mismo, un lugar violento y contaminado, necesita inevitablemente un cambio de paradigma, de actitud y de relación con los demás seres y el lugar donde vive si quiere seguir existiendo como especie.

Muchos científicos comienzan a darse cuenta del camino destructivo hacia donde va la humanidad y la propia Tierra, un cambio de conciencia se hace totalmente inevitable. Las antiguas enseñanzas comienzan a ser entonces su centro de antención.

Bajo un punto de vista cientifico, se intenta demostrarlas, ahondar en el hecho de que aquello que percibimos como materia dura, es en su mayor parte un espacio vacío por cuyo interior circula una forma de energía, esto nos incluye a nosotros, los seres humanos, comenzamos a vernos como energía no solo como materia.

Más tarde, la física cuántica demuestra que el ingrediente básico del Universo es energía pura y, lo más sorprendente, que esa energía es maleable a las expectativas humanas, responde al pensamiento y la emoción que la humanidad transmite y fluye desde cada ser hacia el mundo, afectando a todos los demás sistemas de energía.

Nuestra conciencia es vibración sujeta a las leyes Universales que ya Hermes Trismegisto enseñó en el antiguo Egipto. Mediante la ley de atracción y resonancia, que nos hace ver como cada frecuencia de vibración energética resuena y es atraida por otras iguales, podemos purificar nuestro entorno y ayudar a los demás humanos y al Planeta a salir de la carcel creada, manteniendo una emoción coherente, un sentimiento amoroso, cálido que nos permita vibrar alto, en luz, en amor, en armonía.

Parecía imposible que en esta forma nuestra de vivir actualmente pudiéramos tener tiempo para parar, observar y observarnos, sentir y sentirnos y darnos cuenta de tantas cosas internas que nos pasan desapercibidas en la loca carrera del día a día. Parecía imposible paralizar el mundo con sus sistemas económicos y sociales tan estructurados. Parecía imposible que la gran mayoría de los humanos dedicaran su valioso tiempo a conocer a su vecino, a ayudarle en lo que necesitara, que la salud fuera la prioridad para toda la sociedad, que cada día se hiciera un gran esfuerzo para mantener la calma y no trasmitir a los niños el miedo, que aprendieramos a vivir con la incertidumbre, nosotros que creemos controlarlo todo y que nos dieramos cuenta de que lo más importante es cada instante presente, el aquí ahora que siempre ignoramos perdidos en los recuerdos o en los planes de futuro.

Hay tantas emociones que se están renovando, saliendo de su escondite, liberándose, tomando nuevos rumbos, que siento como si toda la humanidad estuviera recibiendo una iniciación de Reiki, donde todo lo que tenemos guardado en forma de negatividad, de bloqueo emocional o de energía antigua diferente al amor, se limpia, se eleva, se libera, se renueva.

Siento que esto es una puerta que se abre, un tiempo donde todo parece parado, pero en realidad está más activo que nunca. La oportunidad para cada Ser de pasar al otro lado de esa puerta, de encontrar otra forma de vivir que no dañe, que costruya en lugar de destruir, un cambio global igual al que veo en muchos de mis alumnos de Reiki después de recibir los cursos y poner en práctica las respiraciones, las canalizaciones de energía, las pautas para cambiar el rumbo de pensamientos y emociones.

Nunca hemos tenido tantas herramientas a nuestra disposición para hacer un cambio real y duradero. Es el momento de un avance inevitable y maravilloso.

Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.

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