La salud mental, esa gran olvidada

La salud mental, esa gran olvidada


Con nuestra salud mental pasa algo muy parecido a lo que está pasando con el Coronavirus; como no se ve, parece que no existe y por ello muchos apenas le dan importancia... hasta que les explota en la cara. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Cuidar nuestro equilibrio y nuestro bienestar mental es igual de importante o más que nuestro exterior. Lo que ocurre es que vivimos tiempos convulsos en los que nada vales -o eso se cree- sin un físico que encaje en lo que la sociedad actual nos dicta.

Si quieren mi opinión, este pensamiento es bastante corto de miras pues la perfección como tal no existe. La belleza exterior está en el ojo del que mira y por tanto es algo completamente parcial y subjetivo que está fuera de nuestro alcance, pero la salud mental está en nuestras manos, supone el bienestar propio de la persona y no pienso que esto debiera ser algo sacrificado así a la primera de cambio. ¿Cómo existir si no en esta sociedad y cómo tratar de experimentar y sentir la vida sin unos cimientos personales fuertes y cohesionados?

Mucha gente lo hace, pero “a trompicones” por llamarlo suavemente. Será el universo o Dios que se ceba con nosotros, dicen. Pero no es así. Cada individuo es el principal y único actor de su propia vida y de su existencia. El único encargado de dirigirse a sí mismo. Poco tienen el universo o las religiones que hacer aquí, y que conste que será uno de los pocos sitios en los que no metan sus narices. Pero les cedemos el sitio. A ellos o a cientos de factores o circunstancias. Todo con tal de no hacernos responsables de nuestros propios actos. Una pena. Aún en el siglo XXI, seres humanos como marionetas. Me pregunto si tal vez no deberíamos redefinir el concepto de evolución...

Sea como fuere, se nos olvida a menudo que la salud mental va mucho más allá del componente estrictamente psíquico. Incluye factores tan importantes como el bienestar social y el emocional. Atañe directamente a la manera en que pensamos, a la forma en que nos relacionamos y, por ende, a cómo somos, lo cual tiene una repercusión directa en cómo afrontamos cada uno de nosotros la vida y la realidad que nos rodea. La salud mental hace referencia a un estado de la persona.

Hablamos de una actitud, de toda una disposición personal ante la vida mediante la cual, la persona se entiende, se respeta a sí misma, se acepta, se siente realizada interiormente y se adapta y amolda completamente a las circunstancias cambiantes, porque déjenme que les recuerde un detallito de nada aunque les duela leerlo, la vida es cambio constante ¿saben?, nada es eterno como tal. Todo evoluciona y se transforma.

Aunque no se vea, el estado de nuestra salud mental se refleja en cada pequeña acción que llevamos a cabo durante el día, o en cómo nos relacionamos con el medio y con otras personas. No se ve, pero su descuido se siente. Estallamos decenas de veces al cabo del día sin motivos aparentes y nos preguntamos por qué. Y es que el estado positivo y equilibrado de nuestra psique tiene repercusiones directas en cómo gestionamos nuestro día a día y el estrés que ello genera, contribuye a nuestra salud física, a nuestra productividad personal y como individuos componentes de un grupo, nos permite trabajar de forma fructífera y armoniosa y nos posibilita desarrollar todo nuestro potencial personal. El alcance de una buena salud mental no tiene límites, por ello se hace indispensable cuidarla y protegerla con dedicación y mimo.

Así pues, nuestra salud mental no debería ser la gran olvidada, sino más bien todo lo contrario: el motivo de toda la atención y el esmero posibles puesto que en realidad es nuestro principal motor. La salud mental es la que nos hace encontrar el sentido a la vida y ¿acaso no es eso lo que andamos buscando como “locos”...?

Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.

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