No obstante, algunos especialistas aseguran que la violencia durante el sueño es más común de lo que se cree, se asocia con una actividad cerebral alterada durante el tiempo que se está dormido y al mismo tiempo con la existencia de algún trastorno subyacente.
Por ello la evidencia científica establece que diversos trastornos del sueño son también responsables de estos actos inconscientes que quedan en evidencia al despertar.
Estos pacientes suelen amanecer con lesiones o en el peor de los casos, observan las agresiones que pudieron hacerle a su acompañante de cama sin que recuerde cómo, ni por qué.
La violencia durante el sueño tiene muchos grados de intensidad. Puede manifestarse con autoagresiones que consisten en un simple golpe o movimientos bruscos, hasta ejercer agresiones muy graves y peligrosas contra sí mismo o contra otros sin hacerlo de forma consciente y responsable.
De allí que desde el punto de vista forense y legal sigan siendo evaluados en Chile cuando el paciente llega a un extremo en su violencia nocturna.
En algunos casos estas conductas anormales o experiencias indeseables se manifiestan con movimientos repetidos y sin propósito, tales como sentarse y balbucear o actos más complejos como caminar, bajar escaleras, tomar objetos, tener relaciones sexuales o agredirse a sí mismo o a otros.
En el transcurso de las parasomnias está en la posibilidad de que surjan “impulsos básicos” en forma patológica, especialmente se han documentado cuatro: sueño, sexo, alimentación y agresión.
Estos pueden darse de forma anormal en despertares confusos muy comunes en la población infantil, así como en sonambulismo.
Los trastornos del sueño que más se relacionan con la violencia nocturna son:
El sonambulismo
Una conducta irregular durante el sueño REM
El síndrome de piernas inquietas
Trastornos disociativos psicogénicos nocturnos
Terrores nocturnos
Despertares confusos
La apnea del sueño
Estrés y ansiedad
La privación de sueño
El consumo de alcohol
Experiencias traumáticas
Por las experiencias registradas se sabe que el contacto físico directo con una persona en estado de parasomnia puede activar la respuesta violenta. Por eso la recomendación de los expertos es evitar tomarlos del brazo, gritarles o intentar despertarlos, sobre todo a corta distancia.
Esto demuestra que la violencia del sueño no precisamente es un acto espontáneo y fortuito, sino vulnerable a estímulos detonantes.
Por esta misma razón es necesario ir al fondo del origen en cada paciente y atender la enfermedad de base que produce esta alteración del sueño.
El abordaje de este padecimiento exige un correcto diagnóstico, tratamiento y educación a familiares para que estos últimos aprendan cómo manejarse y evitar la intervención durante la parasomnia, de manera que se pueda mantener un ambiente seguro para el paciente y sus acompañantes.