Yo no lo entendí.
Ya conocía la enfermedad celíaca, mi madre y mis dos hermanos ya lo eran y ya comían todo sin gluten. Pero yo era especial, desayunaba bollos de leche con pepitas de chocolate que me encantaban, muy esponjosos... y a veces compartía con mi padre tostadas con tomate, que desde pequeña me gusta mucho.
Mi diagnóstico fue un poco raro, porque después de la biopsia, el médico ya le dijo a mi madre que parecía que iba a ser celíaca, pero que había que esperar a tener los resultados.
Yo tenía ocho años y un problema de hipotiroidismo muy importante.
Cuando salimos de la biopsia, fuimos a la cafetería del hospital a tomarnos algo. Siempre lo hacemos, nos encanta... sobre todo a mi hermano David. Aquel día yo quería una tostada con tomate, mi desayuno favorito, pero mi madre me pidió un Nesquik y un huevo de chocolate.
Pregunté por qué... ¡Yo quería mi tostada de siempre! Ella me dijo que seguramente las pruebas que me habían hecho esa mañana, darían positivo. Mi madre estaba triste, y para volverse aún más triste, me empezó a sangrar la nariz. Las hemorragias nasales que yo tenía era muy exageradas, así dejamos el desayuno allí y nos fuimos a urgencias. Como siempre, tardaron bastante en cortarme la hemorragia. después volvimos a la cafetería.
Allí me explicó que debía dejar de comer gluten, que aunque no tuviéramos los resultados, seguramente fuera celíaca. Le dije que no quería, ¡a mí no me gustaba lo que mis hermanos comían!
Ni lo poco que podían comer... ni los huevos de chocolate como el que tenía para desayunar. ¡Yo quería mi tostada con tomate!
Aquel día protesté, lloré, me enfadé... pero ya nunca más volví a probar una tostada con gluten.
Y hoy, cinco años después, sigo con tratamiento para el hipotiroidismo, pero ya estoy mucho mejor. En octubre vuelvo al endocrino, ya os contaré qué me dicen.
¡Seguimos leyéndonos!