“Ayer tomé una cerveza con mi ex pero no se lo he contado a mi pareja”
“Me envié unos mensajes algo subidos de tono con alguien, pero ni siquiera vamos a vernos”
“Nos intercambiamos likes y seguimos todos nuestros pasos en redes diariamente”
“Intercambiamos miradas en los descansos”
Afirmativo, es una microinfidelidad
¿Son infidelidades? A menudo me preguntan en sesión si se tiene derecho a estar herido o molesto por este tipo de actitudes. Parece que no ha habido nada explícito que demuestre que existe una infidelidad pero, ¿Cuál es el límite entre ser o no ser fiel a alguien?
Os presento el nuevo concepto de moda: Las Microinfidelidades. O lo que equivale a todo el repertorio de actitudes sutiles hacia una tercera persona que ocultamos a nuestra pareja y que distan de la inocencia que deberían.
Mandar un mensaje por redes sociales, abrazar a ese alguien con ternura, quedar con esa persona para tomar un café cuando sabemos que existen algo todavía latente o consultar religiosamente sus redes sociales aún manteniendo una relación de pareja estable son algunos de los típicos ejemplos.
Del intercambio inocente a la ocultación
Para asegurarnos de que estamos actuando de forma legal, nos gusta disponer de un concepto que nos oriente sobre si nuestro comportamiento es o no una microinfidelidad. Fácil. Siempre que haya ocultación es que existe el temor a ser descubierto y, si es así, es que es más que probable que tengas motivos para ello.
Puede que tu pareja sea extremadamente celos@ y que, para “no darle un disgusto”, ahorrarte una discusión o impedir que empiece a volverse paranoic@, ocultes esa información. Pero recuerda que ceñirte a su mal funcionamiento sólo favorece que asentéis en vuestra relación unos códigos rígidos que, por haberlos cumplido ahora, se convertirán en una exigencia en vuestro futuro.
“Si antes no te escribías con nadie, ¿Por qué ahora sí?”
La respuesta es “Porqué antes te lo ocultaba o no fui lo suficiente hábil como para respetar mi espacio personal y ponerte límites”.
¿Te suena?
¿Y por qué?
Las microinfidelidades obedecen a varias razones. La primera, más que común, hace referencia a la necesidad de alimentar el ego y de cerciorarnos que todavía estamos en el mercado, que seguimos teniendo nuestro público y que somos objeto de deseo. Si para sentirte completo, necesitas ese flirteo constante, puede que tengas que revisar tus niveles de autoestima.
“Si soy deseado, me gusto y si despierto interés a terceros, ¡Lo valgo!”.
Una teoría bastante habitual aun encontrándonos en estadios adultos y alejados del gregarismo que caracteriza a la etapa adolescente.
La subida exponencial de ego tiene diferentes efectos en las personas como un falso agrandamiento de autoestima que a menudo se traduce en un aumento del apetito sexual por sentirte “todopoderoso”. Puede que de rebote, tu actual pareja, salga beneficiada.
La otra razón, lejos de tener que ver con alguna carencia personal, obedece a problemas por los que atraviesa la pareja. “Como hay aspectos que requiero que nos los encuentro en mi relación actual, los busco fuera de ella”. Lógico si deseas saciar tus necesidades, aunque poco apropiado si lo que buscas es ocuparte del problema real con aquella persona y así resolverlo. Recuerda, cuando el problema es de la pareja, la solución pertenece a ambas partes que la componen.
Puede que esa microinfidelidad sea una oportunidad. Sin comerlo ni beberlo, aquella tercera persona te ha permitido darte cuenta de que existen aspectos que requieres, un buen espejo que refleja alguna dificultad que desconocías mientras pululabas en la rutina de tu relación actual.