¿No te gustas y no sabes cómo cambiar de estado por más que te empeñes en hacerlo?
Te dejo unas ideas básicas para que te sea más fácil gestionar esa aparente nube gris que te persigue.
Escoge bien con quien relacionarte
Estás irascible y, de un momento a otro, cualquier comentario que aparentemente carece de maldad, puede convertirse en una buena causa para que te acabes de desmoronar.
“Soy insoportable”. Más bien “Estás insoportable”. Por ese motivo, no conviene relacionarte con gente con la que no puedas explayarte a tus anchas y con la que temas que te rechacen en estos momentos. Si la gente con la que vas a verte sólo conoce tu registro amigable y no hay más profundidad, mejor que no les veas. No para evitarles tu cara amarga, sino para evitarte, además de tu bajón, ¡El sentirte mal por estar así!
Deja de juzgarte y acepta que, al menos en estos momentos, estás pasando por esto. Cuando inviertes toda tu energía en abandonar tu estado apático, lo único que consigues es que éste se haga más grande. Deja de fingir. No tienes porqué contar chistes, salir por ahí y además ser el alma de la fiesta.
Los demás te aconsejarán con comentarios del tipo:
“Esa no es la actitud”
“Cambia el chip”
“Sal de fiesta y ya verás como se te pasa todo”
“No pienses en eso”
“Mira el lado positivo”
Son encantadores pero cualquiera de esos consejos, en lugar de hacerte sentir igual que estás ahora, te hacen sentir peor. Tranquilo, no tienes un problema, son consejos estandarizados que no ayudan en absoluto y te hacen conectar con tu incapacidad de cambiar tu estado anímico: ¡Frustrante!
Averigua porqué estás así
Algunos dicen que regocijarse en lo que ha causado tu bajón no es aconsejable ya que conecta con el problema más que con la solución. Yo, en cambio, soy partidaria de saber qué es lo que te ha provocado tal estado. ¿Cómo vas a resolverlo sino?
“Piensa en cosas positivas, planes o ideas que te motiven”. Puede que esté bien, pero si no has tenido tu momento de reflexión sobre qué ha ocurrido y cómo podrías hacer las cosas de otra manera, sólo estarás evitando el tan temido bajón. Pero cuidado, no cantes victoria. Las emociones son sabias y no se esfuman como por arte de magia a no ser que las recojas, las vivas y las comprendas. El pan para hoy puede convertirse en hambre para mañana.
Detecta qué necesitas
Te aconsejo que no pidas consejos. El bajón necesita de ti para calmarse. Y la fórmula para saber cómo calmarte sólo la tienes tú por mucho que los demás pretendan ayudarte. Sólo tienes que saber escucharte.
En resumen, para gestionar tus momentos de bajón podrían servirte estos tres titulares:
“Sí, estoy de bajón”
“¿Qué ha pasado?
¿Qué necesito ahora?
Como ves, aceptar tu estado de apatía es fundamental para estar mejor. Por eso, cuando las personas acuden a mis sesiones por su propio pie afirmando “Estoy mal” es precisamente cuando existen más garantías de éxito en su proceso de cambio.
Para detectar qué necesitamos, no tenemos que pensar lo que sería mejor para nosotros, sino sentirlo. ¿A que cuando estás cansado, en lugar de pensar “Llevo 2 horas andando, debería sentarme a descansar”, simplemente sientes que tu cuerpo necesita de un buen sillón? Pues con esos bajones ocurre exactamente lo mismo.
Tus emociones van dos pasos por delante que tu cabeza.
Párate a sentir si ese plan que te han propuesto, si esa llamada que estás a punto de descolgar, si esa música que está sonado, si tus intenciones de ir al gimnasio y si ese consejo que va a salir de la boca de tu querido amigo te apetecen. Algo tan simple como eso. Ahora es el momento para mimarte.