Pero tampoco me concentré en dar lo mejor de mí sin mirar a los lados, en fijar mi mirada en un bien mayor sino en lo que parecía tapar mejor las heridas; si a alguien le dolía el brazo no le decía como curárselo y lo acompañaba en su proceso de sanación, por el contrario creaba una dependencia mutua y un sentido inconsciente de inutilidad en el otro al resolverle todo. No miraba qué necesitaba ese ser para crecer, miraba qué haría que le doliera menos.
No venimos a este mundo a cargarle los problemas a los demás, venimos a dibujar una línea en donde termina nuestro deber y comienza el respeto. El respeto hacia los éxitos y cagadas del otro, pero que sean sus éxitos y sus cagadas y no porque a mi no me importe, todo lo contrario (como hablaba en el post pasado de aceptar el amor) el amor verdadero deja que el otro se estrelle contra el muro, le avisa que viene cerca pero no lo detiene. El amor verdadero lleva consciencia de que la experiencia de vida es el mejor aprendizaje, y que al intervenir yo impido ese aprendizaje, lo corto. Al cortar el aprendizaje el otro depende de mí para resolver, porque ya no es la vida la que le enseña, somos nosotros los que decidimos intercambiar experiencia de vida por dependencia, y sin querer nos quedamos en deuda: le debemos a esa persona libertad. Y sin quererlo ni pensarlo, nos quitamos un pedacito de la nuestra. Empezamos a sentir que el mundo se nos viene encima, y energéticamente sí: estamos cargando más de la cuenta.
No hay otra solución que devolver lo que pedimos prestado: libertad.
Soltar, decir ya no más, me despojo de toda responsabilidad que no es mía, porque yo no puedo estar a cargo de lo que hacen los demás; no soy responsable de sus actos, son seres completamente independientes de mí con raciocinio propio y si pretendo que todo salga bien y encima me siento responsable de lo que ellos hagan estoy destinado al fracaso, al desequilibrio, a la enfermedad...
La manera en que mejor nos podemos hacer cargo de los demás es haciéndonos cargo únicamente de lo que nos sentimos cómodos haciendo... Hasta donde creo que puedo encargarme sin sentirme abrumado, esa es mi medida. Eso es lo que me toca, lo que corresponde para mi y para el universo entero.
Es que falta esa visión; cuando yo reestablezco mi equilibrio en realidad le sumo al universo: esa es la visión del "egoísmo" abarcativo. Mirándome a mi pero a favor de un bien mucho más grande; de mí familia, de mí empresa, de mis vecinos, de todos.
Cuando un ser se equilibra abre el paso para que todo lo demás se acomode; no necesita hacer más. Porque la vida se encarga, la vida es equilibrio. Y si lo creo puedo soltar, soltar para que alguien que sí puede cargar con todo lo cargue, pero no yo que soy un simple mortal (con buenas intenciones pero ideas equivocadas). Que la vida se encargue... No nos ha enseñado todo lo que deberíamos de saber? Cada situación que nos ha pasado no nos ha llevado a convertirnos en mejores personas? Hay mejor profesor que la experiencia propia y el ejercer la libertad?
Nosotros dibujamos los límites, indicamos el mejor camino y vamos hacia donde nosotros tenemos que ir, no arrastrando a los demás a que nos sigan sino confiando en que encargándole de mí mismo es suficiente para proteger a quienes quiero guiar.
El propósito de esta vida no es estar pendientes de los demás ni estar a cargo de ellos. Al final se nos juzgará por nuestros propios actos, no por que tantas personas cargué sino el nivel de amor y confianza que fui capaz de ejercer en lo que a mí me tocaba crecer.
El crecimiento es personal pero los beneficios son para todos.
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