MEDICAMENTOS (ANTIBIÓTICOS y HORMONAS)
Los alimentos frescos como las carnes, las leches y los huevos, pueden presentar rastros o cantidades significativamente contaminantes de antibióticos, probioticos y hormonas o sus sucedáneos. Los antibióticos y otros medicamentos como las sulfas, se utilizan para tratar y prevenir las enfermedades del ganado, y sus residuos se acumulan en el organismo del animal tratado. En ocasiones, se utilizan para favorecer un mejor aprovechamiento de la comida por los animales. Los residuos medicamentosos se acumulan en los animales tratados, por lo que llega al consumidor a través del consumo de los productos derivados de dichos animales, como carne, leche y huevos.
Dependiendo de la naturaleza del medicamento y de la dosis acumulada en el animal, pueden provocar desde reacciones alérgicas hasta intoxicaciones agudas. Entre algunos de estos residuos, cabe mencionar el Clenbuterol, que se usa para estimular partos y para favorecer el engorde forzado del ganado y ha sido responsable de intoxicaciones agudas en el ser humano. Otro ejemplo son las Hormonas naturales y sintéticas que se emplean para uso terapéutico, pero también para estimular el crecimiento de los animales con efectos cancerígenos y malformaciones fetales. En los años recientes se ha comenzado a catalogar a los antibióticos como contaminantes emergentes ya que, si bien, han servido indiscutiblemente para el tratamiento de enfermedades, también es cierto que en muchas ocasiones se ha tenido un consumo y un desecho irresponsables de los mismos. Los antibióticos son utilizados para terapia en humanos y en animales.
Gran parte de estos antibióticos son liberados en el ambiente acuático, representando un potencial riesgo para el ecosistema y para la salud pública, ya que estos antibióticos desechados pueden ser consumidos por los animales marinos o terrestres que, al momento de ser utilizados para el consumo humano, ponen en riesgo la salud de la población porque una pequeña dosis de antibióticos estaría siendo consumida. Dichas dosis pueden provocar reacciones alérgicas como urticaria y asma; crear cepas resistentes a los mismos, y en algunos casos, aún en pequeñas dosis, estos residuos pueden ser carcinogénicos, teratogénicos, mutagénicos, causar inhibición o inducción enzimática e interactuar con otros compuestos presentes en el medio ambiente. Por otro lado, los antibióticos también pueden estar presentes en alimentos ya que después de la administración de un tratamiento veterinario aparecen en carnes y leche, dado que en muchas ocasiones no se respeta el periodo de tiempo después del cual podrán obtenerse los productos para consumo libres de antibióticos.
Además, si la leche empleada en la elaboración de derivados lácteos fermentados como el yogur y el queso contiene pequeñas cantidades de antibióticos, la capacidad de fermentación será inhibida, lo cual provocaría un producto de mala calidad y por ende, grandes pérdidas económicas para la industria láctea. La problemática más alarmante es que muchos microorganismos patógenos pueden adquirir múltiple resistencia al ser sometidos a bajas concentraciones de antibióticos, lo cual representa un serio problema para el ser humano. Cada vez es mayor el número de casos en que antibióticos considerados eficaces dejan de serlo injustificadamente, la razón es la aparición de resistencia de los microorganismos a los medicamentos. En el caso de los alimentos, sí existen límites máximos permisibles de antibióticos, en el caso de aguas aún no se legisla.
Según un informe hecho en el 2013 por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) sobre las amenazas de resistencia a los antibióticos, los organismos resistentes a los medicamentos en el suministro de alimentos de América representan "una grave amenaza" para la salud pública. El informe vincula el 22 % de las enfermedades resistentes a los antibióticos en los seres humanos a los alimentos contaminados y la investigación anterior ha sugerido que se tiene una probabilidad del 50 % de comprar carne contaminada con bacterias resistentes a los medicamentos. Otro artículo realizado en el 2013 por el Centro para la Ciencia en el Interés Público (CSPI) reportó que entre 1973 y 2011, hubo 55 brotes resistentes a los antibióticos transmitidos por alimentos en los Estados Unidos.
Más de la mitad de los brotes fueron provocados por los productos lácteos, carne de res molida y aves de corral. El hecho del asunto es que, cuando los antibióticos se utilizan rutinariamente para criar animales para el consumo, los microbios desarrollan resistencia al medicamento, lo que hace que los antibióticos sean menos efectivos para el tratamiento de la enfermedad en los seres humanos. Y sin antibióticos eficaces, será muy difícil tratar a bebés prematuros, pacientes con cáncer, trasplantes de órganos, cirugías y medicamentos en la sala de emergencia, sólo por nombrar unos pocos. Ya estamos viendo los efectos del uso excesivo de antibióticos. Ahora las infecciones nosocomiales afectan a uno de cada 25 pacientes, y muchas de estas infecciones son resistentes a los medicamentos. De acuerdo con estadísticas de los CDC, dos millones de adultos y niños de Estados Unidos se infectan con bacterias resistentes a los antibióticos cada año, y por lo menos 23 mil de ellos mueren.
A pesar de que ciertos organismos ya se han vuelto inmunes a cada antibiótico que tenemos, incluyendo los llamados medicamentos de "último recurso", las granjas industriales siguen utilizando algunos de estos medicamento de último recurso en su ganado para fines no médicos. Es verdaderamente difícil entender cómo un pequeño beneficio adicional puede justificar el uso de medicamento que, al final, causaran la muerte de miles de personas, como resultado de la resistencia a los medicamentos. El uso de antibióticos en el ganado sano (incluyendo en los peces de piscifactoría) representan alrededor del 80 por ciento de todo el uso de antibióticos en los Estados Unidos, por lo que con el fin de detener el crecimiento de la resistencia a los antibióticos debemos abordar esta fuente.
Según un informe en el 2009 de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) sobre este tema, las granjas industriales utilizaron 29 millones de libras de antibióticos ese año. La FDA ha solicitado recientemente a las compañías farmacéuticas eliminar voluntariamente las reclamaciones de promoción de crecimiento de ciertos antibióticos que son valiosos en el tratamiento de enfermedades humanas. Esto reduciría el uso al limitar el medicamento sólo para fines médicos. Pero hay tantas lagunas jurídicas que es muy poco probable que esta estrategia voluntaria sea suficiente. Sobre todo si tenemos en cuenta el rápido aumento de la resistencia a los antibióticos que ahora estamos viendo. Apenas el año pasado, el CDC publicó un informe admitiendo que los antibióticos utilizados en la ganadería juegan un papel importante en la resistencia a los antibióticos y "deben eliminarse."
Sin embargo, a pesar de toda la evidencia de grave perjuicio, muy poco se está haciendo para reducir el uso antibióticos en la agricultura. Los antibióticos son drogas que se usan para combatir enfermedades causadas por diversos microorganismos tales como la mastitis, la neumonía o infecciones de las patas. Son administrados a los animales en diferentes formas, siendo las más comunes la intramamaria o la inyección intramuscular. La presencia de residuos de antibióticos en la leche es un problema que aqueja a toda la industria lechera, debido a que cantidades mínimas de antibióticos en la leche o la carne representan un problema de salud pública que no debe ser aceptado, además de ser ilegal. Se ha determinado que pequeñas cantidades de antibióticos en la leche, cantidades mínimas como 0.003 UI (unidades internacionales) de penicilina/ml, pueden afectar a una persona que sea alérgica a dicho antibiótico con problemas como ardor en la piel, comezón, asma y shock anafiláctico.
Además, existe el problema de la resistencia de los microorganismos a los antibióticos que puede reducir o eliminar por completo su acción y uso en el tratamiento de enfermedades. Otro problema relacionado con los antibióticos es la clara interferencia en el procesado de queso, mantequilla y yogur. Su presencia disminuye el ácido y afecta el sabor característico de la mantequilla. En el caso de los quesos, la presencia de antibióticos disminuye el cuajado de la leche y causa una mala maduración del queso. Basados en estos problemas los residuos de antibióticos en leche han atraído la atención a nivel mundial de los consumidores y de los legisladores generando reglas estrictas que controlan el uso de antibióticos en los hatos lecheros. Hay algunas medidas que todo dueño o responsable del manejo de su ganado puede adoptar en su explotación a fin de reducir el riesgo de contaminar la leche con antibióticos.
Por su parte, tenemos a los disruptores hormonales, que son sustancias que interfieren en el funcionamiento del sistema endocrino. Incluyen algunos agentes naturales e innumerables compuestos de origen antropogénico. Su transferencia al ser humano a través de los alimentos constituyen una problemática de creciente interés. La contaminación del alimento reconoce diversos orígenes, de acuerdo al uso y propiedades de la sustancia involucrada. Ingresan a la cadena alimentaria por: contaminación del agua o el suelo, el uso agropecuario, la migración de compuestos del envase.
Los más destacados en éste grupo medicamentoso son: Estrógenos (Dietilestilbestrol, Bienestrol) y Anabólicos (Clenbuterol). Debe considerarse que la persona está sometida a exposiciones múltiples a partir de los alimentos, a las que se agregan exposiciones ambientales, laborales o por hábitos personales. Mínimas cantidades de diferentes agentes tienen efecto sobre el sistema endocrino, por lo tanto, el paciente puede presentar alteraciones hormonales sin las manifestaciones tóxicas propias de cada uno de los agentes. Recientemente se ha descrito en el estado de Jalisco (México) un brote (n=67) por clenbuterol debido al consumo de hígado bovino. Como resultado de la investigación epidemiológica se encontró que el 37 % de los hígados bovinos y porcinos contenían el producto.
Algunos fármacos interfieren en el funcionamiento del sistema endocrino sustituyendo las hormonas naturales, por variación de los niveles hormonales o por bloqueo de las mismas. Los efectos pueden presentarse años después de la exposición o en la generación siguiente. La exposición prenatal es la de mayor riesgo. Otros como el clenbuterol tienen efecto después del consumo, provocando disminución de la cantidad y la movilidad de los espermatozoides, endometriosis, abortos, embarazo ectópico, desarrollo sexual precoz en niñas, tumores hormono dependientes (mama, ovario, cuello uterino, próstata, testículo), criptorquidia. La ETA aguda y específica por clenbuterol se manifiesta por cefalea, taquicardia, extrasístoles y parestesias. Los estudios toxicológicos de residuos de medicamentos se basan en la determinación de ingestas diarias aceptables.
Estas se obtienen en animales de laboratorio, luego de administrarles el medicamento en el alimento durante períodos prolongados de tiempo. De esta manera se determina el nivel de dosis sin efecto (NOEL) y la ingesta diaria admisible (ADI). La ingesta diaria admisible es la máxima cantidad del medicamento que la especie experimental puede recibir sin ningún tipo de manifestación toxicológica. Pero esta es la parte que se lleva a cabo en animales de laboratorio. Luego debemos, de alguna manera extrapolar al hombre, cosa que no es fácil. En general, lo que se hace es aplicar a la ingesta diaria aceptable del animal de laboratorio un factor de seguridad que se ubica normalmente en un valor de 100, aunque a veces puede ser más bajo y, en oportunidades, ser elevado a 1000 (cuando los riesgos lo justifican). De esta manera se obtiene la ADI para el consumidor humano. El MRL es, simplemente, el máximo nivel de residuos que se puede aceptar en un determinado alimento para que un humano que lo consume en forma normal y abundante no supere el ADI para la droga en cuestión.
Otro parámetro, de especial importancia, especialmente tratándose del tema que nos ocupa, es el nivel de dosis sin efecto microbiológico (NMEL), que es el nivel de dosis que no produce efecto contra las especies bacterianas más sensibles, poniendo énfasis en las especies saprófitas del tracto gastrointestinal humano. Clásicamente la presencia de antimicrobianos en alimentos se ha asociado a distintos problemas, a saber: Alérgicos, Tóxicos y Asociados a las resistencias bacterianas. Los problemas alérgicos son conocidos y afectan a la población sensibilizada, en general las bajas concentraciones de antibióticos alergénicos (beta lactámicos) no alcanzan para sensibilizar pacientes (aunque puede haber excepciones), pero sí para desencadenar reacciones que, en general, no son graves, aunque, eventualmente, pueden llegar a serlo (anafilaxia).
Algunos otros grupos de antibióticos son capaces de desencadenar reacciones alérgicas como las sulfamidas. De todas maneras siempre hay un componente fuertemente individual en estas reacciones que está representado por el terreno inmunológico del paciente. Los problemas toxicológicos, por su parte, son bastante difíciles de probar, dadas las bajas concentraciones residuales de estas drogas. Los aminoglucósidos, por ejemplo, son productos tóxicos. Su ototoxicidad y nefrotoxicidad han sido clásicamente descriptas. Sin embargo, insistimos, a concentraciones residuales, es posible que no existan riesgos toxicológicos para este grupo de drogas. Por cierto que, si se envían a consumo riñones de animales tratados, las concentraciones de droga serán más elevadas, dada la facilidad con que los aminoglucósidos se acumulan en este órgano. De todas maneras y, aún en este caso, será difícil que el consumo de un riñón en estas condiciones pueda generar problemas toxicológicos, dada la baja posibilidad de que un paciente continúe consumiendo riñones con residuos elevados de aminoglucósidos en forma continuada por un tiempo prolongado.
El que sí es capaz de dar lugar a problemas tóxicos es el cloranfenicol, y en este caso a dosis probablemente muy bajas. El cloranfenicol es capaz de producir dos tipos de manifestaciones toxicológicas: a. Una mielo depresión dosis dependiente que se presenta en el curso de un tratamiento con la droga y b. Una anemia aplástica, que es dosis independiente, que desarrolla en individuos susceptibles, y que es irreversible una vez instalada. Los derivados fenicoles tianfenicol y florfenicol, si bien pueden generar algún tipo de mielodepresión dosis dependiente, que cede al suprimir el tratamiento o bajar la dosis, no son capaces de producir la anemia aplástica que puede producir el cloranfenicol. Esta es la razón de que el cloranfenicol haya sido prohibido en algunos países, pero no haya ocurrido lo mismo con los otros fenicoles.
Como mencionáramos al inicio de esta sección, la resistencia bacteriana ha sido asociada largamente a la presencia de residuos de antibióticos en alimentos humanos. Sin embargo, y pensando lógicamente, las concentraciones residuales de antibióticos presentes en alimentos provenientes de animales tratados, difícilmente sean capaces de seleccionar bacterias resistentes, dado que a tan bajas concentraciones los antibióticos no pueden actuar sobre microorganismos resistentes ni sensibles. Especialmente cuando esas concentraciones se encuentran por debajo del NMEL. La resistencia bacteriana es un problema gravísimo que representa una preocupación mundial, que se produce por múltiples causas, que probablemente sea inevitable y con la que tenemos que lidiar en forma multidisciplinaria a efectos de limitar su emergencia y paliar sus efectos al máximo.
El riesgo más grande para la salud de los consumidores que implica la utilización de antibióticos en animales no está dado por los residuos, sino por el desarrollo de resistencias en bacterias de los mismos animales. Estas resistencias pueden, por supuesto, dar lugar a fallos terapéuticos en tratamientos veterinarios, y al riesgo de transferencia de bacterias resistentes de los animales al hombre, o de genes portadores de información que codifica resistencia de bacterias de animales a bacterias humanas.
BISFENOL A (BPA)
Los materiales en contacto con los alimentos son fuente potencial de contaminación. Generalmente se utilizan termoplásticos, cuya materia prima es el petróleo. La fabricación del plástico pasa por la polimerización de diferentes compuestos, este polímero, por su tamaño e insolubilidad, hace que no sean tóxicos. No obstante, para su fabricación, se utilizan diferentes aditivos para adaptarlos a sus variados usos. Estos aditivos producen monómeros que quedan libres en la matriz (polímero) y provocan un contaminación en el alimento. Este fenómeno es más conocido como migración y viene determinado por el tiempo y la temperatura de almacenamiento.
Los mayores efectos tóxicos se producen por contaminación hormonal, ya sea por bloqueo o por potenciación, generando alteraciones en el desarrollo sexual, feminización o masculinización, infertilidad, insuficiencia hormonal y cáncer. Los principales plásticos utilizados por la industria son el polietileno (PE), el polipropileno (PP), poliestireno (PS), el policloruro de vinilo (PVC), el terftalato de polietileno (PET) y el policarbonato (PC). Entre los monómeros más tóxicos nos encontramos con: Cloruro de vinilo, gas incoloro propio del la fabricación del PVC; Estireno, líquido viscoso y de fuerte olor para la fabricación del PS; Acrilonitrilo, líquido para producir impermeabilidad y resistencia a los gases y las grasas y Bisfenol A, asociaciado con la fabricación de biberones.
Este último, 2,2-bis (4-hidroxifenil) propano, conocido comúnmente como BPA, es un producto químico orgánico (monómero) que sirve como materia prima para la fabricación de diferentes tipos de plásticos, especialmente policarbonato y resinas epoxi. Fue sintetizado por primera vez en 1891 por el químico ruso Aleksandr Dianin. Se obtiene por condensación de dos moléculas de fenol con una acetona en presencia de HCl, empleando cloruro de cinc como catalizador. El 70% de la producción de Bisfenol A, se destina a la fabricación de policarbonato, el 30% restante se destina a la producción de resinas epoxi. La producción mundial se estima en 3.000 toneladas al año; el policarbonato se utiliza ampliamente en la fabricación de materiales en contacto con alimentos, como biberones, vajillas, utensilios de horno y microondas, envases de alimentos, botellas de agua, leche y otras bebidas, equipos de procesamiento y tuberías de agua.
Las resinas epoxi se usan como revestimiento de protección de diversas latas de alimentos y bebidas, y como revestimiento de las tapas metálicas de las jarras y botellas de vidrio, incluidos los envases de las preparaciones para lactantes. El BPA se caracteriza por ser una sustancia sólida, de color blanco y con olor a medicina. El volumen de demanda mundial de este compuesto es muy alto, siendo su incremento anual de un 6-10%. Se considera que, debido a la fabricación del mismo, se vierten unas 2 Tm/año en aguas superficiales y se emite 1 Tm/año a la atmósfera. Los residuos de BPA pueden migrar a los alimentos, especialmente cuando sometemos el envase a elevadas temperaturas, por lo tanto, lo seres humanos están inevitablemente expuestos al BPA, especialmente los lactantes alimentados con biberón.
Según el European Comission?s Cientific Committe, el 99% de la exposición a BPA es de origen dietético, no obstante, existen otras vías de exposición como el aire, el agua o el suelo. Kang et al. 2006 ya determinaron la exposición a BPA por vía inhalatoria en atmosferas contaminadas, pero la exposición dietética es la principal causa de contaminación. Estas ingestas alimentarias, se calculan en Europa entre 0,2 ?g/kg de peso corporal en lactantes amamantados, 2,3 ?g/kg de peso corporal en lactantes alimentados de leche materna mediante biberones no fabricados con policarbonato, 11 ?g/kg de peso corporal en lactantes alimentados con biberones fabricados con policarbonatos y 1,5 ?g/kg de peso corporal en adultos. En Canadá, un estudio publicado en 2008, analizó la cantidad de BPA que tenían los alimentos a disposición de los consumidores. Analizaron 154 alimentos diferentes, encontrando diferentes cncentraciones de BPA en 55 de ellos (36%).
La mayor cantidad de BPA se encontró en alimentos envasados: derivados del pescado (106 ng/g), maíz (83,7 ng/g), sopas (22,2-44,4 ng/g), habas (23,5 ng/g), guisantes (16,8 ng/g), leche en polvo (15,3 ng/g) y embutidos (10,5 ng/g). Los alimentos para bebés tenían 2,75 ng/g. Cantidades más bajas tenían productos que no estaban enlatados como la levadura (8,52 ng/g), algunos quesos (0,68-2,24 ng/g) o comidas rápidas (1,1-10,9 ng/g). Siendo las cantidades máximas establecidas por USA y la UE de 50 ?g/kg/día, y de 25 ?g/kg/día por el gobierno de Canadá, y la NSENO (nivel sin efectos negativos observados) concluido por la EFSA en 5 mg de BPA/kg, las ingestas calculadas para los diferentes grupos de edad/sexo, quedaban muy por debajo de la media.
En Europa se estima que el nivel de migración de BPA al alimento es de 10 ?g/kg de alimentos. La administración por vía oral de BPA en seres humanos es bien absorbida ya que sufre una metabolización completa en el hígado creando un metabolito principal denominado BPA-glucorónido (BPAG), el cual se excreta rápidamente en la orina y tiene una vida media de menos de 6 horas. El BPAG se produce gracias a la uridina difosfato glucosiltransferasa (UGT), y es altamente hidrosoluble, lo que, para algunos autores, demuestra la inactividad hormonal del BPA. Por otro lado el, Bisfenol A Sulfato, se reportó como otro metabolito, esta vez minoritario, del BPA en la orina de humanos. Gracias a la efectividad del metabolismo del BPA hay una muy baja exposición a BPA en forma libre. Las concentraciones más altas en sangre se encontraron pasada una hora de la administración por vía oral e intraperitoneal, y después de 4 horas en la subcutánea.
El BPA se elimina rápidamente de la sangre, dando resultados por debajo de los límites de detección transcurridas 72 horas de la inyección intraperitoneal y subcutánea y de 18 horas por vía oral. La principal ruta de eliminación fue la fecal, seguida de la urinaria. La eliminación en ratones, fue igual en machos que en hembras (86%-96%), pero los machos excretaron más por las heces (74%-83%) que las hembras (52%-72%). Principalmente el BPA eliminado por las heces fue en forma de BPA no metabolizable (86%-99%). En la orina, se eliminó en forma de BPA-glucorónido (BPAG). Las ratas, excretan el BPAG desde el hígado, vía bilis, al tracto intestinal. Esta recirculación enterohepática provoca que la eliminación del BPA en estos animales, necesite entre 20 y 80 horas. La diferencia en tamaño molecular del BPAG entre humanos y animales (550 vs. 350 Da) es lo que, a juicio de algunos investigadores, permite a los humanos eliminar más rápidamente el BPA, ya que este tamaño, no permite la circulación enterohepática de la molécula. En neonatos, algunas vías metabólicas necesitan más tiempo para conseguir la misma eficiencia que los adultos. La glucuronidación necesita entre 2 y 5 veces más tiempo y la filtración glomerular 1,7 veces.
La glucuronidación se efectuará eficientemente al mes y la filtración glomerular a los 7 meses. La Environmental Protection Agency (EPA), define los disruptores endocrinos como sustancias exógenas que alteran la estructura o función del sistema endocrino, provocando efectos adversos en los individuos y en sus descendientes. Hacia 1930, el químico británico Charles Edward Dodds, identificó el BPA como un estrógeno artificial. Algunas investigaciones han demostrado una relación directa entre la exposición a BPA y una alteración en la espermatogénesis, disminuyendo la cantidad y la calidad de esperma. El BPA puede estar asociado con un aumento de cánceres del sistema hematopoyético y aumentos significativos en tumores de células intersticiales de los testículos. El BPA altera la función de los microtúbulos y puede inducir aneuploidía en algunas células y tejidos. La exposición al BPA en los primeros años de vida pueden inducir o predisponer a lesiones pre-neoplásicas de la glándula mamaria y la próstata en la vida adulta.
La exposición prenatal a diversas dosis y ambientalmente relevantes de BPA desarrolla una alteración de la glándula mamaria en ratones, pudiendo considerarse marcadores de riesgo de cáncer de mama en humanos. Por lo tanto, BPA puede inducir transformación celular in vitro. En los cánceres de próstata avanzados con mutaciones del receptor de andrógenos, el BPA puede promover la progresión del tumor y reducir el tiempo de una recurrencia. Después de ponderar dichas pruebas según lo recomendado por la IARC y la EPA de EE.UU, se concluyó que el BPA no es probable que sea cancerígeno para los seres humanos. Además, la evaluación a la exposición revela que, el uso actual de BPA es muy reducido y la IARC (International Agency for Research on Cancer ) lo clasifica como tipo 3.
La última evaluación sobre los materiales hechos a base de BPA la hizo la EFSA en 2010 y no identificó una necesidad de cambiar el consumo diario tolerable actual, establecido en 50 ?g/kg día. La UE propuso una restricción de fabricación y comercialización de biberones de policarbonato desde el 1 de junio de 2011 y en octubre de 2011, se añadieron prohibiciones de venta a chupetes y mordedores. En los últimos años, el bisfenol A, ha recibido considerable atención de los medios de comunicación, con gran parte de la cobertura a partir de la declaración de enero de 2010 realizada por la Administración de Drogas y Alimentos (Food and Drug Administration; FDA, por su sigla en inglés) con respecto al progreso alcanzado en su evaluación de la inocuidad del BPA. Mientras que la FDA declara que estudios anteriores sobre el BPA han avalado la inocuidad de los bajos niveles actuales a los que los humanos se encuentran expuestos, recientemente anunció que tiene "algo de preocupación" acerca de los posibles efectos de la exposición al BPA sobre el cerebro, la conducta y la próstata en fetos, bebés y niños basándose en resultados de estudios del Programa Nacional de Toxicología (National Toxicology Program; NTP, por su sigla en inglés).
El BPA se usa en materiales para envases para distintos fines. Se usa para prevenir la corrosión de las latas y, cuando se lo usa como revestimiento epoxi, evita la contaminación de los alimentos. Cuando se lo usa en botellas, puede aumentar su resistencia al calor y su durabilidad. Es importante recordar que los envases sirven como importante vehículo de inocuidad alimentaria, ya que protegen los alimentos de los patógenos y otros contaminantes. La FDA apoya medidas razonables de precaución para reducir la exposición humana al BPA. En el caso específico de los bebés y recién nacidos, este organismo no recomienda a las familias cambiar el uso de la fórmula para bebés o de los alimentos porque los beneficios derivados de una fuente estable de buena nutrición superan cualquier posible riesgo de exposición al BPA.
La reciente declaración de la FDA sirve como actualización de su evaluación del bisfenol A. El organismo, junto con los Institutos Nacionales de la Salud (National Institutes of Health; NIH, por su sigla en inglés), el Departamento de Salud y Servicios Humanos (Department of Health and Human Services; HHS, por su sigla en inglés) y el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (Center for Disease Control and Prevention; CDC, por su sigla en inglés), apoya estudios de salud para evaluar más y determinar mejor los posibles efectos para la salud derivados de la exposición al BPA. Esto incluye $30 millone