Cuentos budistas cortos para pensar (III)

Esta es la tercera entrega de cuentos budistas cortos con los que podamos plantearnos cuáles son los principios correctos para vivir dignamente y llegar a ser felices.

El desafío

Un día un campesino de gran edad fue a ver a Dios y le dijo:

―Mira, tú eres Dios y creaste el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: No eres un campesino y desconoces lo más básico de la agricultura. Tienes algo que aprender.

―¿Qué puedes aconsejarme? –dijo Dios.

La respuesta del granjero fue la siguiente:

Dame un año para hacer las cosas como yo elija y veamos qué resultados obtengo. Te aseguro que la pobreza no existirá más.

Dios le concedió ese año al viejo campesino. Este, naturalmente, pidió lo mejor y nada más que lo mejor: ni tormentas, ni vendavales, ni nada que pusiera en peligro el grano. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, llovía tanto como hiciera falta. Este año todo fue perfecto, muy cómodo, muy fácil, y él muy feliz. En todos los años que el viejo llevaba trabajando el campo, jamás había visto al trigo crecer tan alto.

Tanto creció que el granjero fue a ver a Dios y le dijo:

―¡Mira! Esta vez tendremos tanto grano que si la gente no trabaja en diez años, aun así tendremos comida suficiente.

Pero cuando se recogieron los granos, resultó que estaban vacíos. El granjero no lo comprendía y tuvo que preguntar a Dios:

―¿Qué pasó, qué error hubo?

Como no hubo desafío, no hubo conflicto, ni fricción, como tú esquivaste todo lo malo, el trigo se volvió impotente. Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos, los relámpagos, son necesarios, porque sacuden el alma dentro del trigo.

Tener la conciencia tranquila

Un día dijo un maestro a sus discípulos: «Soy pobre y débil, pero vosotros tenéis la fuerza de la juventud, y yo os enseño. Por lo tanto, es vuestro deber reunir el dinero que necesito para vivir». Sus discípulos le preguntaron:

―Maestro, ¿cómo podemos hacer lo que pide de nosotros? Las gentes de esta ciudad son tan poco generosas que nuestro ruego sería inútil.

―Hijos míos –les contestó–, existe una forma de conseguir dinero, no pidiéndolo, sino cogiéndolo. En este caso, robar no sería pecado, ya que merecemos más que otros el dinero. Yo lo haría, pero me temo que soy demasiado viejo y débil.

―Nosotros somos jóvenes –dijo uno de los aprendices– y podemos hacerlo. No hay nada que no hiciéramos por usted, querido maestro. Tan sólo tiene que indicarnos cómo hacerlo y nosotros cumpliremos nuestro voto de obediencia.

―Sois jóvenes y es sencillo para vosotros, que sois varios, apropiaros de la bolsa de algún hombre rico. Así debéis hacerlo: escoged algún lugar tranquilo, aseguraos de que nadie os vea, y luego agarrad a un transeúnte y tomad su dinero. Eso sí, no lo lastiméis.

Todos los discípulos partieron a cumplir lo ordenado, pero se pararon al ver que uno permanecía quieto, callado.

El maestro miró a ese joven discípulo y dijo:

―Mis otros discípulos son valientes y desean demostrarme su amor. A ti, en cambio, poco te preocupa que tu maestro sufra.

―Perdóneme, maestro –contestó–, pero el plan que usted ha trazado me parece irrealizable. Este es el motivo de mi silencio.

―¿Por qué es irrealizable?

―Porque no existe tal lugar en el que nadie nos vea. Aun estando yo solo, mi Yo me ve. Antes cogería un plato e iría a mendigar que permitir que mi Yo me vea robando.

Tras oír estas palabras, el rostro del maestro se iluminó de gozo. Abrazó al joven y le dijo: «Me doy por dichoso si uno solo de mis discípulos ha comprendido mis palabras».

Sus otros aprendices, al entender que su maestro les había puesto a prueba, bajaron la cabeza avergonzados. Y desde aquel día, siempre que un pensamiento indigno acudía a su mente, lo expulsaban recordando las palabras de su compañero: «Mi yo me ve».

Así llegaron a ser grandes hombres, y todos ellos vivieron felices por siempre.

Anteriores entregas de Cuentos Budistas cortos

Parte I El agua clara

Parte II El valor de las cosas

Ojalá te hayan gustado estos dos cuentos budistas cortos. Sobre todo, espero que te hagan pensar y puedas aprovecharlos para hacer algo bueno en la vida, usando los medios correctos.

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