Con una parsimonia que no es normal, y con las puertas de su rancho celestial abiertas de par en par cientos de millas antes de su llegada, ya está haciendo su entrada en el cielo la gran Judy Heumann.
Es uno de esos casos en los que el despliegue es triunfal, no está llegando al cielo azul una cualquiera. Pocas veces llega alguien allí con los deberes tan bien hechos e incluso con alguna piedra preciosa indestructible al paso del tiempo en el bolso.
Judy ha sido conocida, y muy reconocida por su trayectoria como activista por los derechos de las personas con discapacidad. No existen categorías en el mundo del activismo, solo diferentes actitudes y posibilidades, pero su acción -junto al de otro puñado de personas de su misma condición- consiguió en términos reales cambiar el mundo, cambiar la vida de muchos de los que -como ella- simplemente no estaban recibiendo un trato igualitario, discriminados por su condición de discapacidad, invalidez o llámenlo como prefieran según el momento histórico al que se refieran.
En 1976, un grupo de 150 “tullidos destartalados”, liderados en buena medida por Judy, se encerró en un edificio público del gobierno en San Francisco (Departamento de Salud, Educación y Bienestar) y decidió que no se moverían de allí hasta que no fuera firmada de manera definitiva, una ley pendiente de aprobación desde hacía varios años. (la Sección 504 de la Ley de Rehabilitación de 1973) Esta ley fue la primera protección federal de los derechos civiles para las personas con discapacidad en EEUU.
O sea, organizaron una sentada como protesta.
La fórmula era sencilla en la teoría, pero mas compleja en la ejecución. Grupo de gente discriminada y con lo puesto, que decide hacer frente a esta condición, apelando a través de un ejercicio de actitud y dignidad por un cumplimiento de los derechos humanos. Sin legar su existencia a la beneficencia o a la compasión de tercera mano, sino a través de cambios políticos y legislativos. Innegociable punto y final.
Las autoridades políticas se resistían a entrar en ese jardín político, quien sabe si por desinterés, ignorancia, premeditación u otro motivo.
Y no fue sin el impulso, determinación, perseverancia, ovarios, y arrojo de este grupo de gente, que no se salió de allí hasta 26 días mas tarde con la sección 504 de esa ley al fin firmada, en un episodio bien documentado que ha pasado a la historia de las luchas por los derechos civiles, y mas en concreto de los de las personas con discapacidad.
No se trató de una lucha quimérica sino de algo muy real y encarnado en hechos concretos, principalmente en términos de leyes sobre igualdad de trato y accesibilidad universal, respecto al resto de ciudadanos, en todos los servicios públicos o financiados por el gobierno de EEUU.
Parte de esta aventura es milagrosamente y fielmente recogida en la película documental Crip Camp, que es un documento histórico y testimonial de alto valor donde podéis comprobar con vuestros ojos mucho de lo que estamos hablando. No es que sea recomendable, diría que es imprescindible, especialmente para aquellos que, desde un sitio u otro, nos dedicamos a lo que nos dedicamos.
En ella podemos ver a Judy en sus tiempos jóvenes, con una mala hostia que daba calambre. No podría haberse logrado de otra manera. Perspicaz, deslenguada y sin miedo, todos ellos atributos que emergen cuando se vive en la propia piel el juicio de la discriminación y se está dispuesto a todo para cambiarlo.
Si me apuráis, estamos hablando de pura supervivencia y lucha por una vida (digna). Si uno no moviliza sus recursos por estas cosas, ¿por qué otra cosa iba a hacerlo?
La historia acabó bien, con la aprobación de esa ley que probablemente daría oportunidades a muchas vidas. Ese golpe en la mesa supuso el inicio de una vida plena en la acción, activismo y lucha política incesante.
Tal como recoge el documental, mucho de ese trabajo, basado en esas actitudes, tuvo su génesis en un simple pero mágico campamento de verano, y se prolongó a otros espacios e incluso hasta tiempos como el actual, donde lo creáis o no, aun está todo por hacerse.
Ningún activismo es suficiente, siempre habrá algo que revolucionar o mejorar.
Esto ha de animaros mucho a todos, conmigo -al menos- lo consigue. Creo que un grupo de personas con argumentos humanos, bien orientadas hacia los cambios necesarios y con la actitud suficiente y nada que perder, debería ser capaz de lo que sea. E incluso, como en este caso, romper con la historia. Es una tónica de la humanidad, y esto ha de poner un punto de luz continuo sobre nuestras despobladas coronillas hasta perforar los huesos del cráneo y llegar al corazón, con parada en la estación cerebro.
Es dificil no tomar como ejemplo a esta chicarrona, que con mucha mucha determinación, consiguió promover cambios eficaces y útiles, de esos que perduran y nunca fallecen.
Rest in power Judy. Ahora si, descansa merecidamente.
Fuente: este post proviene de Blog Rehabilitación Neurológica, donde puedes consultar el contenido original.
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