Lo importante que puedes llegar a ser.



Decía Aristóteles: somos lo que hacemos cada día, de modo que la excelencia no es un acto sino un hábito, siendo unos verdaderos triunfadores si cada día triunfamos.

Esto parece que suena a la consecución de los objetivos, a éxito, a llegar a ser presidente de gobierno o lo más alto en la vida, sin detenernos a pensar que nuestro comportamiento nos define laboralmente, pero también como personas.

Y es que hoy se habla de grandes profesionales, de grandes líderes, de grandes empresarios, olvidando completamente que ninguno puede ser un gran profesional si olvida lo más importante: ser buena persona y actuar como tal en las decisiones tanto laborales como personales. Porque si uno olvida el respeto, la ética, la honestidad y los valores humanos fundamentales, nunca se le podrá considerar un buen profesional.

La gran empresa es la vida misma, ahí es donde se muestran los grandes profesionales del mundo que deberán saberla gestionar con las mejores acciones, para lograr el mejor comportamiento humano.

Me decían en mis comienzos como empresario que en el mundo laboral tiene uno que dejar el corazón a un lado. Y eso es precisamente lo que ocurre ahora en cualquier negocio o entorno laboral donde tantos profesionales presumen de su éxito, ese falso éxito donde se ha dejado el corazón a un lado y donde no importan las personas ni los daños que les afectan.

Hablamos de mejorar el mundo: el cambio climático, la inmigración, el hambre, la ecología, la alimentación, la medicina, la educación, el problema de la vivienda, el empleo, el salario digno, el maltrato, la explotación, y nada de esto puede cambiar si no cambiamos nosotros, las personas. El mundo lo hacen las personas, las empresas las hacen las personas y cuando uno deja de ser buena persona es cuando sus daños colaterales les afectan a todas las demás personas.

Si preguntamos hoy a algún niño sobre qué quiere ser, todos o casi todos dirían que quieren triunfar en la empresa, en el deporte, en la música, en la medicina y nunca, y digo nunca, llegarán a triunfar si no son buenas personas, porque tendrán un título, un gran despacho, incluso saldrán en los medios de comunicación, pero no habrán triunfado de verdad en la gran empresa de la vida si no han aprendido a defender los valores humanos.

Lo importante que uno puede llegar a ser no depende de la carrera, de los máster que hagas, de ser el número uno en ventas, de meter más goles que nadie, de cantar como un ruiseñor o presidir el gobierno del país. Lo importante que uno puede llegar a ser va a depender siempre de la huella que dejes grabada en tu andar por la vida, hayas ejercido la profesión que sea, los rascacielos construidos o el número de yates que tengas amarrados en el puerto. La importancia no está en el lugar que ocupo en la sociedad, sino en la actitud con la que vivo en la sociedad.

La carrera es lo que estudias, la profesión es lo que haces, pero ni la una ni la otra decide lo que eres. Tu misión en la vida tiene que ver con el tipo de ser humano que eliges ser. (P. Juan Jaime Escobar).

El mundo está como está no por falta de profesionales, sino por falta de buenas personas, por falta de ese gran corazón que parece haber desaparecido en el interior de cada uno, porque en el mundo de los negocios lo han dejado a un lado. Y ahora, en la era del negocio, de la especulación, de la explotación y de ese éxito del poder y del dinero, se ha perdido ese corazón fundamental. Los grandes y verdaderos profesionales de la empresa de la vida han desaparecido, porque no tienen eso que crea la felicidad o lo dejaron a un lado para tomar sus decisiones sin pensar en nadie, excepto en ellos mismos.

¡Qué error el de las grandes empresas que buscan profesionales agresivos y capaces de pasar por encima de cualquiera rechazando las buenas personas! Una buena persona siempre será un gran profesional, porque sus dones, capacidades y virtudes irán por delante siempre y en cualquier proyecto, consiguiendo la única y verdadera profesionalidad.

Las buenas personas son los verdaderos profesionales porque no les guía ninguna ambición; porque tienen verdadero afán de servicio; porque buscan la calidad y la atención del cliente sin engañar creando así la fidelidad; porque saben escuchar y ofrecer lo que se necesita; porque conocen a sus compañeros o empleados; porque buscan el interés, el crecimiento de la empresa y la felicidad de los que lo integran; porque buscan la satisfacción del cliente; porque saben ayudar y ponen sus conocimientos al servicio de los demás; porque actúan con generosidad; porque regalan sonrisas a quienes se cruzan en su camino; porque trabajan y promueven la ilusión en la empresa; en definitiva, porque ponen el alma y el corazón en todo lo que hacen tocando de lleno a las personas.

El corazón es el que ve, el que percibe, el que siente y el que decide ante las personas que tienes delante y el mundo está lleno de personas. El corazón nunca se puede dejar a un lado. El corazón siempre tiene que ir contigo para que ante la duda, siempre puedas preguntarle.

La vida es la más importante y más grande empresa. ¿Qué vas a hacer con ella? ¿La vas a llevar a la quiebra? Te han contratado en esta vida para que seas productivo y saques la mayor rentabilidad a tus acciones con los dones que te han dado. Lo importante que puedes ser, es ser buena persona allá donde estés. Ahí es donde reside la verdadera felicidad. Seremos triunfadores, si cada día triunfamos. Solo se puede brillar en la oscuridad con nuestra luz.

Artículo inspirado en esta conferencia a los jóvenes del Padre Juan Jaime Escobar.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.

"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

Fuente: este post proviene de El podio de los triunfadores, donde puedes consultar el contenido original.
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