Un traumatismo puede producir una pérdida de sensibilidad de los brazos y/o las piernas.
La causa de la fractura puede deberse a un accidente (quizá haciendo deporte, en el coche, por una caída…) o por la presencia de ciertas enfermedades como el cáncer. Las células tumorales podrían afectar al tejido óseo, haciendo que este se debilite de forma progresiva.
Una lesión menor también podría causar un serio daño a la médula espinal. Por ejemplo, ciertas afecciones cómo una osteoporosis o una artritis reumatoide podrían debilitar progresivamente esta zona. El conducto raquídeo que sirve cómo protección de la médula se podría volver muy estrecho, siendo un proceso normal que se produce a medida que envejecemos.
Estos los principales de riesgo que incrementan la posibilidad de sufrir un traumatismo en la columna vertebral:
Realizar actividades físicas de alto riesgo.
Conducir o viajar vehículos a gran velocidad.
Bucear en aguas no demasiado profundas.
Las personas de edad avanzadas pueden tener un traumatismo por una caída al ponerse de pie o al sentarse. Esto es producido debido a que presentan una estructura debilitada por el paso del tiempo.
¿Cómo se puede identificar un traumatismo de la columna vertebral?
El diagnóstico, y posible tratamiento, debe ser llevado a cabo por un especialista autorizado. Se llevará a cabo mediante un análisis neurológico y posteriormente tendrá que ser confirmados con pruebas de neuroimagen (cómo mediante un TAC, un Rx de columna o una resonancia magnética). También es posible que se requiera la realización de pruebas neurofisiológicas.
Intervención de un traumatismo en la columna vertebral
El objetivo de una intervención en esta zona es aliviar la presión que se ha acumulado en la médula espinal y en las terminaciones nerviosas de la misma. Se pretende que el afectado recupere la sensibilidad y el control de sus movimientos, así como de la orina y de las heces.
La posibilidad de éxito dependerá de la rapidez con la que se practique la intervención.
En el momento en el que se haya descomprimido la zona del tejido nervioso habrá que proceder con la estabilización de la columna. Para ello, se aplicarán injertos óseos con tornillos y barras que actuarán de sujeción, al mismo tiempo que la zona se recupera de manera natural.
Es importante tener en cuenta que estos implantes no pueden ser definitivos en cualquier caso; aunque se haya utilizado el material de mayor calidad del mercado, tarde o temprano terminarán por fallar, con el paso de los años. Por eso es importante que se consiga una buena fusión ósea.
Lo más habitual es que el objetivo de la cirugía sea solucionar el problema, pero no siempre es posible. La intervención puede tener por objetivo hacer frente a los síntomas y reducir el dolor lo máximo posible.
Es posible que haya que realizar una nueva operación con el paso del tiempo, tanto en la misma zona, cómo en otros niveles de la columna.
La operación consiste en la extracción de aquellos fragmentos de tejido óseo que están ejerciendo presión en la zona de la médula espinal, o de sus terminaciones nerviosas, intentado lograr que queden libres las estructuras nerviosas comprimidas.
Se empezará a trabajar por la zona de posterior haciendo una incisión extensa; esto tiene su razón de ser, ya que debe abarcar tanto la zona en la que se ha producido la fractura, además de un par de vértebras por encima y por debajo. Así se podrá acceder a los puntos de anclaje en los que se colocarán los injertos.
También es posible que se tenga que trabajar en la zona del abdomen o del tórax, dependiendo de en dónde se haya producido el problema.
El postoperatorio
El postoperatorio dependerá de la situación el paciente. Cuando haya concluido, este tendrá que estar un rato en la zona de recuperación post-anestésica hasta que vuelva a la habitación. Si el traumatismo es grave, o si el estado en el que ha salido de la operación es peor al que ha entrado, entonces entrará a la UCI.
Requerirá de estar hospitalizado entre 10-20 días, y requerirá de cuidados diarios para tratar el cuidado de la herida. Recibirá medicación, se llevarán a cabo cambios de posturas, se controlarán las constantes y, si todo va bien, empezarán los primeros ejercicios de rehabilitación.
El dolor presentado en la zona de la fractura disminuirá hasta que prácticamente desaparezca por completo. En el caso de que se hayan perdido ciertas funcionalidades cómo las ya descritas (es decir, pérdida de movilidad o de movimiento, de control de la orina y las heces), estas necesitarán de bastante tiempo para recuperarse, y es posible que no se termine de hacer del todo.
Una vez que el paciente reciba el alta, este recibirá algunas recomendaciones del médico para asegurase de que se vaya a conseguir una buena fusión de los huesos:
Tendrá que abstenerse de fumar.
Tendrá que llevar una dieta sana para evitar el sobrepeso.
Reducir la ingesta de anti-inflamatorios no esteroideos.
¿Posibles secuelas?
Existen algunos riesgos derivados de la intervención, siendo prácticamente los mismos que afrontaríamos en cualquier intervención quirúrgica. Se podría producir alguna reacción a determinas anestésicos, infecciones, hemorragias…
La recuperación del paciente estará condicionada por la presencia o no de enfermedades previas que el paciente pudiera llegar a tener.
Podrían producirse algunas complicaciones después de la operación. Estas podrían empeorar su situación, aumentando la parálisis o, incluso, haciendo que pierda la movilidad por completo. Estas situaciones harán que el paciente necesite rehabilitación durante meses, incluso durante varios años. Si la situación ha derivado en una tetraplejia, existen la posibilidad de recuperar algunas funciones mediante transferencias nerviosas. Esto ayudará a mejorar las condiciones del paciente.
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