Los síntomas más comunes son muy semejantes a los de una gripe: estornudos, tos, irritación en la nariz y los ojos, lagrimeo, picazón en la garganta... Por este motivo, mucha gente se piensa que sufre un simple proceso gripal y no es consciente de que en realidad es alérgica al polen.
Para saber si padecemos o no dicha alergia, deberemos someternos a las siguientes dos pruebas:
- Prueba cutánea: con una aguja fina se deposita sobre nuestra piel una pequeña cantidad del alérgeno. Dependiendo de la reacción de nuestro cuerpo se determinará si somos o no alérgicos.
- Análisis de sangre: esta prueba tiene como objetivo detectar en la sangre una proteína denominada inmunoglobulina. Esta es desarrollada por el cuerpo con el objetivo de luchar contra las alergias.
El objetivo de estas dos pruebas es detectar qué anticuerpos produce nuestro organismo, puesto que si aparecen anticuerpos es porque nuestro sistema inmunitario detecta una necesidad de protegerse.
Para afrontar una alergia lo principal y más lógico es alejarse de aquello que nos produce el problema. Por lo tanto, es primordial no estar expuesto a lugares dónde puede haber mucho polen. Esto muchas veces es inevitable, por lo que llevar siempre a mano un pañuelo o una mascarilla para cubrirnos no está de más. Otras soluciones son las médicas, que en la mayoría de los casos son necesarias para tratar una alergia como esta. Nuestro médico puede optar por recetarnos medicamentos o por utilizar inyecciones para combatirla.
En conclusión, si notamos los síntomas de una gripe durante un periodo de tiempo más largo de lo habitual debemos acudir a realizarnos las pruebas de la alergia. Si estornudamos o tosemos continuamente en las épocas de reproducción de las plantas, también debemos acudir a realizarnos las pruebas de la alergia. Ante la duda debemos realizarnos siempre estas pruebas, porque además de ser muy sencillas e indoloras, nos servirán para tratar esta molestia y aliviar nuestros problemas.
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Fuente: U.S. Food and Drug Administration