¿Tienes una buena autoestima?

A menudo te hablo sobre cómo relacionarte mejor con tus amistades, compañeros de trabajo, familiares, tu pareja o tu amig@ especial para que ganes en calidad de vida.

Pero hoy te quiero hablar de la relación más importante que vas a entablar en toda tu vida y que va a determinar el éxito de todo tu repertorio de relaciones: la relación contigo mismo. Sí, te hablo de la tan oída “Autoestima”.

Si aún no tienes claro si el amor que te profesas a ti mismo es suficiente, sal de dudas. Recuerda, si esto no marcha, lo demás tampoco…

¿Eres el mismo indistintamente de con quién estés?

Evidentemente que no serás igual con tu jefe que con tu mejor amigo, en una fiesta de despedida de soltero o en una reunión de trabajo. Las personas inteligentes son aquellas que saben adaptarse a las diferentes circunstancias y que se mueven entre varios registros acordes a lo que la situación requiera. Aún así, esto no implica un desdoblamiento de la personalidad.

Si eres similar y desprendes la misma energía indistintamente de con quien estés, ¡Enhorabuena! Quiere decir que eres fiel a ti mismo y que, más allá de lo que esperen los demás o la tónica que sigan, tú tienes la tuya propia. Si nos pasamos durante horas esforzándonos en el trabajo, ¡Qué menos que en nuestra faceta personal y social podamos prescindir de hacerlo!

¿Te hablas con respeto?

Para responder a este segundo punto, te plantearé una pregunta muy sencilla: ¿Das el mismo tipo de consejos a tus íntimos amigos que a ti mismo?

Si la respuesta es no, puede que tengas un problema. Si mientras que a tu amigo le lanzas mensajes del tipo:

“Tranquilo, todos tenemos derecho a meter la pata”

“Puedes cambiar de opinión, no serás ni el primero ni el último”

“Estar colgado de alguien no significa ser menos que el otro”

 

Mientras que a ti mismo no te pasas ni una diciéndote:

“Menudo idiota, ¿Cómo he podido fallar en esto?”

“Parezco una puta veleta. Hoy sí, mañana no…”

“Y yo aquí colgado como un fuet mientras que el otro ni se acuerda de cómo estoy…”

La dureza con la que te tratas no te hará sentir mejor. O sino, piensa cómo cambiaría la relación con tu amigo del alma si le lanzaras ese tipo de mensajes.

¿Sigues tus propias convicciones?

Suena a frase célebre de Facebook pero aún así me resulta muy cierta: “Eres tú quien tiene que dar sentido a la vida, no la vida a ti”.

En tus días, puedes moverte como un pez, programando la trayectoria que quieres seguir a pesar de tener que acarrear con las consecuencias o bien, como una medusa, dejándote llevar por la corriente, trazando tu camino y velocidad según lo que decida la marea. Si lejos de tomar decisiones dejas que la propia inercia dirija tus movimientos, te acomodas con lo que te han dado y te amoldas a lo que los demás esperan de ti o a lo que te han dicho que es la vida, ¡Cuidado! Postergar la toma de decisiones implica tomar una decisión: no dirigir tu vida. O lo que es lo mismo, no hacer uso de tu libertad o responsabilidad frente a ella.

Cuando pregunto en mis sesiones el porqué decidieron tener hijos a aquellas personas cuya relación ha fracasado, a menudo responden con un “Porqué era el siguiente paso lógico que tocaba después del noviazgo, comprar un piso y casarse…”. Sorprendente pero más común de lo que parece.

¿Te sabes proteger?

Imagínate que tuvieras que cuidar de una mascota. Para hacerlo más visual, pongamos como ejemplo a un cachorro de tres meses que necesita que le proveas de afecto, te hagas cargo de sus comidas, le bañes, le lleves al veterinario, le protejas de los coches o de otros perros que le puedan asustar y que le pongas en contacto con otras mascotas para que se sienta socializado. Seguro que en este contexto tendrías muy claro qué hacer para que este animal indefenso se sintiera en su zona de confort. ¿Pero qué ocurre cuando tú mismo necesitas de esos cuidados?

Protegerse a uno mismo implica relacionarse con personas que te sumen, alejarse de las que te dañan, imponerte frente a las injusticias del entorno, darte caprichos cuando tu cuerpo te lo pide, cuidar tu salud y aspecto físico, distanciarte de todo aquello que no te da el trato que mereces y soñar con la vida que deseas y por la que vas a luchar. ¿O acaso conoces a alguien que tenga una vida de ensueño si siempre ha pensado que eso sólo existía en las películas?

Fuente: este post proviene de Vínculos y Relaciones, donde puedes consultar el contenido original.
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