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Un tipo de linfoma, el denominado linfoma de Hodgkin, entre la década de los 60 y los 70, fue un modelo de cómo, con el empleo de agentes quimioterápicos combinados y radioterapia, se podía curar el cáncer. Desde entonces, este tipo de tumores sirven de modelo de cómo afrontar la batalla para prevenir el cáncer. Esta se basa en conocer cada vez mejor cuáles son los mecanismos biológicos implicados en su génesis con la intención de combatirlos con tratamientos cada vez más dirigidos a ellos, terapias inteligentes y en mayor grado personalizados. De ahí la importancia de que el diagnóstico de estas enfermedades se haga en centros especializados para poder definir de forma precisa los más de 30 tipos de linfoma existentes.
Puesto que el principal síntoma del cáncer linfático es la aparición de un simple bulto (adenopatía), la detección de un linfoma prevenir el cáncer de forma considerable debido a que la primera causa en la que se piensa ante una inflamación de los ganglios linfáticos es una infección y no un cáncer. Por ello, los expertos advierten que la mejor forma de prevenir el cáncer es acudir de forma precoz al médico si uno nota la aparición de algún ganglio en la zona cervical, en las axilas o en las ingles, especialmente si persiste en el tiempo.
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