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Recuerdo un viejo chiste en el que se instruía a un chimpancé para pilotear una nave espacial. Como en ningún momento podía descuidar su tarea, sería acompañado por un humano quien dos veces al día, cuando sonara la alarma, tenía por única función darle de comer. Así es que este hombre, ya estando en el espacio, cada vez que escuchaba la alarma indicándole que era tiempo de hacer su trabajo, decía con aire de superioridad: “Ya es hora de alimentar a esta bruta bestia”
Nuestra consciencia no tiene ni idea del millar de funciones que realiza por segundo nuestro cuerpo, ni las más sofisticadas computadoras pueden igualar su nivel de complejidad. Vivimos gracias a que nuestro organismo no depende de nuestra inteligencia consciente. Si en cambio, dependería de nuestro control el realizar cada una de sus funciones… creo que sobreviviríamos apenas minutos.
Lo único que tenemos que hacer es proveernos de sano alimento, oxigeno, hacer ejercicio y alguna que otra cosa mínima. Muchas veces ni siquiera hacemos correctamente esas tareas; no obstante, hacemos como si tuviésemos el control de nuestro cuerpo.
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