Es posible que en nuestro afán por seguir alimentando nuestro hambre, nos topemos de bruces con un techo. No es el fin; ni mucho menos una señal para dar pasos hacia atrás. Sólo se trata de dejar de mirar hacia el techo y buscar otras metas.
Pongamos un ejemplo típico: el empleado insaciable y casi ilimitado que ha desarrollado una facultad especial en salir continuamente de su franja de confort. Su objetivo, ascender. Sus esfuerzos son cada vez más desproporcionados a los logros que hay a su alcance. Y un día descubre que los galones o cómo te presente la empresa a un nuevo cliente, nada tiene que ver con el esfuerzo. Esto puede parecer un desengaño y un empujón hacia el vacío, pero ¿Alguien con tanta fuerza en serio no va a saber cómo usarla?
Cuando seas capaz de buscar el objetivo en horizontal, dejará de interesarte el ascenso vertical. Porque tu cancha se abrirá camino, tanto como tú quieras y puedas asumir. Es una línea de crecimiento más dura porque implica esfuerzos emocionales también, pero si te haces fuerte en la línea vertical, todo lo que hayas logrado obtener a cambio de tu capacidad de trabajo será aceptado por la empresa sin arrepentimientos ni dudas. Y tu hambre se verá saciada en crecimiento proporcional a tu esfuerzo, lo cual es altamente gratificante. Llegado a este escenario, ya no querrás reconocimientos en tu firma de e-mail o en tu perfil profesional de las redes sociales. Tu solvencia económica será con creces tu mejor reconocimiento al esfuerzo.
Y ahora dime qué prefieres ¿Un título o campo donde trabajar?
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