Me sigo preguntando cuándo nos daremos cuenta de que los sucesos que ocurren y nos ocurren reflejan en parte o en todo lo que llevamos dentro, traducido, eso sí, pero actúa de espejo.
Tanto a nivel macro como micro, estamos en presencia del efecto y la causa sigue dentro.
La responsabilidad, aunque nos empeñemos en sacar balones fuera, sigue siendo nuestra, de cada cual, claro, siempre es más fácil cargarle el mochuelo a alguien o a algo antes de mirarnos dentro. Sin duda, mucho más narcotizante y sin duda también mucho más terrorífico porque nos indica que no hay nadie dentro.
¡Oh, sí! De tanto sacar la basura, hemos tirado hasta los muebles y a nosotros mismos al contenedor. Y seguimos buscando culpables, que nunca encontraremos o al menos irán cambiando de lugar y seguiremos muertos de miedo porque no entenderemos de dónde vienen los disparos, nos limitaremos a decir que el mundo está loco, que la suerte y el azar son determinantes y nos iremos nuevamente a dormir hasta que el suceso de turno nos vuelva a tambalear y en el desequilibrio, ¿quién sabe?, quizá esta vez, sí, nos alcance y lo seguiremos llamando destino sin cuestionarnos ni siquiera una vez si ese destino pudo ser distinto a poco que hubiéramos cambiado el lugar de la mirada, esto es, si por una vez hubiéramos experimentado el cambio de paradigma que supone habitar el sujeto en nosotros y dar la cara por nuestra existencia.