¿Hay vida después de la muerte?

¿Hay vida después de la muerte?


Estoy empezando a creer en las conexiones. Bueno, no en todas, sólo en algunas, pero el caso es que no puedo negar que de un tiempo a esta parte todas las conversaciones a las que he asistido de familiares, amigos, pacientes, conocidos y alumnos han estado girando, de una forma u otra en torno a la muerte y al hecho de si existe algo más después de ella, si hay algún tipo de vida una vez que dejamos este plano. Así que mi reflexión, tarde o temprano, era inevitable. Esto es lo que he hallado.

Sé que es difícil. Mucho. Y más en el mundo que hemos construido, pero abramos la mente unos instantes. La mente y lo que me parece más difícil aún, el corazón. He aquí mi perspectiva. Según mi visión, tal vez la muerte no exista. Al menos no como la entendemos en la actualidad, es decir, la muerte entendida como el cese de todo. Tal vez, sencillamente sea un cambio de estado, un cambio de forma, una metamorfosis. Según la religiosidad y la creencia individual de cada uno, hay quien llamará a esto reencarnación, otros lo entenderán como la transferencia del alma de un cuerpo a otro e incluso hay quienes entenderán esto como la prolongación de la vida. Pero veamos el porqué en concreto de la idea que propongo, sin etiquetas.

Si nos fijamos por ejemplo en todos los relatos que tenemos de personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte o incluso las de aquellas que han estado muertas clínicamente durante algunos minutos, encontramos ciertos rasgos comunes. Para empezar, el concepto del tiempo se hace muy parecido para todas estas personas; de algún modo, en todas ellas el tiempo parece que se distorsiona, se deforma. Hablan de ciertos seres de luz que los acogen con cariño. Elementos paranormales también suelen aparecer y por último, sus sentidos se agudizan, se hacen mucho más vívidos; muchos incluso relatan una sensación como de dejar su cuerpo físico. Lo curioso del asunto es que estos rasgos parecen darse en cualquier tipo de cultura, y sea como sea, el hecho es que cambian por completo la perspectiva de la persona que pasa por esta experiencia.

Muchos pueden objetar que se trata simplemente de anoxia, la falta de oxígeno en el cerebro y de ahí las alucinaciones, las luces blancas y los túneles. Otros pueden achacar que esas experiencias después de la muerte son fruto de nuestra mente, concretamente del miedo a morir. Otros dirán que puede ser una combinación de ambas explicaciones. Sin embargo, la mayoría de las personas que se han enfrentado a estas situaciones no relatan experiencias de miedo, sino más bien de alegría, cariño, bienestar e incluso felicidad. Por otro lado, se sabe que no todos los pacientes que tienen una experiencia de este tipo presentan anoxia, sino sólo un pequeño porcentaje de ellos.

Entonces, quizá el problema radique en nuestro modo de afrontar esta pregunta. Los humanos hemos establecido un concepto muy determinado de ciencia, una ciencia tangible y empírica que afirma que “todo está en nuestro cerebro”. Por tanto, según esta idea, si el cerebro deja de funcionar la persona no puede estar consciente. Sin embargo, durante una experiencia de este tipo parece que sí existen múltiples y diversas expansiones de la consciencia, incluso si el cerebro deja de funcionar. Así que no todo está en el cerebro. Muchos dirán que estas experiencias son totalmente subjetivas y que no se puede teorizar a partir de ellas, pero ¿acaso no funcionan muchos científicos de ese modo? Me refiero al hecho de recoger experiencias que con el tiempo dan lugar a una pauta y posteriormente a una teoría.

Por ello, aunque la medicina “tradicional” de algún modo establece que nuestra conciencia no es más que un producto de nuestro cerebro y que desaparece cuando así lo hacen sus funciones, el caso es que la realidad dice otra cosa completamente distinta. Este tipo de pacientes demuestran que sí existe conciencia después de la muerte, incluso llegando a tener experiencias a través de sus sentidos. Parece que de alguna manera, nuestra conciencia continúa “comunicando” aún después de muerta. Así, entiendo que la conciencia no está ligada al cuerpo físico, sino que puede ir más allá del estado de muerte y en ello me baso para entender que no existe como cese, sino como principio. La cuestión entonces es otra.

La cuestión es si queremos ir más allá y sobre todo, si estamos preparados para ello.

Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.

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