Cuando en 2013 me decidí a cambiar mi estilo de alimentación empecé una aventura increíble de experiencias y aprendizajes de la que aún hoy sigo disfrutando. La evolución de mi alimentación hasta ahora ha sido un proceso, para mí, muy bonito y muy enriquecedor.
Elegí llevar un estilo de vida lo más libre de productos de origen animal posible, sobre todo por motivos éticos. Luego llegaron los motivos de sostenibilidad y de salud, que reforzaron mi elección.
La decisión fue rápida y sorprendió a todos a mi alrededor -incluso a mí misma, en cierta medida-. Suponía un gran reto. Yo, que nunca había sido amante de las verduras -más bien tenía un problema de “disgusto” con ellas- ni tampoco muy fan de legumbres, me pasaba a una dieta basada en plantas. Las caras a mi alrededor eran un poema. Y la verdad, los primeros días estaba un poco perdida. Básicamente, no sabía qué comer. Pero, por suerte, vivimos una época maravillosa en la que tenemos acceso a una cantidad enorme de información -determinar la calidad de la misma y contrastar hallazgos ya esta tarea de cada uno- y poco a poco he ido aprendiendo muchísimo.
Al principio me centré en aprender a cocinar platos variados con ingredientes vegetales, a buscar alternativas a platos tradicionales, a experimentar con nuevos sabores y texturas. Necesitaba entrenar a mi paladar. Y poco a poco fui ampliando mi repertorio de alimentos y platos adaptados a mi gusto. Fue todo un logro, yo misma me asombraba cuando comía alimentos antes impensables para mí.
Con el tiempo, esta tendencia fue evolucionando a llevar una alimentación más sana y equilibrada. Es cierto que una alimentación vegetal tiene la potencialidad de ser más saludable que las omnívoras, básicamente porque la ingesta de productos de origen animal se asocia a problemas diversos de salud (no lo digo yo, lo dicen muchísimas investigaciones y la OMS). Pero ojo, una dieta vegetal no siempre es buena. Es decir, por muy vegetariana o vegana que sea, no será saludable si no es equilibrada o si la llenamos de productos procesados, grasas perjudiciales, azúcares refinados, edulcorantes, potenciadores de sabor, etc. Así que empecé mi propia investigación-experimentación en este sentido. El aprendizaje principal fue muy básico y sencillo: más mercado y menos supermercado. Es decir, más alimentos naturales y frescos (verduras, frutas, legumbres, frutos secos) y menos alimentos procesados. Esto fue estupendo, porque casaba genial con mi propósito de reducir basura y llevar una vida más ecológica. Al comprar más alimentos frescos y a granel, podía llevar mis propios botes y bolsas de tela, y evitar los embalajes. Además, este básico se ampliaba con otro indispensable: mejor alimentos locales y de temporada. Fácil; la naturaleza es sabia y sabe lo que nos viene mejor en cada momento y según el lugar. Así que lo ideal es hacerle caso -al menos de vez en cuando ;) –
Otro de los resultados de mi propia investigación personal fue el de comer más cantidad de alimentos crudos y optar por opciones de cocción lo menos agresivas posibles. Ahí se abría un nuevo reto para mí. Por suerte, y esto debo agradecérselo a mi madre, los batidos y las “ensaladas” de fruta siempre me han encantado. Así que recuperé la costumbre de hacerme batidos con frecuencia y fui aprendiendo a incluir en ellos más verduras y semillas. Además, fui introduciendo también las leches vegetales y los zumos, aprovechando sus restos para hacer otras recetas y tirar la menor cantidad posible de comida –aunque vaya al compost, es tirar al fin y al cabo-.
A partir de ahí, la evolución en aprendizaje ha seguido y continuo leyendo e investigando. Me encanta. Y cada día aprendo cosas nuevas. He descubierto un mundo apasionante y muy desconocido para mí hasta hace poco: la digestión (con todos sus procesos y protagonistas). Además de temas cercanos a ella, como la relación de la alimentación y las emociones o la relación dieta-salud. Hay investigaciones recientes sorprendentes y muy interesantes al respecto.
En esta evolución, me alegra mucho ir encontrando blogs cuidados y bien fundados, así como publicaciones de divulgación que apuestan por compartir recetas e información útil. A mí me vienen genial para ampliar mi repertorio de comidas y creo que, en conjunto, ayudan a impulsar un cambio que genera un impacto social positivo.
Cambiar los hábitos de alimentación se hace duro, pero siempre es más fácil cuando puedes compartirlo con más gente y sientes que no estás sola.
Un abrazo // Rut
Pd: Como hablamos de alimentación, he pensado que sería ideal enlazar el post a una pequeña receta. En este caso de un zumo que estoy tomando últimamente y que me encanta. Es muy sencillo de preparar y perfecto para ayudar a nuestras defensas a superar el cambio de estación.
DESCUBRIR LA RECETA
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