¿Por qué tanta confusión?
Si otro de los ingredientes del amor es la pasión, es comprensible que, en cuanto sentimos los primeros indicios de atracción, dudemos de si lo que sentimos se acerca más al amor que a una tierna amistad.
Como no quieres correr el riesgo de destruir aquello que os une, decides omitir las señales y continuar como hasta ahora. Pero, si una amistad se caracteriza por compartir sentimientos y vivencias: ¿Cómo no se va a generar cierta tensión en el ambiente si no puedes explicar a tu fiel amigo tus dudas acerca de lo que os une?
¿Cómo lo resuelvo?
La pasión son las ganas de alguien, tanto en el terreno sexual como en el emocional. Aquella terrible impaciencia que se apodera de ti cuando has quedado con esa persona y quedan escasas horas para verla, ¡Eso es! Implica un deseo intenso de ver al otro y de sentirlo cerca. Como ves, sigue siendo todo muy ambiguo. ¿En qué momento deja de tratarse de ganas de compartir momentos con el otro a una necesidad de unión física y emocional? Para salir de dudas, debemos de hacerlo a través del cerebro reptil, ya que, más allá de lo que el cerebro racional nos pueda revelar, el primero nos dictará a nivel corporal por dónde van los tiros.
La atracción se siente, no se piensa.
¿Y si…?
Cualquier cambio en los códigos de una relación resulta confuso.
¿Qué se supone que ocurrirá si nos acercamos?
¿Ya no podremos ser amigos?
¿Y si no encajamos como algo más?
¿Podremos recuperar la relación de amistad que nos unía?
Por más que desees querer mantener a esa persona a tu lado, a menudo, los sentimientos nos obligan a asumir riesgos. Con tales dudas, tampoco sería una relación de amistad fluida y los malos entendidos empezarían a merodear entre vosotros. Aceptar tus dudas y destaparlas es parte del proceso y es lo que permitirá que, o vuestra historia vaya a más o que, esa amistad siga siendo igual de sana y transparente que hasta el momento.
¿Sentir celos es suficiente?
Los celos pueden aparecer por infinitos motivos y jamás pueden reducirse a algo tan simplista como al amor que profesas a alguien. La dependencia, el ego, el miedo a perder esa intimidad que os unía o simplemente a desprenderte de ese estatus de “el favorito”, pueden generar sentimientos encontrados que confundimos con amor. De hecho, los celos nacen más de nuestras carencias que del grado de amor que sentimos hacia esa persona. En lugar del “¡Cuánto le quiero!”, quizás se ajustaría mejor un “¿De qué tengo miedo?”.
En ocasiones, todo lo que nos aporta nuestro querido amigo puede estar compensando nuestra falta de intimidad y apoyo. Pero recuerda, el amor no es sinónimo de dependencia o necesidad, ni un paliativo para tus momentos de soledad o de vacío existencial. El “Me dejo querer” o “Hasta que no aparezca alguien más…” dejan entrever que, en lugar de estar escogiendo a esa persona, la necesitas para saciar tus carencias. Por ese motivo, a menudo nos situamos en una irresoluble dualidad: “Cuando sé que le pierdo, tengo claro que le quiero” VS. “Cuando está disponible, tengo serias dudas…”.
¿Y qué se entiende por amor?
El amor es la mezcla entre intimidad, pasión y compromiso.
Si existe esa complicidad y confianza (intimidad) y además, la seguridad de que vais a permanecer juntos por muchos años (compromiso), te falta algo. La intimidad y el compromiso definen una bonita amistad y sin la pasión, ahí queda todo.
Los sentimientos no se piensan, sino que se viven y experimentan y después de eso, puedes reflexionar sobre ello.
Fuente: este post proviene de Vínculos y Relaciones, donde puedes consultar el contenido original.
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