No por nada es que está catalogado como un arte; nacido de un sueño y con la finalidad de hacerlos realidad y además transportarnos a ellos para poder vivirlos, no he conocido a nadie que no haya disfrutado de una buena película al menos una vez en su vida.
Es mágica la sensación de entrar en una sala oscura y, mientras las luces se van apagando, sumirte en un trance colectivo en el que el mundo afuera comienza a desdibujarse hasta desaparecer y comienzo a adentrarte en un mundo totalmente distinto por un tiempo. Es en esos momentos, en las películas verdaderamente buenas, en que comienzas a vivir una vida que no es la tuya y puedes experimentar toda la gama de sentimientos y sensaciones o bien, cuando trasladas tus propias vivencias a esas situaciones que comienzan a desfilar en la pantalla.
Su influencia puede cambiar vidas al ponernos cara a cara con esos sueños que tenemos, desde los mas hermosos hasta los mas oscuros, nos lleva a viajar desde el lugar mas recóndito de la galaxia hasta el otro lado de la calle haciéndonos verla de una forma diferente, nos puede sumergir en la corriente del tiempo y llevarnos al inicio de los tiempos o al futuro lejano, nos hace experimentar las alegrías mas grandes, las tristezas mas profundas, los miedos mas enraizados y la esperanza mas fuerte.
A través del cine podemos conocer el mundo y mas allá poniéndonos en los zapatos de alguien mas, metiéndonos de lleno en lo que es, fue, pudo ser, será, sería o podría ser y, mientras sigamos conservando esa capacidad tan inmensa de imaginar, estoy seguro que puedo seguir siendo feliz al menos una vez a la semana sumergiéndome en la fantasía de alguien mas haciendo realidad las mías propias.
Feliz #Día50, #315togo