La ira es cada vez más habitual, a partir del incremento del estrés que se genera por el ritmo de vida actual.
En principio necesitamos definir el concepto de ira. Se trata de una emoción orientada a la violencia y la agresión, que no puede ser controlada por la persona frente a determinadas circunstancias. Esto genera múltiples reacciones en el organismo, como incremento del ritmo cardíaco, elevación de la presión sanguínea, cambios hormonales o aumento de la velocidad del ritmo respiratorio y de la tensión muscular, entre otros efectos relativos a la sensación de alerta que se activa en nuestro cuerpo.
La ira produce consecuencias directas en nuestro cuerpo.
CONTROLAR LA IRA: ALGUNAS VARIABLES
Los especialistas entienden que la agresividad es la manifestación externa de la ira, que se produce concretamente a partir de una frustración no canalizada positivamente o de una amenaza que nos desborda, desembocando en miedo e inseguridad. ¿Cuáles son los hechos específicos que pueden generar ira? Por ejemplo, las acciones de otras personas que interpretamos como una agresión, los recuerdos de hechos traumáticos o las situaciones que no podemos resolver por nuestra propia incapacidad o desconocimiento.
Además, la ira posee una forma pasiva que consiste en huir o escapar de una situación, como así también una faceta activa en la cual la persona ataca y ejerce violencia. Ahora bien: ¿cómo podemos controlar la ira, evitando las desagradables situaciones que impactan en nosotros mismos y en los demás? Veamos algunas claves a continuación.
Controlar la ira es posible. Es necesario afrontarla y disminuir el estrés.
CONTROLAR LA IRA: ACCIONES PARA SUPERAR ESTE PROBLEMA
Una primera medida es mentalizarnos sobre el carácter negativo de la ira y la posterior agresividad. Muchas veces nuestras reacciones son automáticas y aprendidas, como respuesta a aquello que hemos vivido en nuestro entorno. Nos parece natural reaccionar con violencia frente a una situación que nos desborda, pero en realidad la agresión no significará ninguna solución al problema. Por el contrario, lo agravará y profundizará. Debemos entender que el control de la ira es el camino para dejar atrás esa situación que nos perturba.
Otro paso vital es evitar la negación de la ira y la ansiedad relacionada, optando en cambio por su aceptación y comprensión. Necesitamos aceptar que este sentimiento forma parte de las emociones negativas que acompañan a todo ser humano, entendiendo sus manifestaciones para poder afrontarlas y superarlas, reemplazándolas por otras actitudes más constructivas que disipen la violencia.
Por último, reducir el estrés es muy significativo. Actividades como la meditación o el yoga pueden ayudarnos, al igual que aprender a respirar correctamente y en profundidad. El arte en cualquiera de sus áreas, el ejercicio físico, la lectura o apostar por toda tarea que nos satisfaga significará un avance para disminuir el estrés y las condiciones que pueden activar la ira.
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